EL MOSQUETERO Y LOS PAISAS

Columna de Roberto Posada produce indignación en Antioquia

16 de julio de 1984

"¡Viva la república de Antioquia!" Con esta exclamación, escrita en tono desafiante, el columnista D'Artagnan lanzó el grito de guerra que hizo llover furiosas críticas sobre su ocupación de mosquetero.
Todo comenzó cuando en su habitual columna dominical en El Tiempo Roberto Posada García-Peña, que es quien escribe bajo el seudónimo de D'Artagnan, hizo olas con su florete en las aguas de la poderosa industria antioqueña, sugiriendo que a ésta el actual gobierno le ha brindado todo el impulso, la plata y la atención, en desmedro de la industria de las demás regiones del país.
"El gobierno olvida que los empresarios y comerciantes antioqueños, por ilustres que sean, no conforman el único país", afirmaba. "Somos 27 millónes más que también reclamamos tratamiento semejante por parte del Estado, que le dio por preferir a uno de sus hijos con obsesiva condescendencia, sin percatarse del dano que ese consentimiento está provocando en los bolsillos y negocios de los demás".
Muchos sintieron, al leer la columna de D'Artagnan, que aun cuando la tesis podía ser esgrimible, la había presentado en forma un poco exagerada y en un tono particularmente desafiante. Pero si había exageración en las tesis de D'Artagnan, parecia haberla aún más en las reacciones provocadas por sus planteamientos.
Fueron varios los sectores económicos, politicos y periodisticos que se pronunciaron en tono agresivo, llegando a sugerir que había habido mala fe en la elaboración de su columna.
Tanto El Mundo como El Colombiano editorializaron en contra de las tésis del periodista de 29 años.
Mientras el primero lo calificaba de "tonto útil", afirmando que lo que el columnista queria en el fondo era que "de por vida se condenaraa nuestro pueblo a la postración y al castigo del centralismo bogotano", el mismo dia El Colombiano afirmaba que "estos ataques malintencionados no cambian nuestro propósito de trabajar arduamentepor el país. Si los perros ládran, es porque cabalgamos".
La textilera antioqueña Fabricato también se unió al debate, defendiéndose de acusaciones hechas por el mismo columnista en el sentido de que la compañía habría dado en el pasado un uso abusivo a los Certificados de Abono Tributario. Por su parte, los gremios de Manizales enviaron a El Tiempo una carta quejándose de que D'Artagnan hubiera sugerido que "el gran Caldas está antioqueñizado" y el presidente de Pro-Antioquia, Gilberto Echeverri Mejía, optó por invitar a almorzar al columnista, para tratar de convencerlo, en los términos más amistosos, de que "lo que queremos es que no se nos nieguen los instrumentos para poder ser mejores antioqueños, a fin de ser mejores colombianos".
Pero ni siquiera el gobernador de Antioquia, Alberto Vásquez Restrepo, se mantuvo al margen de la polémica. En declaraciones concedidas a una cadena radial afirmó, refiriéndose en tono bíblico a la columna de D'Artagnan: "Perdónalos, porque no saben lo que hacen". De la agitada polémica suscitada por la "antioqueñización" del país la conclusión, al final de la semana, era la de que el asunto finalmente no había resultado ni blanco ni negro.
En primer lugar, porque Antioquia hace muchos años que viene cambiando de dueños, y hoy el grueso de su industria no está en manos de antioqueños. En la última década grupos más dinámicos como los de Santodomingo, Ardila y Michelsen han adquirido el control de gran parte de las industrias que durante mucho tiempo fueron el orgullo de los paisas. En segundo, porque la industria mundial atraviesa en este momento una grave recesión, y es obvio que si las más importantes industrias del país tienen su sede en Antioquia, sea este departamento el que reciba gran parte de los recursos destinados por el gobierno para rescatarlas. Y en tercer lugar, porque ha sido tradición en Colombia que los gobernantes favorezcan a sus regiones: el departamento del Cauca nunca estuvo mejor que cuando Guillermo León Valencia fue presidente, ni el del Huila cuando lo fue Misael Pastrana.
De cualquier manera D'Artagnan pareció quedar un tanto sorprendido por la magnitud de la polémica inaugurada por su columna. "Es increfble que los paisas no aguanten una polémica de este tipo, que podría ser muy útil para el país", afirmó a SEMANA. "Hay que volver a las épocas en las que se polemizaba sobre poesía. Por ejemplo, sobre si los versos de Barba Jacob eran o no auténticos". -