VOCES
Esto dicen los pensadores del siglo XXI en tiempos de la pandemia
La coyuntura ha llevado a pensadores destacados a expresarse sobre la vida en esta emergencia sanitaria y los cambios que ha traído en lo social, lo político y lo existencial. SEMANA recoge algunas de esas voces y analiza sus reflexiones.
En estos días atípicos de confinamiento universal, cuando la incertidumbre cunde en los hogares del planeta, los grandes pensadores se han volcado a lo suyo. En medio de esta situación inquietante, que viven como el resto, ya han formulado observaciones y reflexiones sobre un episodio en pleno desarrollo que puede suponer un cambio radical en la vida del siglo XXI. SEMANA comparte algunas de las más notables.
Muchos se preguntan cómo Slavoj Žižek sacó tan pronto al mercado su libro Pandemic!
Slavoj ŽiŽek
Filósofo, sociólogo, psicoanalista y crítico cultural
Eslovenia, 1949
Los humanos normales están demasiado preocupados para crear (lo cual es normal), pero el autor esloveno ha tenido tiempo para terminar un libro a propósito de esta coyuntura. La portada es un divertido juego de palabras: el término Pandemic!, graficado con las letras e y eme dentro de una i mayúscula, busca revelar el tema real de su libro: el pánico y sus posibles consecuencias en diversos aspectos de la vida cotidiana.
Žižek observa, por ejemplo, que la compra compulsiva de productos desencadena una escasez real, así como el intento de controlar la información para retornar a la normalidad lo más pronto posible. Estas situaciones le recuerdan, con preocupación, la Yugoslavia comunista en la que creció. En ese sentido, se atreve a pronosticar la caída del capitalismo, el fin del régimen chino y el surgimiento de un “comunismo ampliado”, que no es más que la puesta en marcha de los planes sociales que los Gobiernos locales debían tener preparados para contener un desastre.
Byung-Chul Han
Filósofo y ensayista
Corea del Sur, 1959
En declaraciones para El País de Madrid, el filósofo surcoreano radicado en Alemania llama la atención sobre el coronavirus como el pretexto europeo para hacer demostraciones nacionalistas –cierres de fronteras, específicamente– disfrazadas de medidas para proteger la seguridad sanitaria. Medidas no solo moralmente cuestionables, sino estadísticamente inefectivas.
Según Byung-Chul Han, la forma de soberanía ejercida por los países asiáticos tuvo éxito en el propósito de aplanar la curva por dos factores: la disciplina de los ciudadanos, que usan tapabocas en todo momento y siguen atentamente las recomendaciones de las autoridades, y el uso de macrodatos recolectados por los Estados de diversas maneras. A este filósofo, espantado por la idea de una sociedad “transparente”, le preocupa que el sistema de vigilancia del régimen chino dé un golpe de autoridad y que, lejos de virar hacia un mundo más solidario, este siga tal y como estaba, con el efecto agravante de la observación permanente a los ciudadanos para proteger los intereses colectivos.
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Boaventura De Sousa Santos
Sociólogo
Portugal, 1940
A Sousa Santos le asombra esta nueva conciencia de la fragilidad del ser humano, que había salido del centro de la conversación para dar paso a lo que llama “modo de vida impuesto por el hipercapitalismo”. Y que esa conciencia haya forzado el cambio drástico en las rutinas diarias de las personas: la gente, en teoría, ahora está obligada a pasar más tiempo compartiendo en su casa que consumiendo y antojándose de cosas en la calle. Insiste en que este modo de vida alternativo siempre estuvo disponible, pero solo las calamidades hacen visibles las alternativas.
Con respecto a la imagen de China, el foco del primer brote pero no necesariamente el origen del virus, el filósofo portugués reprocha la estigmatización mediática y política ejercida contra los hábitos de la segunda economía mundial. Además, el mensaje oculto de que seríamos reducidos a ese ‘primitivismo’ si se convirtiera en la primera. Al mismo tiempo, le preocupa la falta de ideas que la humanidad está admitiendo en relación con los problemas climáticos y sociales. Y sostiene que pueden solucionarse sin sacrificar la democracia ni la humanidad misma: para él, solo basta una sociedad orientada hacia la cooperación comunitaria.
Giorgio Agamben, víctima de opinar demasiado pronto, y Boaventura de Sousa Santos, para quien solo basta la cooperación humanitaria.
Giorgio Agamben
Filósofo
Italia, 1942
La seguridad, los límites de las libertades y los alcances de la vigilancia aparecen recurrentemente en el debate de la historia reciente del primer mundo. Los motivos para levantar fronteras y aislar a las personas de los escenarios comunitarios han cambiado con el tiempo. Primero fue la guerra; luego, la amenaza terrorista, y ahora es la salud pública. Días antes de la explosión de la epidemia de covid-19 en su país (Italia) y ante la orden de aumentar las medidas de aislamiento, el filósofo manifestó su preocupación respecto a lo que consideraba “el pretexto ideal para extenderlas más allá de todos los límites”.
Su artículo se titula ‘La invención de una epidemia’, de lo que hay que deducir que Agamben no imaginaba los alcances reales del virus en ese momento. Sin embargo, al autor le preocupa que este sea un antecedente para restringir la libertad y declarar estados de excepción con mayor frecuencia en nombre de la seguridad, sean justificadas o no tales restricciones.
Bernard-Henri Lévy
Filósofo y escritor
Argelia, 1948
Henri-Lévy tiene una postura similar a la de Agamben porque ambos perciben un sobredimensionamiento de la emergencia sanitaria y un riesgo de sacrificar libertades personales en el futuro a costa de la prolongación de la vida. Después de todo, él no considera a la buena salud como el fin último de la existencia. A diferencia del italiano, no se atreve a calificar a la covid-19 como una gripa común, un error que ha pagado caro cada experto que lo hizo. Pero sí ve con angustia que le quite la atención a otras tragedias graves que ocurren en simultánea.
Por otro lado, anota que los procedimientos epidemiológicos del pasado se parecen mucho a los de la actualidad. Por ejemplo, en tiempos de Boccaccio se aislaban en casa y evitaban las reuniones, y ya tenían la costumbre de ridiculizar a quien no siguiera las reglas. Con esa experiencia previa en mente, recomienda abandonar el pensamiento de “cuaresma planetaria”: dejar de pensar en la globalización y el ritmo desenfrenado de la vida como causantes de la pandemia, aceptar que la vida no volverá a ser igual después de la crisis y hacer el esfuerzo para que esa metamorfosis no implique que la distancia social permanezca para siempre.
La filósofa y periodista Svenja Flasspöhler habla de la llegada de una sociedad disciplinaria que quizás debería responder con una urgencia similar al cambio climático.
Svenja Flasspöhler
Filósofa y periodista
Alemania, 1975
En una entrevista concedida a DW, la filósofa admite que los cambios sociales que la pandemia ha forzado podrían ser irreversibles, aunque no percibe esta ruptura como algo malo. Para ella, los gestos de cercanía física, como un saludo de mano o un abrazo, serán difíciles de reincorporar a las rutinas porque la crisis los está resignificando y la gente los recordará de manera diferente: estarán asociados al peligro. También señala que se está estableciendo una “sociedad disciplinaria”, en la que están forzando a la gente a dejar de reunirse y a ejercer ciertas libertades. Y que eso está propiciando el aislamiento, la distancia y la vigilancia como formas de preservar la vida. Así mismo, las personas están reconociendo las limitaciones reales de la sociedad de consumo, la importancia de las labores de cuidado, otrora ingratas, y la imposibilidad de escapar de la propia persona –por lo que conviene mucho aprender a vivir en paz consigo mismo–.
Con respecto a las maneras de organizarse para responder a una amenaza común, considera que han sido contundentes ante el coronavirus, pero no tanto ante la amenaza climática. Para Flasspöhler, esta celeridad radica en la inmediatez de esta crisis, pues el mundo ha tenido que responder a ella en tres meses, y a que los más interesados en detener la emergencia rápidamente, los adultos mayores, apelan a la solidaridad de los jóvenes para tal efecto. La filósofa anota que de los adultos mayores hacia los jóvenes no suele haber tal reciprocidad, por ejemplo en el caso del cambio climático, que exige esa colaboración en sentido contrario. Igualmente, la alemana recalca las angustias ligadas a no saber a ciencia cierta qué efectos tiene una recesión emparejada con una crisis sanitaria.
Noam Chomsky
Lingüista, filósofo y politólogo
Estados Unidos, 1928
En una conversación con Srecko Horvat, Chomsky manifestó que la peligrosidad del coronavirus –que no se atreve a minimizar– es apenas una fracción de la grave problemática mundial de vieja data que pone en riesgo la viabilidad humana: aquella configurada por el cambio climático y la amenaza nuclear. Según él, a diferencia de las secuelas que dejarían esas amenazas materializadas, varias de las consecuencias que el virus acarrea son reversibles.
El lingüista advierte que el distanciamiento social ya ocurría antes de la pandemia. Las personas, especialmente las más jóvenes, se desconectan del mundo exterior y de sus potenciales interlocutores mediante el uso del celular y las redes sociales. Entonces, para él, esta coyuntura ofrece una oportunidad para que la gente restablezca el tejido social y se cuestione sobre el mundo en el que desea habitar. Chomsky plantea dos escenarios a futuro: en uno, el autoritarismo gana validez en nombre del bienestar económico, prolonga el sufrimiento de civiles mediante bloqueos económicos y mata de hambre a quien vive del diario. En el otro, los Gobiernos priorizan las necesidades de los seres humanos y fortalecen las entidades –no privatizadas ni estranguladas– que permitan responder a emergencias de este tipo.
Bernard-Henri Lévy llama a aceptar que nada será igual; Yuval Noah Harari proclama este momento como el del triunfo de la ciencia sobre la religión.
Yuval Noah Harari
Historiador y escritor
Israel, 1976
De acuerdo con Harari, la humanidad se ha preparado cada vez mejor para enfrentar una epidemia gracias al tránsito de información y la confianza histórica de la que ha gozado la comunidad científica. Por ejemplo, la costumbre de reunir a la gente en las iglesias para pedir por el fin de la enfermedad ahora se entiende como una mala idea. Además, el genoma del virus ya fue encontrado y es posible identificar a enfermos y portadores.
No obstante, el brote de coronavirus surge en un momento político especial: Harari subraya que hay un vacío de liderazgo y una ola creciente de antiintelectualismo en el mundo, especialmente en el Estado que solía tomar la vocería en este tipo de circunstancias. A esta realidad se suma el nada despreciable número de personas que no tiene acceso a salud universal, y que en estas poblaciones desatendidas el virus podría mutar y agravar el riesgo para la humanidad. Así las cosas, el autor de Homo Deus sugiere abordar este problema desde la solidaridad global: que los países emitan información veraz sobre el brote, que la comunidad internacional confíe en esos datos y que los Gobiernos coordinen las medidas de protección.
Judith Butler
Filósofa
Estados Unidos, 1956
En una columna publicada en el sitio web de la editorial Verso Books, Judith Butler se muestra preocupada ante el estado de indefensión en el que quedan los ciudadanos que no tienen acceso a salud universal durante una emergencia como esta. Su escrito se concentra en la situación estadounidense y se refiere específicamente a esos ciudadanos no cubiertos por una póliza médica porque no pueden pagarla o porque tienen condiciones de salud preexistentes.
La gran mayoría de los pensadores reseñados mencionó a Trump como un líder internacional de capacidades cuestionables, y hasta peligroso. En ese sentido, Butler habla de él en su rol de presidente-candidato y de su intención comprobada de comprar los derechos exclusivos de un proyecto de vacuna adelantado en Alemania. O sea que ante un virus que no discrimina, una oferta por el estilo establecería condiciones para quienes quieran acceder a la vacuna. La respuesta de Alemania le dio el título al texto de Butler: “El capitalismo tiene sus límites”. Sin embargo, a ella le queda la duda de lo que habría pasado si Alemania hubiera aceptado la oferta y conseguido la eventual vacuna. ¿Los estadounidenses estarían de acuerdo o se sentirían orgullosos de esa compra? ¿Estarían satisfechos con esa muestra de nacionalismo y conformes con una nueva exhibición de desigualdad social?
Balance: El mundo después del coronavirus
No hay un consenso claro sobre lo que será el mundo después de la pandemia, pero la mayoría coincide en varios puntos. El primero es que, tras reconocerse vulnerable, el ser humano tolerará más la vigilancia de la autoridad y obedecerá sin rechistar, como plantea la sociedad disciplinaria de Flasspöhler. Byung-Chul y Agamben reciben con desconfianza esta nueva supervisión porque podría justificar menos libertades.
Harari, Butler y Chomsky consideran la obediencia potencialmente peligrosa ante la ausencia de un líder asertivo y dispuesto a cooperar con otros Estados.
Por otro lado, las personas dejarán de tocar lo que los rodea. Flasspöhler sugiere que el tacto ahora será percibido como peligroso, y Žižek pronostica que las personas sentirán incomodidad, por ejemplo, al usar el inodoro. Butler se pregunta si la experiencia traumática de secuestrarse, ya bastante disruptiva para gente de todas las edades, realmente valdrá la pena en un sistema de salud que discrimina antes de atender.
Los individuos cambiarán su manera de interactuar con el mundo exterior, que ahora parece lleno de vectores de contagio. Además, dejarán de ser una pista de carreras al servicio del hipercapitalismo. Al menos, eso proyectan Žižek y Santos. Este último, así como Flasspöhler, guarda la esperanza de que las personas establecerán una relación más saludable consigo mismas.
Ante este nuevo miedo al mundo exterior, los pensadores coinciden en que la sociedad debe cohesionarse en espíritu para combatir los problemas que le esperan. Para Harari, esta pandemia hace un llamado de atención serio sobre las consecuencias de la falta de solidaridad y coordinación entre las naciones. Según Chomsky, una buena manera de recoger el conjunto de intereses de la humanidad es el uso del discurso de guerra –combatir, ganar, batallar–, y no se atreve a desaconsejarlo si con eso los humanos se unen por un bien superior.