Cine
“El olvido que seremos”, la película
El pasado martes 15 de junio, una de las historias colombianas que más ha dado de qué hablar llegó por fin a las pantallas de cine.
Colombia es un país que se arma y se desarma a la vez. Esa particular característica queda capturada a la perfección en la cinta El olvido que seremos.
La historia que narra puede dividirse en dos: por un lado, cuenta la vida y las anécdotas íntimas de una de esas familias colombianas que contagian cariño, humor y alegría de vida; por el otro, irrumpe la realidad de la nación, y el espectador es testigo de cómo el interminable ciclo de intolerancia y de violencia de Colombia apaga otra voz que buscaba construir comunidad.
Una y otra vez, Fernando Trueba, director del largometraje, insiste en que el de Héctor Abad Gómez es el relato de un hombre bueno.
El observador comienza a encariñarse con él cuando apenas arranca la película, y lo conoce en su rol de padre y de esposo. Lo ve enseñándoles a sus hijos –particularmente a su único hijo hombre– la importancia de la empatía, la bondad y el respeto, y de realizar acciones que ayuden a construir comunidad. Ve cómo su alegría y su humor llenan de vida a la familia Abad Faciolince, y cómo se convierten en el mejor ejemplo para aprender a agradecer lo que se tiene y a disfrutar cada momento.
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También conoce a Héctor Abad Gómez, el médico y profesor que se dedicó a trabajar para optimizar la salud de todos los medellinenses, y que convirtió su aula de clases en un espacio en el que se enseña a pensar, a investigar y a ver la medicina como una poderosa herramienta capaz de mejorar la calidad de vida de miles de personas, previniendo enfermedades. Como se muestra hacia el comienzo de la película, para ello, un primer e importante paso es coger la costumbre de lavarse las manos.
Luego, el hilo narrativo lleva a que esa Colombia que se arma y que refleja lo mejor de la condición humana se tope de frente con aquella que se desarma, y que, en este caso, recurre a la violencia porque pareciera no querer entrar en diálogo con opiniones distintas, o quizá porque le tiene miedo al cambio.
Ese choque le hace sentir al espectador que el relato del hombre bueno adquiere el arco narrativo de la crónica de una muerte anunciada. En el amoroso y alegre hogar de los Abad Faciolince comienzan a oírse ecos del creciente rechazo de algunos sectores de la sociedad a las ideas y propuestas del médico que empieza a convertirse en figura pública.
Al principio llegan como mensajes pintados en rojo en la fachada principal de la casa: “Comunista.” Luego, la universidad en la que ha dictado clase durante décadas le cierra las puertas, y, para mantener a su familia, Héctor Abad Gómez termina aceptando un trabajo temporal lejos de Medellín.
En ese momento de la historia, la cinta retoma una de las anécdotas más emotivas del libro que la inspiró: cuando Héctor Abad Faciolince le explica a su padre que en las cartas que le envía firma Héctor Abad III porque Héctor Abad Gómez vale por dos.
En la película la frase es corta, pero lo suficientemente contundente como para recordarle al observador, quien comienza a temer los pasos agigantados de la Colombia que desarma, que El olvido que seremos también es el relato de un hijo que admira profundamente a su padre, que aprendió su lección de humanismo, y que la cuenta para que los colombianos no la olviden.
Y, repitiendo relatos como El olvido que seremos, que tienen por héroe y protagonista a un hombre bueno, Colombia le apuesta a seguirse construyendo.