LIBROS
El misterio del tiempo
El autor del exitoso libro ‘Siete breves lecciones de física’ aborda el tema de la naturaleza del tiempo en este nuevo ensayo.
Carlo Rovelli
Anagrama, 2018
184 páginas
¿Qué es el tiempo? Para Aristóteles, que fue el primero en hacerse esta pregunta, “el tiempo es la medida del cambio”. Las cosas cambian continuamente y llamamos ‘tiempo’ a la medida, a la contabilidad de ese cambio. Si nada cambia, no hay tiempo. Para san Agustín, el asunto es más complejo y prefiere responder con una paradoja: “Si nadie me lo pregunta, lo sé; pero si quiero explicárselo al que me lo pregunta, no lo sé”. Los filósofos siempre complicando las cosas, se dirá. El sentido común nos dice que el tiempo es algo simple, que fluye uniformemente, indiferente a todo, desde el pasado hasta el futuro, medido por relojes. Con el tiempo, los eventos del universo se suceden en secuencia: pasado, presente, futuro; el pasado está cerrado, el futuro, abierto. “Bueno, todo esto resultó ser falso”, dice Carlo Rovelli, quien aborda el tema desde tres perspectivas, la física moderna, la gravedad cuántica y la experiencia humana. Desde luego, con su ya conocido estilo, claro, sencillo y apasionante, como si de una historia policiaca se tratara.
Los seres humanos vivimos en las emociones y en los pensamientos. Y las intercambiamos aun si no estamos en el mismo lugar y en el mismo tiempo. El mundo no necesita de la variable tiempo, nosotros sí.
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El tiempo no es uniforme, es discontinuo: transcurre más de prisa en la montaña y más despacio en el llano. Si dos gemelos se separan y uno va a vivir a la montaña, cuando se vuelvan a ver el hermano en la montaña habrá vivido más tiempo. El habrá envejecido un poco más. Él ha tenido más tiempo. Hay más tiempo en las montañas que cerca al mar. Esto es porque las masas desaceleran el tiempo, y la Tierra es una gran masa y desacelera el tiempo cerca de ella. Es sorprendente que sea así, pero es aún más sorprendente que la persona que descubrió eso, Albert Einstein, lo haya hecho antes de que existieran los relojes suficientemente precisos para medir esa diferencia. No hay uno o ‘dos’ tiempos, sino montones de ellos, “un tiempo distinto para cada punto del espacio”. No solo las masas ralentizan el tiempo. Si a los dos gemelos, en vez de pedirles que vayan a la montaña y a la llanura, les pedimos que uno permanezca inmóvil y el otro camine hacia adelante y hacia atrás, el tiempo transcurrirá más lentamente para el gemelo que se mueve: “Para todo lo que se mueve, el tiempo pasa más despacio”. Si una persona de edad media pudiera viajar fuera de la Tierra y permanecer cerca de un agujero negro, al regresar, encontraría a su pequeña hija convertida en una anciana. No es ciencia ficción, así es como funciona el universo. Esa relatividad se aplica también al presente: “Nuestro ‘presente’ no se extiende a todo el universo. Es como una burbuja en torno a nosotros”. El tiempo y el espacio son cosas reales, pero no absolutas.
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Para la física cuántica el mundo es una red de eventos en la cual no existe la variable tiempo: “La ausencia de tiempo no significa, pues, que todo esté congelado e inmóvil; significa que el incesante acontecer en el que se afana el mundo no está ordenado por una línea temporal, no está medido por un gigantesco tictac. Ni siquiera configura una geometría tetradimensional. Es una inmensa y desordenada red de eventos cuánticos. El mundo se parece más a Nápoles que a Singapur”. En el universo no hay un ahora, no hay presente ni futuro. La entropía es la única manera de establecer diferencias entre el pasado y el futuro. La entropía es más baja en el pasado y más alta en el futuro. “El futuro es diferente del pasado solo en tanto que es más desordenado”.
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Los seres humanos vivimos en las emociones y en los pensamientos. Y las intercambiamos aun si no estamos en el mismo lugar y en el mismo tiempo. El mundo no necesita de la variable tiempo, nosotros sí. Porque el tiempo solo existe para nosotros. Y el tiempo humano consiste en contar historias. Lo necesitamos para ordenar nuestra percepción y nuestra memoria. “El cerebro es una máquina del tiempo, un mecanismo que utiliza la memoria para contarte la historia de ti mismo”, dice Rovelli. Para él, coincidiendo con la neurociencia, “el tiempo y la conciencia son problemas parecidos”, dado que “nuestra conciencia es la narración temporal de nosotros mismos”. Sí, era una historia policiaca, como la de Edipo, el culpable era el detective, el que salió a resolver el misterio del tiempo.