Libros
El parche de las editoriales independientes
Una nueva ola de editoriales independientes colombianas está ampliando los límites del universo del libro publicando nuevas historias, repensando la materialidad de la obra e innovando en la manera de llegar a los distintos públicos.
Quienes trabajan en el ecosistema del libro coinciden en que Colombia está viviendo un auge de editoriales independientes. Actualmente, 122 editoriales forman parte de la base del comité de editoriales independientes de la Cámara Colombiana del Libro (CCL). Algunas son empresas ya consolidadas, como Babel, Tragaluz, Laguna y Rey Naranjo, otras están en proceso de consolidación, como es el caso de Himpar, que comenzó su proyecto en 2014, y varias en arranque. Lazo, por ejemplo, lanzó su primer libro, El vuelo de las jorobadas, en octubre de 2020.
Esta no es la primera ola de editoriales independientes que empuja los bordes del mundo del libro en Colombia. En los 70 hubo una primera que mantuvo una relación cercana con los ideales de izquierda y tradujo y publicó textos de filosofía y de estudio. “Literatura publicaban menos”, explica la reconocida escritora y editora Margarita Valencia.
El nuevo auge comenzó hace más o menos cinco años, y la nueva generación está publicando experiencias de vida que no habían sido contadas, rescatando voces que habían quedado en el olvido, proponiendo estéticas transgresoras y cambiando la manera como se distribuyen libros en Colombia.
“Tienen sus propios proyectos de divulgación en las ferias, montaron distribuidoras –lo que no era evidente hace 20 o 30 años–, entraron con potencia en la junta de la Cámara Colombiana del Libro, en la que actualmente hay tres miembros independientes,” explica Nicolás Morales, director de la editorial de la Pontificia Universidad Javeriana. Y añade: “Hace 15 años la gran apuesta en Colombia fue la edición universitaria y ahora la independencia se ve como maravillosa”. La suma de las dos ha enriquecido el ecosistema del libro.
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Quienes trabajan en el mundo editorial tienen varias explicaciones sobre el porqué de este nuevo auge y cada uno resalta un aspecto distinto del mundo de la independencia. Morales destaca que en la última década la tecnología digital permitió democratizar la edición y facilitó la creación de proyectos editoriales.
Édgar Blanco, fundador de la editorial Animal Extinto junto con su esposa Lucía Buitrago, explica que el dinamismo y la versatilidad misma del negocio han permitido que surjan proyectos en distintas partes del país. “Entendido como un formato que se lleva a cabo prácticamente con los recursos y las herramientas propias, es mucho más dinámico, permite no acogerse tan estrictamente a la cadena del libro y encontrar nuevas maneras de llegar a los públicos”, dice Blanco.
‘Solos no podemos’
Ana Cecilia Calle, fundadora de la editorial Himpar junto con compañeros de literatura de la Universidad Nacional y Distrital, resalta el espíritu de compañerismo de quienes están en el sector y cómo éste ha sido importante para su crecimiento: “Por supuesto que hay competitividad porque, al final, esto es un negocio, pero los independientes han sabido jugar en bloque y dialogar”, declara. “Es un parche de gente que se conoce y viene trabajando desde hace años en proyectos para la Cámara, en crear y mantener el evento Noviembre Independiente y fomentar estrategias de distribución. Sabemos que tenemos que organizarnos porque solos no podemos”, afirma.
El presidente de la CCL, Emiro Aristizábal, destaca el impacto positivo que han tenido las políticas públicas por las que se ha trabajado junto con el Gobierno nacional y municipal “para el desarrollo de una industria editorial pujante”.
Con todo, casi ninguna editorial independiente es autosostenible. “La mayoría recibe el apoyo y los ingresos económicos de quienes estamos detrás, o de estímulos y becas para hacer proyectos. Por el propio catálogo no generarían empleo. Tienen que cumplir otras funciones o prestarles servicios editoriales a otras empresas”, asegura Blanco.
Cuando María Osorio creó la editorial de libros infantiles Babel, durante un tiempo tuvo que prestar servicios editoriales en otros campos; por ejemplo, trabajó con la Secretaría Distrital de Planeación, entonces dirigida por Carolina Barco. “Fueron cinco años para poder editar, que era la idea inicial”, dice. Osorio también abrió una librería y montó una distribuidora que le permitieron entender cabalmente el funcionamiento de la cadena del libro, saber quién estaba haciendo qué e ir fortaleciendo su editorial. “La distribuidora nos permitió tener un fondo con el que insertarnos en el mercado. La librería nació porque queríamos tener un punto de venta para nuestros libros y conocer qué estaba sucediendo en el mercado”, explica.
Osorio no es la única que le apostó a ser mujer orquesta. Laguna, La Silueta, Luna y Peregrino, entre otras, tuvieron la idea de crear una cooperativa que terminó siendo la semilla de La Diligencia, que hoy distribuye 24 editoriales. Édgar Blanco, por su parte, abrió la librería El Cuarto Plegable y es parte de la distribuidora Colectivo Huracán, que desde 2019 reúne más de 15 editoriales, entre ellas Animal Extinto e Himpar.
“Con Huracán la idea era proponer el apoyo mutuo y asumir ciertas responsabilidades en colectivo. La tarea está empezando a cuajar, pero lo colectivo no es fácil. Además, este fenómeno implica que el editor no puede ser solo editor”, afirma Blanco.
Colectivo Huracán ayuda en la comercialización de libros de editoriales colombianas pequeñas y medianas. Himpar entró en 2021 porque la distribuidora les permitía participar directamente en el proceso de imaginación de modelos de distribución y los ayudó a tener un contacto más directo con las librerías. “El aprendizaje más lindo de estos años ha sido acercarse a las librerías, conocer a los libreros y montar eventos juntos. Las librerías independientes de Colombia son espacios muy receptivos donde nuestros libros circulan bien”, agrega la fundadora de Himpar.
El libro como objeto
La Diligencia comenzó en 2015 su labor de intermediaria entre las editoriales independientes y los canales de venta del libro. Sus directivos creen en la especialización de los sellos y su filtro es netamente estético. “Tratamos de que la gente que está en La Diligencia tenga libros muy bien cuidados, que trasciendan el contenido y lo estético importe,” afirma Sergio Escobar, gerente de la distribuidora. Ese filtro estético dice mucho sobre una de las grandes apuestas de las editoriales independientes: el libro como objeto. “No es un capricho: la materialidad es parte de la propuesta”, reflexiona Blanco. “Uno compra libros para enterarse de historias y si la materialidad misma narra, es doblemente rico”.
Pensar en ese tipo de detalles hace que el oficio del editor sea más creativo. “Con las editoriales independientes uno siente que hay una especie de coautoría, lo digo por mi trabajo con Tragaluz. Cuando los libros son al mismo tiempo objeto –y me gusta mucho que no sean solo su texto, sino también su forma en todos los sentidos–, el editor y la editorial están involucrados tanto como el autor”, dice Ricardo Silva Romero, quien publica con Alfaguara y ha desarrollado dos libros con Tragaluz: Que no me miren y El libro de los ojos. Y añade: “Los editores grandes también arriesgan en formatos, juegan con la tipografía y las ilustraciones, pero de alguna manera dan un paso al costado. Como trabajan con sellos tan conocidos durante tantas décadas, el sello habla mucho por ellos”.
En los últimos años editoriales independientes como Monigote y Animal Extinto publicaron entre dos y tres libros al año, aunque la pandemia dejó huella. “En 2019 sacamos tres libros y llegó la pandemia. Nos fue bastante mal. En 2020, sacamos dos; en 2021, nada”, cuenta Blanco.
Aterrizando proyectos para el futuro
La situación en los próximos dos años podría no mejorar debido a la inflación, la devaluación del peso y la escasez de papel generada por el boom del comercio electrónico durante la pandemia y el frenazo de varias empresas papeleras en el mundo. Los precios han subido tanto que la reciente reimpresión de El convite de los animales, de Jorge Velosa, le costó a Monigote alrededor de un 40 por ciento más. Sin embargo, el libro sigue siendo un éxito en ventas, ya va por la tercera reimpresión con tirajes de 3.000 y 2.000 ejemplares. Y no es el único.
El vuelo de las jorobadas va por la cuarta reimpresión y Paula Guerra no ha parado de recibir mensajes por redes de personas que le piden que se los mande a distintas partes de Colombia y América Latina. Para Ugh, un relato del pleistoceno, que se publicó en Colombia en abril de 2022, ya se acordó una coedición con Ekaré-Babel para su publicación en España y el resto de América Latina y Aldana Libros de Canadá compró los derechos para su traducción al inglés en todo el mundo.
Los editores independientes dicen que su motivación es un profundo amor por los libros y la convicción de que hay ideas e historias que vale la pena hacer circular. Por ello no sorprende que, aunque su oficio se anticipe aún más difícil económicamente, ellos sigan aterrizando proyectos futuros. Con dos libros bajo el brazo, El vuelo de las jorobadas y Llano, Paula Guerra está trabajando con la escritora chocoana Velia Vidal en el próximo libro de Lazo. Se enfocará en los cuerpos de agua del Pacífico colombiano, manteniendo así el espíritu de este nuevo sello que busca contar historias de Colombia y sus territorios.
Cada sello editorial, grande, mediano o pequeño, independiente o integrante de grandes casas editoriales del mundo como Penguin Random House o Planeta, es una voz que se suma al ecosistema del libro y lo enriquece. Los efectos de esta sinergia se ven no sólo en la variedad de títulos publicados anualmente, sino también en los cambios generados en el consumo.
“La Diligencia vende en Bogotá poco más del 60 por ciento de los libros que distribuye, pero cuando yo entré a ser el comercial de Laguna, en 2011, la editorial distribuía más del 80 por ciento de sus libros en la capital del país”, dice Escobar. “A Bogotá le sigue Medellín con un crecimiento de ventas brutal en los últimos años. Están abriendo un montón de librerías en la ciudad y en la región: Envigado, Itagüí, Río Negro, Sabaneta, Santa Fe, La Ceja. En el tercer puesto está Bucaramanga y Barranquilla aparece de vez en cuando”, comenta. Estos datos evidencian un conocido problema de centralización de la cadena del libro, pero también que la balanza está tendiendo a ajustarse.
“El principal obstáculo de las editoriales ha sido hacer libros en un país que no lee. Dicho eso, hoy la gente está leyendo mucho más”, afirma John Naranjo, quien fundó la editorial Rey Naranjo con Carolina Rey. Ellos arrancaron su proyecto editorial hace 12 años y hoy sus libros de cómic circulan en 42 países y en 23 idiomas. Desde que arrancaron no han parado de crecer: han publicado 150 títulos y han vendido dos millones de ejemplares. De Puñalada trapera, una edición de cuento colombiano editada por Juan Fernando Hincapié, se agotó el primer tiraje de mil libros en 15 días. Con la llegada de la pandemia aumentó el número de ventas de libros a través de librerías digitales, pero con todo y ello las cifras de venta de la editorial decrecieron. La crisis más fuerte la vivió Rey Naranjo en el primer semestre de 2022, y sin embargo el editor sigue siendo optimista.
“Ante un panorama de hiperinflación el libro se convierte en una mercancía débil. Paradójicamente, es cuando la gente más está leyendo y buscando libros físicos. Estoy seguro de que será una época de oro para los editores porque en tiempos de incertidumbre los libros se convierten en un salvavidas”, afirma Naranjo.
*Filósofa y periodista