ENTREVISTA

“El periodismo no puede salvar el mundo”

Joe Sacco, uno de los grandes reporteros del mundo, narra con sus dibujos los hechos más dramáticos de las guerras. Visita Medellín, como uno de los principales invitados de la V edición del Festival Gabo, que comienza el jueves.

23 de septiembre de 2017

Algunos lo ven como un bicho raro del periodismo y se preguntan cómo un tipo que documenta desastres -llámese Chechenia o la guerra de Bosnia- lo hace como si fuera un ciudadano más, nunca libre de peligro, para luego sentarse y dibujar viñetas.

Así es Joe Sacco, de 57 años, quien a través de sus novelas gráficas ha mostrado con crudeza y algo de lírica algunos de los momentos más espantosos de la humanidad en el siglo XX. A veces como historiador (la Primera Guerra Mundial) y a veces como periodista (el conflicto Israel-Palestina), este maltés se ha convertido en uno de los hombres que más sabe de los efectos de la guerra. Y se ha especializado en Palestina, tal vez el que mejor refleja su cotidianidad, sus miedos, sus muertos. Como siempre ha dicho de las víctimas, su misión es “mostrar que son seres humanos”.

Este historietista hará parte del Premio y Festival Gabriel García Márquez que comienza el jueves en Medellín, donde hablará de cómic y periodismo.

SEMANA: Es difícil clasificar a Joe Sacco, pues es dibujante, historiador, antropólogo, periodista. ¿A cuál de esas profesiones se siente más cercano, con cuál se identifica?

JOE SACCO: Me considero un dibujante, pero obviamente, la mayor parte de mi trabajo es de naturaleza periodística. La antropología también influye en mi labor, pero solo accidentalmente, creo, porque yo simplemente trato de mostrar cómo vive la gente en el presente y no solo dictar sus historias.

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SEMANA: Usted, quizá, es un reportero de guerra. ¿Por qué decidió centrar su trabajo en grandes conflictos del siglo XX, como Palestina y los Balcanes? ¿El hecho de ser dibujante le permite describirlos mejor, ser más crítico, más objetivo?

J.S.: En realidad no me considero un reportero de guerra, aunque sí he trabajado en zonas de conflicto. Y no estoy seguro de que los cómics, por su naturaleza, me permitan describir lo que está pasando mejor de lo que puedan hacer los periodistas que trabajan por otros medios. Simplemente es diferente. Tampoco diría que el medio hace mi trabajo más objetivo. No estoy seguro de que ningún medio pueda ser clasificado como objetivo. Los cómics son subjetivos por la naturaleza de los hechos que muestran, además un artista toma decisiones sobre cómo representar una escena, y esas decisiones pocas veces son neutrales.

SEMANA: Pero su trabajo puede llegar a ser más impactante que las imágenes del cine, la televisión, la fotografía o hasta de una buena crónica…

J.S.: Cada medio tiene sus propias ventajas. El poder de los cómics es que el dibujante siempre puede ilustrar el momento mortal, el peor momento. Además, pueden llevar al lector a lugares a donde las cámaras no pueden llegar, como una sala de tortura. Un dibujante puede abrumar al lector con escenas brutales que puede crear muy fácilmente, así que las restricciones son muy importantes.

SEMANA: ¿Por qué su gran interés por el tema de Palestina? “Quiero darles voz a los palestinos”, ha dicho usted. ¿Siente que ha habido un cambio, que sus libros han servido para algo?

J.S.: Me interesé en Palestina porque crecí pensando que los palestinos eran terroristas. Y llegué a la conclusión de que los periódicos y los noticieros de las cadenas de televisión (especialmente en Estados Unidos) solo usaban la palabra Palestina cuando estaba relacionada con el secuestro de un avión o la explosión de un bus por una bomba. Ese tipo de reportajes con hechos selectivos, sin ningún tipo de contexto, me habían dado, obviamente, una idea muy sesgada de todo un pueblo. Más o menos al mismo tiempo que ocurrían las masacres de palestinos en los campos de refugiados en Líbano, al inicio de los años ochenta, yo comencé a caer en cuenta de que algo más estaba pasando, y comencé un largo proceso de leer, aprender y educarme más sobre el asunto. Eventualmente visité Palestina y escuché el otro lado de la historia.

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SEMANA: ¿Han servido?

J.S.: En cuanto a que mis historias hayan sido útiles, no creo que me detenga mucho en esa pregunta. La respuesta podría ser decepcionante. A pesar de que siento que poco a poco las ideas de los estadounidenses sobre Palestina están cambiando, mi papel en eso debe ser muy pequeño.

SEMANA: ¿Cuál es su método de trabajo cuando ejerce como reportero de guerra y cómo lo plasma en dibujos?

J.S.: Generalmente uso las fotografías como referencia. Mis fotos no son tan interesantes como las de los reporteros gráficos o los fotógrafos, pero son una referencia muy útil para recordar todo lo que he visto en terreno.

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SEMANA: A algunos reporteros de guerra, tras hacer un cubrimiento de un conflicto, les queda cierta sensación de culpa de no poder haber hecho nada por las víctimas. ¿Usted vivió algo parecido? ¿Hay una imagen de la guerra que siempre tendrá presente?

J.S.: Sentir que no puedes ayudar a la población ocurre siempre en este tipo de cubrimientos, por desgracia. Pero el papel de un periodista es contar una historia más amplia, aunque a menudo eso se hace a través de los individuos que están sufriendo. Y claro, es difícil dejar a estas personas atrás. Pero lamento decir que el periodismo no puede salvar el mundo.

SEMANA: Usted siempre ha mostrado las víctimas, ¿en algún momento pensó abordar el caso colombiano o de algún otro país de América Latina? ¿Qué se lo impidió?

J.S.: Sí, me han sugerido esa idea. Pero completar mis libros puede tomar varios años, ¡y yo no puedo estar en todas partes al mismo tiempo!

SEMANA: ¿Ante la crisis de los medios tradicionales, un periodista como usted, que rompe moldes, cómo ve lo que está pasando? ¿Los lectores cambiaron? ¿El mundo digital nos consumió? ¿Falta calidad? ¿Falta originalidad?

J.S.: Me da pena lo que le está pasando a los medios impresos. Yo aún confío en los periódicos y en otros medios similares para leer noticias. El problema siempre es el dinero: mientras este migre hacia otras vías, como la publicidad en las redes sociales, los periódicos sufren. Y no puedo decir que a los periódicos les falta calidad; si bien tengo mis diferencias con los medios tradicionales, estos son necesarios para que haya un ambiente mediático saludable: ahora es más fácil quedarse en las burbujas que crean las redes sociales, que con sus algoritmos solo muestran puntos de vista similares. Esto ha tenido consecuencias lamentables.