Danza
El poder de la danza
La investigadora María López Belloso cuenta cómo los bailarines echaron mano de las nuevas tecnologías e innovaron su oficio durante la pandemia, y habla de cómo la danza impacta positivamente la sociedad.
En 1982, la UNESCO declaró el 29 de Abril como el “Día Internacional de la Danza” en honor al famoso bailarín y coreógrafo Jean-Georges Noverre. El objetivo era visibilizar la danza como categoría artística, y su valor e importancia para las personas, para la sociedad y para el crecimiento económico.
La celebración de este día en un contexto de pandemia internacional en el que no sólo la danza, sino la cultura en general ha sido uno de los sectores más olvidados por los gobiernos y las políticas públicas resulta esencial.
El papel de la danza durante la pandemia
Con la declaración del Estado de alarma en marzo de 2020, el sector de la danza se encontró ante un escenario complejo. Por un lado, la parte más profesional del sector se encontró con un panorama de suspensión de todo su panel de actuaciones y contratos, sin una respuesta clara a qué hacer con los espectáculos programados que quedaron en suspenso.
Aparte de la suspensión de espectáculos y sus implicaciones económicas y profesionales, el sector se encontró ante la imposibilidad de reunirse y mantener los ensayos, necesarios para el mantenimiento de los bailarines y para poder retomar la actividad cuando las circunstancias lo permitieran.
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Según un informe realizado por la Federación Estatal de Asociaciones y empresas de Teatro y Danza (FAETEDA), durante los tres primeros meses de confinamiento se suspendieron en España 4.091 funciones artísticas. Esto supuso una pérdida de 17, 696, 677,25 €. La pandemia supuso además una incertidumbre total. A día de hoy, el sector sigue sin retomar la normalidad, condicionado por la evolución del covid-19.
Creatividad a prueba
Ante esta nueva situación, el sector de la danza tuvo que poner a prueba su creatividad y su capacidad de innovación, empleando también las nuevas tecnologías, algo que hasta ese momento no era habitual. A pesar de la falta de experiencia en este terreno, se hizo imprescindible en la búsqueda de alternativas a las limitaciones impuestas por el confinamiento en los espacios privados y el distanciamiento social.
Desde un punto de vista más amateur, las academias de danza, escuelas de baile y asociaciones tuvieron que enfrentarse, además de a la dificultad del mantenimiento de la actividad, a los retos de adaptarse a los recursos de su alumnado, y la despersonalización de las clases, factor clave para su éxito profesional.
Pese a todas estas dificultades, la danza, al igual que otras disciplinas artísticas, se convirtió en aliada para muchas personas para combatir el estrés durante el confinamiento, para mantener la actividad física, y para “socializar” virtualmente. No en vano, la aplicación TikTok, que consiste en realizar pequeñas coreografías, ha sido la más descargada durante la pandemia.
Los otros usos de la danza
Además de todas estas contribuciones personales (terapéutica, catalizador emocional…), la danza puede contribuir a la sociedad en su conjunto a través de su uso para fines sociales, y como instrumento de divulgación y sensibilización en distintos sectores y áreas.
Desde el punto de vista académico, existen algunos centros especializados en analizar las contribuciones que la danza puede realizar a distintas disciplinas. Las contribuciones más obvias vienen de la mano de las ciencias de la salud, y el papel que puede desempeñar la danza para el bienestar físico.
En el campo de las humanidades, la danza aporta desde un punto de vista más histórico y artístico. Existen además revistas y asociaciones académicas en torno a la danza, y en torno a su enseñanza.
Divulgación a través del movimiento
Pero además existen pioneros que han empezado a explorar la contribución de la danza como metodología y como herramienta de divulgación científica. Tanto es así que la revista Science cuenta desde hace ya 13 años con un concurso titulado “Dance your Phd” que anima a científicos de distintas disciplinas a traducir sus tesis doctorales en coreografías de danza.
Pese a que puede parecer complejo entender la relación entre temas tan dispares como la física, la química o las desapariciones forzadas en el conflicto del Sahara Occidental, el incremento de coreografías participantes en el certamen cada año ilustra el potencial de la danza como herramienta de divulgación científica.
Promoción de los Derechos Humanos
De entre todos los sectores en los que la danza ha ido adquiriendo relevancia como herramienta de difusión y concienciación, la justicia social y los derechos humanos suponen un ejemplo destacado. La danza puede ser un un vehículo para conectar a las personas con otras que sufren y sienten.
La danza puede utilizar el movimiento para retratar las desigualdades y es un poderoso instrumento para revelar diferentes formas de abuso e injusticia. Así, existen ya eventos, festivales, colaboraciones entre activistas y coreógrafos, y publicaciones de referencia, que ponen de manifiesto el poder de la danza para la movilización social.
Esta conexión entre danza y derechos humanos no es nueva. Como señala Eric Mullis, existe una tradición de artistas de la danza que han desarrollado trabajos sobre cuestiones urgentes de justicia social y, más específicamente, el abuso de los derechos humanos.
Entre otras, este autor destaca: Strange American Funeral de Anna Sokolow (1935), Strange Fruit de Pearl Primus (1945), Southland de Katherine Dunham (1951), Masekela Langage de Alvin Ailey (1969), Womb Wars de Jawole Willa Jo Zollar (1992), Human Writes de William Forsythe (2005), y Black Milk (2006) de Douglas Wright como ejemplos de coreografías reconocidas que han abordado cuestiones de marginalización y grupos vulnerables.
Recientemente, se han incorporado a esta lista trabajos como los realizados por Davalois Fearon sobre la escasez de agua, o los trabajos de Melania Olcina sobre la igualdad de género, evidenciando que el uso de la danza para la denuncia y el activismo social es una realidad y una herramienta en auge.
Este año, el mensaje institucional del Día Internacional de la Danza, a cargo de Friedmann Vogel, del Stuttgart Ballet, ha recogido los retos del sector en el contexto pandémico. Pero en su mensaje, el bailarín principal pone el énfasis en la relación entre la danza y la emoción.
Esperamos que pronto los telones vuelvan a abrirse y podamos volver a disfrutar de los espectáculos. Al mismo tiempo, esperamos que la danza se consolide como una poderosa herramienta de concienciación y movilización, ya que al fin y al cabo, como afirma Friedmann Vogel, “todo comienza con un movimiento –un instinto que todos tenemos–, el movimiento de la danza busca comunicar”.
*María López Belloso, investigadora asociada del proyecto GEARING ROLES (H2020), Universidad de Deusto.
**This article is republished from The Conversation under a Creative Commons license. Read the original article.