LITERATURA
El príncipe volador: los 120 años de Antoine de Saint-Exupéry
Hace 120 años nació Antoine de Saint-Exupéry, autor de El principito, una de las obras maestras de la literatura universal. Su vida fue tan apasionante como una novela de aventuras y misterio.
No resulta fácil entender cómo un libro de apariencia infantil, ilustrado con acuarelas del autor y de apenas unas 100 páginas, haya calado tan hondo en la historia de la literatura universal. Y no solo eso. El principito, obra del escritor francés Antoine de Saint-Exupéry, es el libro escrito en francés más traducido y vendido de toda la historia. Se calcula que es posible leerlo en 250 idiomas y que de él se han vendido 200 millones de copias. Disputa el primer lugar con Historia de dos ciudades, de Charles Dickens. El argumento ha sido adaptado al teatro, la ópera, el ballet, el cine y la televisión.
Su escritura simple, sus ilustraciones y su lenguaje sencillo hacen pensar en un libro para niños. Pero en realidad se trata de una profunda reflexión sobre la naturaleza humana, y por eso impacta a lectores de todas las edades y culturas. Es un libro escrito para los niños de los tiempos de la Segunda Guerra Mundial, pero que, 77 años después, fascina a los niños de hoy, así como a los jóvenes y los adultos de casi cualquier lugar del planeta.
El texto narra la historia de un pequeño príncipe que vive en un asteroide y viaja por el universo. En su recorrido descubre la manera tan extraña como los adultos ven la vida, y así comprende la importancia del amor y la amistad. Todo empieza cuando un piloto, con su avión varado en la mitad del desierto del Sahara, se encuentra con un niño que ha llegado desde el asteroide B 612.
El texto narra la historia de un pequeño príncipe que vive en un asteroide y viaja por el universo.
El piloto comienza a hablar con el extraño personaje y así conoce su vida. En su viaje, el principito descubre diversos personajes que le muestran lo rara que es la vida de los adultos, tan ocupados de sus tareas que olvidan disfrutar la vida.
Como señala Pilar Lozano, escritora de libros infantiles, “nos hace cosquillas en el alma; nos lleva a reflexionar sobre la vida y la estupidez de nosotros, los humanos”. En su opinión, el libro se mantiene vigente en el tiempo “porque nosotros no cambiamos; nos complicamos la vida. No valoramos lo sencillo, lo elemental, lo verdadero… ¡como si encontráramos placer en enredarnos la vida y enredársela a los demás!”.
Al escritor Ricardo Silva le trae muchos recuerdos. “Lo leí en el colegio, me gustó mucho cuando lo leí y he dado por hecho que me sigue gustando”. Señala que su mamá se lo lee por las noches a su hija y que su suegro le regaló a su hijo un muñeco de peluche del zorro. “En ‘El principito’ hay un tono triste y nostálgico que entendemos los adultos mientras lo recordamos. Como autor de libros y de novelas de niños, yo me he dado cuenta de que su estructura –eso de ir de mundo en mundo– es muy inteligente porque es episódica y al tiempo es una sola historia”.
A Pilar Lozano El principito la remite a la idea del adulto castrador. “No aplaudimos los pensamientos sabios y cotidianos de los niños. Con nuestros comentarios y actitudes les vamos cortando las alas de la imaginación, la poesía; del pensar diferente…”.
Este libro tan sui generis le hace honor a la vida de Antoine de St. Exupéry, una verdadera rara avis en el universo de los escritores y poetas. Entre otras cosas porque St. Exupéry, ante todo, fue un aviador. No vivió como un escritor rodeado de libros en un estudio, sino como un piloto en tiempos en que volar todavía era una verdadera aventura.
Antoine Marie Jean-Baptiste Roger, conde de Saint-Exupéry, nació el 29 de junio de 1900 en Lyon. Fue el tercero de cinco hermanos, y su padre, que había heredado el título nobiliario y trabajaba en una compañía de seguros, murió cuando Antoine apenas tenía 4 años de edad.
Se crio en un entorno acomodado y marcado por las mujeres. En 1921, luego de que la Armada de Francia lo rechazó, se enlistó como piloto cuando cumplía su servicio militar en Estrasburgo. Muy pronto comenzó a volar entre Toulouse, en el sur de Francia, y Senegal, en el extremo occidental de la antigua África Ecuatorial Francesa.
Volar en aquellos tiempos en los que los aviones aún eran muy inseguros era toda una hazaña. Y, para completar, Saint-Exupéry volaba con muy pocos instrumentos de navegación. Decía: “Quienes usan aviones más avanzados son más parecidos a los contadores que a los pilotos”.
En 1929 se estableció en Argentina como director de la empresa Aeroposta Argentina, filial de la legendaria Aéropostale francesa. Allí se encargó de montar la red de distribución de correo por el continente. Pero Saint-Exupéry no había nacido para estar sentado en una oficina. Él mismo piloteaba los aviones de su compañía entre Buenos Aires y varios puntos de la Patagonia. De estos viajes y sus peripecias dan fe Correo del sur y Vuelo nocturno, sus dos primeros libros, publicados en 1928 y en 1931, respectivamente. En Argentina se casó con Consuelo Suncín, artista y escritora originaria de El Salvador.
El propio Saint-Exupéry ilustró el libro con acuarelas de su autoría.
La crisis económica de 1929 afectó en buena medida la naciente aviación comercial, y Aéropostale no fue la excepción. En 1932 Saint-Exupéry regresó a Francia, donde comenzó a dedicarle más tiempo a la literatura e incursionó en el periodismo. Realizó reportajes en Indochina (hoy Vietnam), la Unión Soviética y España, pero nunca abandonó la aviación y fue piloto de prueba. En 1935 tuvo un accidente en el Sahara. Él y su navegante André Prevot tuvieron que aterrizar de emergencia en Libia, donde estuvieron cuatro días abandonados a su suerte hasta que un beduino los rescató. Este accidente inspiró su exitosa novela Tierra de hombres, publicada en 1939, y también sirvió de punto de inicio para El principito.
El nombre de Saint-Exupéry no solo quedó en el recuerdo por su legado literario; varios libros y películas se basan en su vida y su trágica muerte.
En 1939 ingresó a la Fuerza Aérea francesa, pero tras la caída de Francia en 1940 se refugió en Nueva York, donde intentó en vano entrar a combatir. En esos meses que estuvo en Estados Unidos escribió El principito, publicado en 1943 en ese país.
Un año más tarde por fin lo aceptaron en las fuerzas aéreas de la Francia libre e ingresó a una escuadrilla de reconocimiento que debía fotografiar la costa francesa del Mediterráneo para planear el desembarco aliado en el sur de Francia. El 31 de julio despegó desde la isla de Córcega a bordo de un Lightning P-38, sin armamento para hacer un vuelo de reconocimiento en el valle del Ródano; nunca regresó.
El principito salió en Francia en 1946, pero Saint-Exupéry no pudo disfrutar de la fama ni de las regalías de esta obra. Su muerte quedó en el misterio. Muchos años después, en las aguas del Mediterráneo, aparecieron posibles indicios de su muerte. En 1998, un brazalete con su nombre y el de su esposa impresos. Unos años después, los restos de un P-38 que solo hasta 2003 pudo ser rescatado y así aclarar que era el avión que el escritor pilotaba. Aunque nunca se estableció con seguridad la causa de su muerte, no se descarta la posibilidad de que lo haya derribado un caza alemán que patrullaba la costa.
El nombre de Saint-Exupéry no solo quedó en el recuerdo por su legado literario; varios libros y películas se basan en su vida y su trágica muerte. Su nombre y el de El principito también viajan por el universo. En 1987, el asteroide 2578 recibió el nombre del escritor. En 1993 bautizaron un asteroide B612, en homenaje a El Principito y a su autor. Y también permanece vivo en el corazón de millones de lectores a los que sus sencillas palabras, sus acuarelas y sus reflexiones les tocaron el alma para siempre.