MÚSICA
“El rock no ha muerto, ha muerto la monocultura”: una charla con Joe Casey, la inigualable voz de Protomartyr
El nativo de Detroit, amante de los equipos no favorecidos (como sus Tigers), charla sobre el nuevo trabajo de la notable agrupación ‘Formal Growth in the Desert’, lo que su ciudad le inspira, este momento en la música, el impacto en su arte de las mujeres importantes y más.
Si no ha escuchado de ellos es porque en cierta medida los de Detroit así lo han querido. La propuesta de Protomartyr, al igual que la de una banda fundamental como Joy Division, se hace importante desde el sentimiento de nicho que transmite, no desde su atracción de masas. Pero, aun si no es forjada para estadios enormes, la agrupación amplifica poderosamente sus discos y los lugares en los que riega música con la experiencia que ofrece. Una extraña amalgama representan, con su pie fundamental en el rock, rozando un sonido cinematográfico, pospunk, que con ironía, repetición hipnótica y una franqueza distinguible y fascinante aborda inquietudes, geografías y vacíos.
En su sexto LP, Formal Growth in the Desert, Greg Ahee (guitarra), Scott Davidson (bajo), Alex Leonard (batería) y Joe Casey (voz) entregan una muestra de su rotunda exploración. Sobre el trabajo y muchas más cuestiones, SEMANA habló con el irreverente Casey. Nos contó sobre las dinámicas de esta banda, que por primera vez incluye una canción de amor en sus temas, que nació como un experimento musical ocioso entre amigos, al que él se sumó como un señor de mayor edad por sus ganas, su habilidad peculiar con las palabras y su manera de soltarlas. Para fortuna de los amantes del rock con espinal dorsal, creatividad y alma, Protomartyr sigue lanzando música de considerable impacto emocional. Ojalá algún día, en esta Bogotá de conciertos, se les pueda llegar a ver, porque no parecen querer detenerse en un futuro próximo.
SEMANA: ¿Cómo ha sido crear nueva música y cómo la ha recibido la gente?
Joe Casey: La música se sintió como una especie de indulto y de respiro tras esos años de pandemia. Volvernos a reunir y trabajar en el estudio fue muy divertido. Y ahora que el trabajo sale es el momento de repetirse. “No leas reseñas”, solo para no hacerse caso y leerlas. Las buenas te pasan de largo y las malas se te clavan en el corazón, así que es malo en ambos casos. Todo parte de sacar un álbum al mundo…
SEMANA: ¿Cómo forjó esa voz única y qué cantantes lo inspiraron a hacerlo?
J.C.: Temprano en la vida de esta banda era considerablemente fácil, porque empezamos como una propuesta floja de punk, y había mucha bulla en los lugares en los que tocábamos. Nadie podía escucharme, era genial. Pero, con el paso del tiempo, mejoramos y comenzamos a tocar en lugares con mejor sonido y a grabar en estudios mejores. Y, ¡oh, no!, me tocó empezar a cantar. Ahora, con honestidad, mis dos influencias son Shane MacGowan, de The Pogues, y Mark E. Smith, de The Fall. Me dieron el coraje de comenzar. Y también mi amigo Kevin Boyer, de la banda Tyvek, de Detroit, un “cantante a pesar de sí mismo” que admiro mucho.
SEMANA: Detroit siempre ha sido un elemento fuerte en su música, ¿cambia eso en este álbum nuevo? ¿Se aleja de esa geografía?
J.C.: En un principio pensé que seguiría atado, porque me gusta escribir sobre lo que pasa en la ciudad. Y, sabes, en pleno covid no salí de la casa. Así que, conforme fueron saliendo estas nuevas canciones, sentí que podía volver a hablar de sentirse extraño de todo lo que sucedió en la ciudad en esos tiempos. Y en otra canción, simplemente decidí hablar de los Detroit Tigers (equipo de béisbol). Así que hay suficiente contenido relacionado a Detroit para complacer a quienes lo buscan.
SEMANA: Parece que el béisbol es parte de su vida, ¿qué tanto?
J.C.: Va y viene, sube y baja. Era enorme cuando yo era joven, los Tigers fueron campeones de la Serie Mundial en el 84′, y estaba en la edad perfecta para gozarlo. Y, quizá cuando estudié en la universidad viví años en los que pensaba que el béisbol era estúpido, que las bandas de música eran lo máximo. Pero es un amor que va y viene, porque justo acabamos de hacer el lanzamiento de este disco en el estadio de los Tigers. Eso, creo, significa que de nuevo me gusta. Y me gusta que hoy en día los Tigers son un equipo desfavorecido, no son favoritos en absoluto, y siempre le hago fuerza a los “underdogs”.
SEMANA: Sus colegas de banda le ofrecen un tapete sónico de lujo, ¿cuánto lo asombran?
J.C.: Alex se la pasa sorprendiéndome. Y como en concierto él está justo detrás de mí, y no puedo ver lo que está haciendo, ocasionalmente veo videos en vivo. Y pienso, “¿Qué putas? ¡No puedo creer lo que está haciendo!”. Ni siquiera comprendo cómo logra producir ese sonido. Y en el estudio, específicamente, recuerdo que Greg estaba trabajando en la canción “The Author”, hacía ese final, y sumaba reverbs mientras esculpía ese sonido final. Y ahí como que me impactó que Greg sabía exactamente lo que hacía, que sabe muy bien lo que hace.
Empezamos esta banda, y ellos vivían sus tempranos veintes. Y aún los considero “chicos” de alguna manera, pero sé que se han vuelto muy, muy buenos en lo que hacen. Me impresionan todo el tiempo.
SEMANA: ¿Cambió la dinámica en cómo Protomartyr hace sus canciones?
J.C.: Fue distinto, porque saliendo de covid no sabíamos si teníamos material para un nuevo disco. Las primeras dos canciones fueron nosotros testeando lo que podía pasar. Y luego, considerando que Alex vive en Nueva York, Greg fue allá y con él trabajó algunas canciones.
Pero la mayor diferencia tuvo lugar cuando lo grabamos. Porque antes teníamos tiempo muy limitado en el estudio, y la mayoría de ese tiempo se iba en “grabar guitarras” y en “hacer overdubs”, y luego el último día me decían: “Listo, Joe, entra ahí y cántate el álbum”, y odiaba esa dinámica. Esta vez fui engranando en los esqueletos de las canciones, y en algunas esto le permitía a Greg construir alrededor de mi voz. Fue una nueva experiencia, y fue muy agradable para mí no tener que soltar todas las vocales en un día.
SEMANA: ¿De qué habla en estas canciones nuevas?
J.C.: El álbum empieza en el escenario del mundo poscovid, donde todo el mundo trata de seguir adelante y olvidar. Y empieza en esa desolación, en ese desierto. Pero lentamente avanza y se va convirtiendo en algo más lozano. Y, ocasionalmente, tomo un paso al costado para hablar de los Tigers (equipo de béisbol de la ciudad) o para quejarme de la gente rica, que es mi principal impulso. Pero lo principal es ese avance hacia la aceptación personal, ese avance desde el desierto hacia el jardín, hacia el amor. Y de ahí sale la primera canción de amor que he escrito, Rain Garden; me pareció que después en el sexto álbum ya era hora de involucrarlo como tema.
SEMANA: Seis discos lanzados en casi diez años. ¿Hay carpe diem en ese frenesí?
J.C.: Sí, pero bandas como los Osees sacaban tres discos por año, y uno se pregunta cómo hacían. Ahora recuerdo que cuando era niño las bandas que me gustaban sacaban de a disco por año; y luego me dolía sentir que ese ritmo se iba haciendo más lento. Y mi temor es ese, no quiero que llegue el momento de bajar el ritmo, de ralentizar los tempos, de encerrarnos en las propias cabezas. Siento que, mientras existimos como banda y estamos en la capacidad de crear, debemos crear, debemos hacer. Y eso se dice mucho más fácilmente de lo que se hace, porque en una banda eres un colectivo y poner a cuatro personas de acuerdo en algo es un proceso difícil. En general, estamos en la misma página y sabemos que no lo podremos hacer por siempre.
SEMANA: Es casi una ciencia, esa de estar en la misma página a nivel común...
J.C.: Es interesante, porque empezamos en 2010, y yo era el vejete de 35 años. Y ahora, todos ellos llegaron a los 35, y están viviendo cosas que yo vivía cuando comenzamos a tocar. Y parece que ahora trato de ser ese tipo en la mitad de sus cuarentas que dice “¡Sigamos dándole!”. Y sí se pone más difícil, tu cuerpo sí comienza a desajustarse de a pocos, hay que admitirlo. Creo que por eso les mido la temperatura a mis colegas antes de cada disco. Preguntándoles si siguen emocionados con esto. Usualmente parecen emocionados. Y, quizá me mienten muy bien, pero tenemos un nuevo disco y eso prueba algo.
SEMANA: Con su música vienen tremendos videos y conciertos íntimos y arrolladores. ¿Qué disfruta más?
J.C.: Del trabajo en estudio, me gusta mucho idear las letras, lo considero un rompecabezas. Cada canción es diferente, y me fascina pensar en la mejor manera de resolver cada una. Para los videos, hemos reunido a un grupo de personas con las que hemos trabajado, con quienes hay una comunicación fluida y traen una perspectiva externa sobre lo que estas canciones evocan. Usualmente, le pongo cuidado a la opinión de una persona más, así que es interesante ver que suma a la ecuación.
Todavía me da susto salir al escenario, todavía me da la impresión de que no quiero hacerlo noche tras noche, pero, entonces, salgo y lo hago y lo aprecio.
Y sobre los toques en vivo, es interesante porque esa es casi que la razón de tener la banda. Y todavía me da susto salir al escenario, todavía me da la impresión de que no quiero hacerlo noche tras noche, pero, entonces, salgo y lo hago y lo aprecio.
Al sacar música nueva, hay un periodo entre el momento en el que sale el álbum y la gente lo escucha y reacciona; o lo ama, o lo odia o ambas. Y luego de este periodo las tocas en tus shows, donde se congregan quienes pagaron por ir a verte. Esta gente es más clemente que la mayoría, y ante ella el sentimiento es muy bueno. Además, es especialmente gratificante ir a lugares a los que no hemos ido. Es uno de los motores que nos mantienen andando, una lista de lugares, donde está Latinoamérica, donde sigue Japón, de lugares por visitar.
SEMANA: Se dice que el rock ha muerto. No parece al escuchar sus discos. ¿Qué opina de esta era de la industria musical, del streaming, YouTube, los NFT e inteligencias artificiales?
J.C.: La idea de que el rock ha muerto no es cierta. Lo que sí ha muerto es la “monocultura”, esa cosa que todo el mundo estaba forzado a consumir. Y los intentos de alimentarle a la gente lo que debería consumir son terribles. El rock mainstream está quizá en su peor punto, pero no importa mucho porque hay opciones, porque todo se ha fragmentado. No sé si eso sea necesariamente bueno o malo, pero es genial que si te gusta un tipo de música puedas disfrutarlo sin tener que escuchar los orines que te suelen ofrecer.
La IA se podría usar para agilizar el trabajo de ejecutivos e intermediarios, toda esa gente que no crea cosas. Un computador podría reemplazarlos, pero jamás lo verás, porque ellos suelen ser los que tienen el poder.
Sobre los NFT, me parecen repugnantes, odio esa idea, y la música por inteligencia artificial (IA) me parece estúpida. La IA se podría usar para agilizar el trabajo de ejecutivos e intermediarios, toda esa gente que no crea cosas. Un computador podría reemplazarlos, pero jamás lo verás, porque ellos suelen ser los que tienen el poder. Respecto al streaming, justo hoy leí un artículo sobre Spotify y cómo no es rentable, y no sorprende considerando que gastaron todo su dinero en tratar de hacerse fuertes en pódcast, en alejarse de la música, porque no son una compañía de música, son una compañía de información. No tengo Spotify…
efectos irónicos: el nuevo disco en spotify (y también una opción)
SEMANA: ¿Cómo escucha su música?
J.C.: Por fortuna, recientemente me casé con una mujer que tiene un tocadiscos. Nunca antes tuve uno, así que ahora tengo cómo escuchar los discos que fui comprando aquí o de gira. Y veo uno que otro video en YouTube, escucho cosas en Bandcamp, pero ahora que tengo tocadiscos en eso me enfoco.
SEMANA: Su madre murió hace poco y recién habla de su esposa. ¿Cómo lo forjaron y lo siguen forjando las mujeres?
J.C.: Es una buena pregunta. Y esa canción, The Author, es ciento por ciento sobre mi madre. Cuando alguien muere, puedes caer en tu propia desesperanza y pensar que estar triste, de manera autojusticiera, es la única manera de celebrarlo. Pero, entonces, y esto lo sentí con la muerte de mamá, llegas a un punto de recordar que era una persona tan feliz y que crio tan bien a su familia y no le dio más que amor; intentas celebrarla así, lanzándole amor al mundo y vivir a la altura de su ejemplo. Fue muy bueno escribir una canción positiva sobre mamá, no una canción sobre su muerte, que es un hecho profundo que nos afecta a todos los que la conocimos. Y, ahora, encontrar a alguien que quiera vivir conmigo es simplemente genial. Es un maravilloso bonus.
Fue muy bueno escribir una canción positiva sobre mamá, no una canción sobre su muerte, que es un hecho profundo que nos afecta a todos los que la conocimos.
SEMANA: Joe, cuéntenos de los conciertos que le volaron la cabeza...
J.C.: ¡Hablé de esto hace no mucho! Hay dos, uno, cuando The Fall fue a Detroit. Y seguramente Mark E. Smith se había roto la cadera o algo, o simplemente era perezoso, porque anduvo sentado todo el toque en una silla en una mesa, mientras tocaba el resto de la banda. Y vistió un guante de cuero, y le cantaba al micrófono, y con la otra canción se la pasó doblando y desdoblando una toalla. Y me pareció lo más fascinante que había visto en la vida.
El otro, justo recordé, fue cuando Rocket from the Tombs se volvió a conformar, antes de que nacieran las bandas Pere Ubu o los Dead Boys. Y parecían reunir las dos cepas de punk, y con ellos tocó Richard Lloyd de la banda Television. Sucedió hace muchísimo, y quizá no tenía cómo saber que estaba presenciando la historia. Y fue como ver a estos viejos (que seguramente tenían la edad que tengo yo ahora) arrollar, y tocaron “Sonic Reducer” y muchos de estos clásicos. Esos dos son los dos mejores conciertos de mi vida.
Protomartyr retro extra: videos, imágenes, canciones
De su disco anterior, con el que entraron a este radar, el notable Ultimate Success Today, compartimos el video de una gigante canción como lo es “Processed By The Boys” que se inspiró en un episodio que marcó la cultura brasileña (y para algunos revela más del espíritu de ese país que el fútbol, la samba o la bossa nova).
La música de ese momento (un 2020 lleno de zozobra y angustia), como la de este momento, retadora en frentes dramáticos de desigualdad y censuras, es espiritualmente clarividente en tomarle el pulso trágico a los días pero también desnudarlos en sus absurdos y en su ironía. De ahí fluyen un tono y un sonido respondón, burlón, genuino, honesto.
Y si bien Protomartyr merece atención, si no la consigue, como los buenos Michigan Hammers que son, seguirán arrollando intimidades con su música.