Historia musical
El secreto de los Stradivarius: mucho más que maderas en salmuera y sonido áureo
Científicos aseguran haber descubierto uno de los “secretos” de los Stradivarius, pero no se acercan a descifrar la clave de un instrumento que es obra maestra y misterio a la vez.
El primer “virtuoso” de la historia se llamó Niccolò Paganini. Fue el primero que consiguió dominar su instrumento hasta límites sobrehumanos y, como si se tratara de un personaje salido de la literatura fantástica, deslumbró al público de una manera sin precedentes. Era violinista.
Cuando aparecía sobre el escenario, delgadísimo y desgarbado, el pelo muy largo y el color de la piel a la luz de las candilejas lucía entre verde y gris, como si viniera del más allá. El público experimentaba una sensación de temor, alimentada por la leyenda que lo precedía. Unos decían que para lograr el dominio de su instrumento, Paganini había firmado un pacto con el diablo; otros creían que en realidad se trataba de un vampiro. Su salud era un desastre y, como padecía sífilis, era tratado con mercurio. De ahí el macilento color de su piel que le proporcionaba esa figura espectral.
Sin embargo, cuando el violín quedaba atrapado bajo su mentón, el codo del brazo izquierdo se pegaba al cuerpo, adelantaba el pie derecho hacia adelante y el arco rozaba las cuerdas, parecía que un espíritu sobrenatural lo invadía y el público no podía resistirse al sortilegio de su música. Schumann, Chopin y Liszt sucumbieron a su embrujo.
Su leyenda estaba íntimamente ligada al instrumento que tocaba o, mejor, a los violines de su colección, todos salidos de los talleres de Cremona. Allí, en el paso del siglo XVII al XVIII, se fabricaron los mejores instrumentos de todos los tiempos, obra de los legendarios “violeros”: los Amati, Carlo Bergonzi, la familia Guarneri y, por encima de todos, Antonio Stradivari. Paganini era propietario, entre otros, de un Giuseppe Guarneri denominado Il cannone por su sonido vigoroso, que utilizaba con inusual frecuencia, y dos Stradivarius.
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El más importante de los dos revela un recorrido diciente y fascinante: un encargo del conde Cozio di Salabue llegó a manos del violinista en 1817; a su muerte, en 1840, su hijo Aquiles se lo vendió a Jean-Baptiste Vuillaume; luego, aparentemente, pasó a la corte del Reino de las dos Sicilias y Carlos III lo llevó a Madrid; en 1854, Isabel II de España se lo regaló a Pablo de Sarasate, entonces un niño de 10 años, y le completó el regalo con una beca para ir a estudiar a París. Sarasate tuvo el gesto de legarlo al Real Conservatorio de Madrid en 1909, donde está expuesto en una urna de la que sale en algunas ocasiones para ser interpretado por grandes instrumentistas. La corte española posee la mejor colección de Stradivarius del mundo.
Esta es la historia de solo uno de los cerca de 600 instrumentos que sobrevivieron, de los casi 1.200 que a lo largo de su vida fabricó Antonio Stradivari. Por increíble que parezca, cada uno tiene su historia y características, no hay dos iguales y, de la mayoría, se puede establecer el camino recorrido, desde el momento en que salió del taller y los nombres de cada uno de los propietarios a lo largo de más de 300 años, así como dónde está hoy.
Los Stradivarius fueron famosos, costosos y apreciados desde siempre, muchísimo más que otros instrumentos salidos de los otros talleres de luthería de Cremona, porque eran los mejores. Desde luego, no todos son de la misma categoría, los mejores son los que pertenecen a la denominada época de oro.
El siglo XX introdujo la novedad de convertirlos en objeto del fetichismo de los coleccionistas. Una peste que, a la final, ha terminado convirtiéndolos en talismanes de colección y no en instrumentos para hacer música. Así, en 2006, Christie’s subastó el Hammer por 3.544.000 dólares a un comprador anónimo, que probablemente lo preserva en una caja fuerte. También los hay adquiridos por museos, bancos u otras instituciones que los facilitan, hasta los alquilan, a grandes violinistas, para actuaciones excepcionales o grabaciones. En todo caso, el asunto no es gratuito. Son violines legendarios y la ciencia no ha logrado, como ocurre con otros instrumentos, el piano, por ejemplo, superarlos. Es decir, un Stradivarius es, a la vez, una obra maestra y un misterio.
Es obvio que buena parte del secreto reside en las maderas con las cuales fueron construidos. Primero se aseguró que se trataba de madera de naufragios, luego que no, que fueron maderas de la región de Cremona cuya calidad y dureza fue el resultado de un periodo de intenso frío que azotó Europa entre 1645 y 1715, maderas que Stradivari personalmente escogía en sus frecuentes salidas al campo. El otro puntal estaría, además del trabajo de finísima ebanistería, en la laca que el famoso luthier utilizaba, en la cual se asegura, uno de sus componentes sería una resina llevada a Italia desde la selva del Amazonas.
En todo caso, los Stradivarius obsesionan desde hace años a los científicos, resueltos a demostrar que no hay nada oculto bajo el sol. Joseph Nagyvary, profesor emérito de la Universidad de Texas, conjuntamente con Hwan-Ching Tai, de la Universidad de Taiwán, aseguran haber descubierto el misterio: las maderas, previamente a la construcción de los violines, eran sometidas a un agresivo tratamiento. El primero en hacerlo fue Andrea Amati, maestro de Stradivari, que las trataba con bórax, cinc y sulfato de cobre. Stradivari, su discípulo, prefirió, aseguran los científicos, sumergirla en una salmuera que contenía sal de cocina y potasio, tratamiento que obraría cambios en las condiciones físicas de la madera, que luego incidirían en el sonido soberbio inigualable de sus creaciones. Apenas a unas cuadras de distancia, en el taller de los Guarneri, la madera también era tratada, pero con aluminio, potasio e hidróxido de calcio; muy eficiente, pero a juzgar por los resultados, no tanto como la sencilla fórmula de Stradivari, que debía conseguir, sin el menor problema, en la farmacia más cercana a su casa.
En todo caso, para un violinista tocar un Stradivarius es un privilegio. Carlos Villa, que de los colombianos ha sido hasta el momento el que ha tenido más oportunidades de tocar un Stradivarius, declaró a SEMANA: “Sí, sí es verdad que son grandísimos instrumentos, el mejor que he tocado es el que está en posesión de la reina de Inglaterra, que usé durante los años en que me desempeñé como concertino de la New Philharmonia en Londres. Sí, son grandes instrumentos, pero el sonido y la música dependen en realidad del violinista que lo toca”.
Es verdad que son grandísimos instrumentos, el mejor que he tocado es el que está en posesión de la reina de Inglaterra, que usé durante los años en que me desempeñé como concertino de la New Philharmonia en Londres. Sí, son grandes instrumentos, pero el sonido y la música dependen en realidad del violinista que lo toca
Joseph Nagyvary y Hwan-Ching Tai han descubierto uno de los secretos. Los demás, por el momento, siguen en el misterio. Además, un Stradivarius por sí solo no obra milagros. Todo depende del Paganini.