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“Falcon y el Soldado del invierno”, un polo a tierra después de “Wandavision”
Disney + y Marvel demuestran que cambiar la velocidad y el tono de sus series de entrega semanal le funciona para mantener a la audiencia cautivada. Este estreno marca un Marvel de cuello azul a tono con dolores actuales de la pequeña y mediana empresa y el trastorno del ex combatiente.
No va romper moldes, Falcon y el Soldado del invierno, no como lo hizo Wandavision. Pero entra bien en este momento precisamente porque vino después de ese frito y satisfactorio ejercicio narrativo del Universo Marvel. Porque tiene acción y porque tiene corazón obrero.
La fritura de Wanda
Del “mundo” que quedó colgando al final de Avengers: Endgame, la audiencia respiró a lo largo de la anormalidad cerebral-energética de la serie protagonizada por Elizabeth Olsen. En esta, como audiencia, sabemos que habitamos el universo posterior al que Thanos desvaneció y los sacrificados Avengers recompusieron a su manera, pero más nos centramos en ese personaje capaz de hacer de todo un pueblo una prisión psicológica, un mecanismo de defensa sentimental.
A través de la narrativa, que hábilmente reencauchó sitcoms gringas desde los 50′s hasta los 90′s (y llevó a muchos impacientes de gatillo fácil a renunciar a ella y criticarla al principio), Wandavision abordó una superheroína y su amado, sumó otros personajes y una villana interesante, sí. En el fondo, trató sobre un duelo que se vio forzada a deconstruir de a pocos, por más dolor que le implicara. No le quedó opción cuando entró en cuenta de que le estaba arruinando la vida a miles de inocentes.
Esa trama se concentra en un pueblo de Nueva Jersey y en sus alrededores, donde las autoridades tratan de ver cómo lidiar con la situación. Geográficamente, fue confinada. Y, en ese sentido, Falcon se distancia rápido. Desde el arranque patea el tablero, o mejor, lo echa por los aires.
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Chau, fronteras. Hola, villanos
En “Falcon” volvemos a los amplios espacios, al mundo. Al Medio Oriente, a Túnez. La serie nos recuerda muy pronto en sus primeros minutos por qué Falcon lleva ese nombre. Lo seguimos en una operación en los cielos que involucra velocidad, peligros, aviones, helicópteros... Las secuencias de acción y las persecuciones en el aire (tanto de máquinas como de otros seres voladores) resultan bastante entretenidas. Marvel no se anda con jodas, y por eso se ve genial volar entre túneles de piedra mientras se combate lo inevitable.
Luego vamos también a Suiza para conocer la amenaza que él y Bucky Barnes enfrentarán. Un clan marcado por una máscara que quiere abolir las fronteras. Que tiene un líder de, oh sorpresa, fuerza descomunal (levemente reminiscente a Bane, de Batman).
Muy fuertes, muy humanos
Marvel es un artilugio de acción y fantasía con raíces en la emoción humana. En el presente de su universo, el mundo vio a millones desvanecerse para luego regresar cinco años después. Por eso no sorprende que sean prominentes temas como la pérdida, el duelo, y el peso del regreso de alguien después de años.
Wandavision los abordó de una manera. Falcon de otra más aterrizada. Presenta una imagen de ese momento desde una perspectiva más cercana a antiguos combatientes de guerra y de gente común y corriente que lucha por mantenerse. Una perspectiva más de cuello azul.
Por un lado, está “Bucky” Barnes, ese “Soldado de invierno” converso hacia el lado del bien que no se ha logrado librar de las terribles pesadillas que lo desvelan, sobre crímenes que cometió en el pasado.
Lo vemos en el consultorio psicológico, también en el bar, donde comparte con un abuelito que parece ser su amigo y confidente. Nos enteramos de que ese abuelito es el padre de una de sus víctimas inocentes. Barnes trata de hacer las cosas bien, quiere decirle por qué es su amigo, quiere aclararle la duda que a su vez no lo deja dormir, “¿quién mató a su hijo, por qué?”. Aún no se atreve. Es fuerte, pero no tanto.
Del otro lado, Falcon. Luego de su aventura aérea, a Sam lo vemos en Washington, en un homenaje a su amigo, el Capitán América. Ese que le cedió su escudo. Le rinde un homenaje, pero lo extraña y no quiere tomar posesión de su símbolo. Es su manera de respetar a su amigo y, a la vez, ir contra sus deseos. En este primer episodio queda claro porqué se arrepentirá rápido de esa decisión.
A Sam también lo seguimos en ruta a su Luisana natal, donde su hermana Sarah ha estado tratando de mantener a flote el negocio familiar. Discuten, los hermanos. Ella quiere vender el barco en el que crecieron, está quebrada, él le dice que el banco los va a apoyar, que confíe en él. Pero Sam, que ha estado salvando al mundo por los aires, tiene pendiente una cita con el sistema financiero, ese que en Estados unidos o Colombia más se preocupa por poner trabas que por apoyar.
La anti maratón
Disney + sigue y seguirá apostándole a ser el anti Netflix, con entregas semanales que neutralizan la idea del maratón de streaming. Lo puede hacer porque tiene el músculo de franquicias supremamente fuertes que mantienen enganchada a la gente (también lo hizo con The Mandalorian, de Star Wars y con la mencionada Wandavision, sus dos grandes series a la fecha).
En esta, se aleja de heroínas con poderes mentales y de una figura como la que representaba Tony Stark, millonaria. Falcon y Barnes se sienten más cercanos al común que muchos otros Avengers: la nota de humor no está tan presente, pero sí una de empatía humana. Es por eso que justo ahora vemos sus historias.
¿Vendrá luego la clave de humor extraña de Loki? Nada raro. Con Marvel, no hay puntada sin dedal. Como un gran pitcher de Grandes Ligas, va modulando sus lanzamientos.
Y en el partido no le está yendo nada mal.