Cultura
“Dios me hizo tal y cómo soy, es decir, me hizo lesbiana y también mamá”
Elizabeth Castillo, una de las activistas más reconocidas de la población LGBT, lanzó el libro ‘No somos etcétera’, un recuento histórico de este movimiento en Colombia.
No somos etcétera tiene los colores del arcoíris en la carátula y cuenta la historia de la comunidad LGBT en Colombia en los últimos 20 años, confrontando a la homofobia, al catolicismo y a la idea tradicional de familia.
Pero ni la conocida bandera gay, ni la temática del libro, significa que solo esta población debería leerlo. Elizabeth Castillo escribió para todos: para los que están saliendo del clóset, para los que no saben y quieren acercarse al tema, para los heterosexuales, para los que llevan años de activismo y para los que, como ella, son mucho más que una sigla de orientación o identidad sexual.
Puede leer: Radiografía así es ser LGBTI en la Colombia rural
SEMANA: ¿Cómo surge No somos etcétera?
Elizabeth Castillo: Por un lado, de un interés de preservar la memoria de este movimiento social, que aporta mucho a la democracia del país. Y, sobre todo, de una intención de aproximar el tema a la gente que no lo conoce. En el libro me empeloté emocionalmente y sueño que en diciembre un chico o una chica homosexual le regale a su abuelita No somos etcétera. La abuelita lo va a entender y tendrá una nueva perspectiva de lo que está afrontando su nieto o nieta.
SEMANA: En el epílogo asegura que Colombia sí está lista para aceptar a la población LGBT, ¿cree en esto a pesar de la discriminación?
E.C: Un día encontré un discurso en el libro de Martin Luther King titulado ¿Por qué no podemos esperar? (1964) y es una invitación a no esperar a que el país esté supuestamente preparado para la igualdad de derechos, que ha sido una excusa para negarlos. ¿Colombia está lista para la violencia pero no para respetar los derechos de un grupo poblacional? Yo creo que el país sí está preparado para aceptar la diferencia, entender que existimos y que merecemos ser felices.
SEMANA: Usted asegura que los políticos no deben utilizar los derechos de la población LGBT como moneda de cambio. ¿Cómo tratar el tema en campañas políticas?
E.C: El riesgo que afrontamos es que coopten la agenda de diversidad sexual. El Centro Democrático ya lo intentó. A través del discurso ridículo de los ‘no heterosexuales’, le taparon el escándalo a un expresidente investigado por masacres en sus fincas. La noticia sale el día previo a que ese expresidente, que jamás había hablado de diversidad sexual, publicara un video sobre el tema. El libro quiere impedir la manipulación descarada de la agenda de la igualdad.
Le sugerimos: El acuerdo de la Comunidad LGBTIcon las FARC
SEMANA: A veces se define como activista, a veces como abogada y otras como lesbiana. ¿Es agotador tener que identificarse así siempre?
E.C: Todos nos identificamos pero con etiquetas distintas: “yo soy rolo, yo soy hincha de Nacional, yo soy católico, yo soy de Los Andes”. La única diferencia es en qué escenarios y cómo nos identificamos. Muchas veces uso la identidad de lesbiana porque políticamente da un mensaje, pero no soy solo eso: también mamá, hija, católica, abogada, activista y un montón de cosas.
SEMANA: Uno de los capítulos se llama “la homofobia no es cristiana”. ¿Cómo es su relación con la religión?
E.C: Yo tengo una relación muy cercana y tranquila con el catolicismo. Soy una católica convencida de que Dios me hizo tal y cómo soy, es decir, me hizo lesbiana y también mamá. Si mis papás católicos, que son imperfectos y humanos me aceptan, ¿Dios que no es humano y es perfecto por qué no lo va a hacer?
SEMANA: ¿Por qué decidió dedicarle todo un capítulo a los conceptos de género, sexo y sexualidad?
E.C: Si uno no entiende los conceptos básicos de género le cuesta mucho entender el resto. Las personas deben tener claro que lesbianas, trans, gais y bisexuales somos distintos, que muchos no queremos cambiar de sexo, que algunos queremos tener hijos, que somos heterogéneos. Así se facilita hablar de derechos.
SEMANA: ¿Qué sucede cuando políticos o líderes de opinión se resisten a estos conceptos?
E.C: La resistencia es lógica. Antes, decir que los negros eran iguales a los blancos generaba escándalo. La gente tiene que entender que una persona homosexual tiene los mismos derechos. Cualquier cosa que se aleje de lo tradicional causa ansiedad y angustia, sobre todo, si es manipulada por quienes tienen un interés político y lo disfrazan de convicciones religiosas. Pero cada persona puede unirse a esta causa y ponerse del lado correcto de la historia.
Le recomendamos: Se abre en Bogotá Casa Kanú un espacio para la literatura la cocina y el arte
SEMANA: ¿Qué importancia tienen entonces los discursos que protegen esa tradición?
E.C: Decir cosas como “es mejor que los niños no estén cerca de homosexuales” es profundamente violento. A través de tres casos –el asesinato de un activista gay en Uganda, la masacre en el bar Pulse de Florida y el suicidio de Sergio Urrego- muestro que cuando se radicaliza el discurso, en el marco de discusiones legales o políticas sobre derechos de la población LGBT, hay crímenes de odio.
SEMANA: ¿El activismo agota?
E.C: Sí, mucho. Por ejemplo, en la discusión sobre matrimonio igualitario fue tremendamente agotador dar la cara con mi pareja, porque es mi vida privada en el espacio público. Pero la mayoría de las veces es profundamente satisfactorio. Espero sentirme así cuando los lectores de No somos etcétera sientan tranquilidad y digan ¡somos un montón y tenemos derecho a ser felices!