Arte
‘En el ojo nace la rosa’: Luz Lizarazo es arte, mujer, madre, profesora de yoga y “hasta bruja” en Casas Riegner
La práctica artística de Lizarazo habita en sus dibujos, acuarelas, pinturas, esculturas, bordados e instalaciones. Hasta el 10 de junio, la artista presenta mucho del cuerpo de su iluminante y variado trabajo.
“No me da pena mostrar lo que soy y lo que hago. Esta exposición parte de esa pregunta de quién soy yo realmente: alguien que cuida, alguien que se cuida y que mira mucho hacia adentro”, asegura Luz Lizarazo (Bogotá, 1966) al hablar sobre En el ojo nace la rosa, la amplia exhibición de su arte que tiene lugar estos días en Bogotá.
Luego de una reveladora retrospectiva de su arte en el Museo de Arte Moderno, que tuvo su momento de brillar también en el Museo La Tertulia de Cali en 2022, la artista presenta casi la totalidad de su cuerpo de trabajo en esta muestra, que el público puede visitar en la galería Casa Riegner hasta el 10 de junio. Con más de 30 años de recorrido artístico, aquí Lizarazo se aleja de estereotipos y abre al fin la ventana a integrar sus muchas y diferentes facetas.
Durante varias décadas de carrera, el arte poético y político de Lizarazo ha desarrollado un lenguaje visual propio que confronta el sometimiento sistémico de la voz y el cuerpo femenino, creando un espacio que reconoce y celebra la autonomía, la sexualidad y la liberación femenina. Aquí, este camino queda en perfecto despliegue.
Porque en los conjuros artísticos que comparte en la exhibición están impresas sus venas de mujer, de madre, de profesora de yoga, de investigadora, y “hasta de bruja”.
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La exposición consta de pinturas en gran formato, dibujos, objetos en cerámica, y esculturas acompañadas de piedras, cuarzos de sanación, pantas y objetos llenos de símbolos. Que no lo sorprenda que una reja metálica también es una puerta que se abre y se cierra con ojos (y cierra esta nota). En el universo de Luz Lizarazo, las piedras representan consciencia y dialogan espacialmente y espiritualmente con un esqueleto de colchón rodeado de cuerpos, flores y velas.
En el ojo nace la rosa se divide, además, en tres partes: El Día, el transcurso de la vida, según explica la artista, la Noche, el descanso y la mirada hacia adentro, y el Centro, un eclipse donde luz y oscuridad se encuentran. En estas expresiones se conjugan el brillo y el conocimiento, pero también los miedos y las contradicciones de los seres humanos.
Texto curatorial, de Paula Bossa
La obsesión de Luz Lizarazo por comprender el misterio de la existencia humana, aunada a una sensación de vacío emocional que la invadió por muchos años—producto de una perdida desoladora—la conducen a una búsqueda espiritual que desde hace más de dos décadas ha impulsado y permeado su práctica artística. Ese intento por encontrarle un sentido a la vida, hoy se hace palpable en su exposición En el ojo nace la rosa, una muestra que en su concepción es un diálogo de polaridades, un encuentro cara a cara entre la luz y la oscuridad, el Día y la Noche, dos aspectos del Ser que son integrados a través de la metáfora del eclipse, brindando una comprensión muy profunda de la vida.
Con un caminar artístico de más de treinta años, Luz Lizarazo hoy elige mirar su realidad sin distorsiones, anteponiendo su búsqueda interior con todo lo que eso conlleva, a la exploración constante del mundo externo. Esa insistencia en abordar los aspectos invisibles de la vida sin tapujos, la llevan a conformar una suerte de iconografía o mitología personal, aquella que en palabras del mitólogo y escritor Joseph Campbell “no es ‘mito’ en el sentido de ‘relato falso, fantasioso’, sino lenguaje metafórico acerca de la experiencia directa.”[1] Así, en la mitología de Lizarazo prevalecen símbolos específicos como el cuerpo femenino desnudo, el ojo (abierto y cerrado), la cama, los animales, el fuego, la tierra, el agua y el aire que, a manera de mantras, la artista revisa y repite una y otra vez, como herramientas fundamentales que la acercan a su proceso de iluminación personal.
La indagación plástica del Día inicia con la conformación de un espacio íntimo, iluminado y cálido, en el que sobresale la presencia de una cama decorada con cristales y plantas protectoras de donde brotan torsos en cerámica y representaciones de diosas que renacen del centro de una flor. La cama, al ser “el lugar en donde todo sucede” se convierte en un territorio íntimo, en epicentro del placer y de la energía kundalini[2], en el soporte del cuerpo como templo sagrado que vive y luego muere. El Día, en palabras de Lizarazo, “es la manifestación de la vida” con todos sus aconteceres, es el momento en que las plantas florecen y emergen de los rincones más inesperados, es el movimiento fluido y espontáneo del cuerpo femenino, son los pezones que amamantan un recién nacido, es el ser humano enalteciendo los animales.
La Noche, en contraste, nos invita a atravesar un portal vestido de ojos abiertos y cerrados—símbolos de la visión externa y de la luz interna— que luego nos conduce a un altar deconstruido que sacraliza el espacio expositivo. En él abundan pinturas, objetos encontrados e intervenidos como ofrendas y rituales, representando la verdadera naturaleza de Lizarazo. Asimismo, la sacralidad del espacio es acentuada con una suerte de candelabro, cuyos brazos sostienen bustos de animales, mujeres y hermafroditas en un profundo estado meditativo. Con una vela, la artista señala el chakra corona— el centro energético de la conexión espiritual ubicado en la coronilla— de cada ser, reiterando su entrega y rendición hacia su propio despertar de conciencia.
Luz Lizarazo se vale de la metáfora del eclipse para referirse a ese baile constante, a ese “diálogo complejo de las diferencias”[3] entre la luz y la oscuridad en el que transcurre la vida de todo ser humano. Así, ese juego de opuestos sirve de catalizador, como aquella luciérnaga que sedujo a la artista con su hermoso brillo en medio de la oscuridad, para honrarse a si misma, su quehacer artístico y seguir abrazando su camino espiritual.
[1] Leandro Pinkler, “Prólogo,” en Joseph Campbell, Mitos de la luz. Metáforas orientales de lo eterno. (Buenos Aires: Marea Editorial, 2005), pg. 12.
[2] Según el hinduismo, la kundalini es la energía primordial y creadora que reside en el sacro en forma de serpiente.
[3] Aurora Morera Vega, El diálogo de polares en Gestalt
*La muestra está abierta al público en Casa Riegner, Calle 70A Nº 7-41, en Bogotá.