Danza y Patrimonio
En Siria, una familia damascena preserva una antigua danza sufí que lleva al bailarín a un éxtasis espiritual
Al interior de un café en la Ciudad Vieja de Damasco, Anas, de apenas tres años, deslumbra a clientes y espectadores girando con rapidez sin perder el equilibrio, consagrándose como el derviche “giratorio” más joven de Siria. Él es el futuro de esta danza ancestral sufí.
Proveniente de una familia que practica esta tradición mística del grupo musulmán mevleví (conocidos también como derviches giradores) desde hace un siglo, el niño extiende sus manos mientras baila junto a su padre, Muayad al Jarrat, y su primo.
Sus largos vestidos blancos revolotean cuando el trío gira al ritmo del embeleso espiritual que acompaña a este ritual sufí durante las noches del Ramadán, el mes de ayuno sagrado musulmán.
Jarrat, de 28 años, quiere enseñarle a su hijo esta danza del siglo XIII, que consiste en girar mientras se medita para alcanzar el éxtasis espiritual.
“Anas aprendió a bailar antes que a hablar, es el derviche más joven de Siria”, afirmó a la AFP con orgullo este vendedor de perfumes en un zoco popular de la capital.
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La tradición se transmite de generación en generación en esta gran familia damascena, de la que 20 miembros “actualmente dominan la danza Mevleví”, según Jarrat, quien dedica la mayor parte de su tiempo a esta pasión heredada de su abuelo, y luego de su tío y su padre.
Y esto, pese a las ocupaciones laborales y las dificultades cotidianas en un país sumido en una grave crisis económica tras más de una década en guerra.
Danzar “hacia Dios”
Vestidos con amplias túnicas blancas sueltas y tocados con sombreros cilíndricos, los bailarines se denominan “derviches”, que significa simple o asceta.
Algunos optan por un ‘tarbouche’ negro, un gorro que en su forma alargada simboliza el “álef”, primera letra del alfabeto árabe y de la palabra “Alá”.
Practicado en varios países musulmanes, este arte nació por iniciativa del gran poeta y místico persa Jalal al Din Rumi, en Konya, en la actual Turquía.
“El sufismo en general es un modo de devoción y elevación hacia Dios, y la danza Mevlevie es uno de los medios para llegar a Él”, explica Jarrat.
Actualmente, dice ser capaz de girar sobre sí mismo decenas de veces por minuto “sin desviarse ni un ápice de su postura” inicial.
La danza lo ayuda a sentirse mejor. “Cuando estoy angustiado por las condiciones de vida y la crisis que atravesamos, me encierro en mi dormitorio y comienzo a girar hasta lograr cierto consuelo psicológico”, señala.
Antes de empezar los ensayos, ayuda a su hijo Anas, sonriente, a ponerse la vestimenta derviche.
Animación del Ramadán
Mahmud al Jarrat corrige los movimientos de manos de los niños cuando rotan.
“Extender las manos hacia lo alto es una señal de búsqueda de la misericordia de Dios y un llamado al cielo”, explica.
Cuando éstas se vuelven sobre el pecho, este gesto implica sumisión y humildad hacia Dios, añade el bailarín.
Como la mayoría de los derviches, Mahmud bailó en decenas de países occidentales antes del comienzo del conflicto sirio, en 2011.
“Antes de la guerra, pasábamos más tiempo en el exterior que en Siria”, recuerda.
Pero las restricciones para viajar impuestas a los sirios desde entonces, los han obligado a llevar una vida sedentaria.
La familia Al Jarrat se concentró en animar festivales religiosos locales o ceremonias privadas.
“Íbamos a restaurantes y bodas para hacer nuestro espectáculo”, comenta Mahmud.
“Las tiendas del Ramadán han sido nuestro último sitio de esperanza”, destaca, y que “todos los años espera con ansias el mes de Ramadán para compartir el ritual con la gente”.
En la parte antigua de Damasco, los derviches bailan en casi todos los cafés para amenizar las noches tras el iftar, comida que rompe el ayuno por la noche.
“El mevleví es (una danza) para todo momento y todo lugar, pero es mucho más espiritual” durante el mes sagrado, dice el bailarín.
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