ENTREVISTA
Pablo Posada Pernikoff, el artista que vive en ninguna parte
El escultor franco-colombiano vivió por 27 años en Japón. Hace cinco años decidió que viajaría por todo el mundo, en casa de sus amigos y en talleres de conocidos. A propósito de su muestra 'Luz manantial' en el Museo Chicó, SEMANA habló con él.
Pablo Posada Pernikoff es un artista que no vive en ningún país. No tiene un apartamento o un taller propio. Va por el mundo visitando amigos y talleres de artistas o artesanos donde hace grabados y pinturas, aunque últimamente, sobre todo, hace esculturas de vidrio.
El artista nació en 1964 en España y creció en Paris, de donde era su madre, y luego vivió en Bogotá, la tierra natal de su padre. Estudió ingeniería de sistemas en los Andes, luego viajó a Canadá para seguir sus estudios en ingeniería y matemáticas. Después estudió en Europa Diseño industrial y más tarde hizo un doctorado en Bellas artes y música. Vivió 27 años en Japón. Hace cinco años volvió a Colombia para el funeral de su padre y desde entonces decidió vivir en todas, y en ninguna parte. Para él, el mundo es muy pequeño.
SEMANA: ¿Cómo fue el tránsito de la ingeniería y las matemáticas al arte?
Pablo Posada (P.P.): La verdad, muy fluido. Siempre me han gustado las dos cosas. Elegí la ingeniería porque había que estudiar algo. El arte es algo que está más adentro de uno, no urge estudiarlo. De todas formas mientras estudiaba hacía arte. Cuando estudiaba ingeniería, por ejemplo, me saltaba la clase de economía y me iba a Bellas Artes. Allá me ponía a hacer grabados. El profesor que era Carlos Rojas me decía ‘chino haga lo que quiera’. También en mi casa tallaba y dibujaba cosas. No eran arte pero era el ejercicio de hacer cosas. Cuando viajé a Canadá a estudiar matemáticas e ingeniería en las noches me iba a dibujar. La verdad recoché bastante. Pude estudiar muchas cosas gracias a la generosidad de mis padres, yo la llamo beca Posada (Risas).
EMANA: Finalmente se decide por el arte. ¿Cómo influye la ingeniería y la matemática en su obra?
P.P.: Sí, me tenía que dedicar algo en la vida (risas)… En mi arte se refleja mucho la parte de matemáticas porque con el tiempo llegué a la abstracción. Empecé haciendo figurativo, como debe ser, y de ahí me abstraje. Uno necesita una base para poder abstraerse o si no hay abstracción, que es una acción a partir de algo.
SEMANA: También se ve la importancia que le da a la transformación de la materia…
P.P.: Yo intento que sea la materia la que hable, más que yo mismo. Para eso uno tiene que entender el lenguaje de la materia y cómo se comporta bajo ciertas circunstancias. El enfoque de mi trabajo ha sido el cambiar de la materia a través del tiempo. Todos cambiamos con el tiempo. Nosotros envejecemos. El hierro se oxida. Alguna materia incluso desaparece. Y ese cambio es más o menos fluido como el agua. A excepción de otros materiales como el vidrio, por ejemplo. Cuando el vidrio se descompone para poder ver ese cambio necesitaríamos una cámara lenta, porque todo sucede muy rápido. Y es una transformación muy bella, fluida y armónica. Por el contrario, para ver el cambio de una mole de hierro necesitamos una cámara rápida. La diferencia en ese cambio es el tempo.
SEMANA: Justamente el tiempo es otra de las cosas que usted reflexiona sobe los materiales que trabaja…
P.P.: Sí, el paso del tiempo es algo que me estoy cuestionando todo el tiempo. Pero por si acaso, de todo lo que estudie si me preguntas ahora no tengo ni idea. Uno aprende muchas cosas y se olvida de casi todas. Le queda a uno como una pega, la pega de los pericos (risas). Y ese conocimiento se transforma en un sexto sentido, me permite pensar que las cosas no son solo una forma sino cambio. Me imagino de dónde viene y a donde va. Es todo alrededor de eso.
Pablo Posada Pernikoff. Foto: Guillermo Torres /Semana.
Posada quiere que la idea sea clara. Por eso se extiende en ejemplos que van acompañados de chistes y risas. En las fotos se ve muy serio, impenetrable, nada social. Mira fijamente con el ceño un tanto fruncido empujado por unas cejas bastante pobladas que a la vez enmarcan sus ojos miel, aunque parezcan verdes. Pelo largo y algo desordenado no da la impresión de hacerlo más amable. En persona no parece el de la foto, porque sonríe todo el tiempo, se ve mucho más amable y mucho más cercano. Se emociona hablando de la materia y cómo lo natural, como los árboles, o una mesa de madera, que es creación del hombre, están sometidos al cambio por fuerza del tiempo y de la naturaleza.
P.P.: Cuando veo esta mesa. Veo que está hecha añicos. Y empiezo a observar los detalles y me doy cuenta de que le han pasado muchas cosas; que la han rayado, que la han quemado. Pienso que al inicio estaba lisa y perfecta…Todo lo que uno ve es el estado de las cosas en el instante presente y cuenta una historia. Si uno puede leer esa historia y proyectar en el futuro qué va a pasar, uno llega a este tipo de conclusiones. Esa es más o menos la idea de esto.
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De la muestra ‘Luz manantial‘. Foto: Guillermo Torres /Semana.
SEMANA: ¿cómo es trabajar con vidrio, en qué piensa cuando lo hace?
P.P.: Estamos en un cuarto en quietud. Aparentemente no está sucediendo nada. Pero sí están sucediendo muchas cosas. Afuera está más frio que adentro. Es decir, hay un cambio de temperatura, eso hace que haya un intercambio de energía. Acá estamos tú y yo ejerciendo un peso sobre el suelo. Muchas cosas que están sucediendo no las vemos. Son intangibles y no por eso dejan de ser reales. Muchas no las sentimos, pero suceden.
Lo de vidrio es otra reflexión. Bueno, reflexión es mucho decir. No es que lo piense mucho. Es decir, sí uno siempre tiene cierto concepto, pero a mí no es que me guste mucho lo definido, sino que vaya sucediendo. Los libros de críticas de arte están escritos después de que se hiciera la obra, no antes. Yo no sé los demás artistas pero pensar tanto la cosa hace que se vuelva muy rígida y le quita espontaneidad… Las esculturas de vidrio son una forma de visualizar y volver perceptible las cosas que no lo son. Es la forma de ver el vacío… Es que para mí el arte es una forma de volver tangible lo intangible.
Pablo señala las partes de una esfera de vidrio, está erosionada y se le formaron algunas grietas. La luz que pasa por la esfera parece que se resbala, como agua.
SEMANA: ¿Qué influencia tiene en su obra el hecho de haber vivido en culturas tan distintas?
P.P.: Por ejemplo, uso el oro precolombino, que tiene aleaciones con otros metales para hacer patimas o láminas. En este oro puedes ver el paso del tiempo, lo que le está sucediendo, porque se oxida mucho más fácil que el oro puro.
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SEMANA: Sabe varios idiomas. ¿Hay palabras para describir su obra en otro idioma que no se pueda en español?
P.P.: El japonés, por ejemplo, tiene muchas palabras para cada fenómeno específico. Para algo que se refleja en el agua hay una palabra y cuando pasa el viento y se distorsiona esa imagen hay otra palabra porque cambia el reflejo. Se dice Minamo. Y así hay palabras muy específicas. Eso me muestra que tienen una sensibilidad hacia la naturaleza diferente a otras culturas. Le dan tal importancia a cada suceso que eso genera una palabra nueva.
Posada ha expuesto en el Banco de la República y el Museo Santa Clara (Colombia), el Museo de la Amistad (China), el Hotel Four Seasons (Honk Kong), el Hotel Ana, en la Galería Seibu, Hashimoto Kansetsu, el Museo Tokio Geidai y el Museo Tokio Geidai (Japón), Galería 91 de Nueva York, Taichu-International Laquer Congress en Taiwan y en varias colecciones privadas alrededor del mundo.
Él dice que el sitio donde se expone la pieza también afecta la precepción de la obra. Muchas de sus esculturas las ha expuesto sobre columnas que están introducidas en estanques agua. El reflejo de su escultura se ve en el agua como si fuera un espejo, pero a la más mínima brisa esa imagen cambia. Esa forma de ver y de sentir también hace parte del proceso de apreciar la muestra.
De la muestra ‘Luz Manantial‘. Foto: Guillermo Torres /Semana.
SEMANA: ¿Por qué no le gustaba poner título a sus obras?
P.P.: Después de que me regañaron les puse títulos (risas)… Primero, porque me parece jartísimo. Segundo, porque si le pongo un título a un grabado que diga ‘manzana de otoño’, la gente va a ver una manzana y no va a ver nada más. Como son obras abstractas, lo que diga el autor vicia la mirada del público. Y no quiero que eso pase, porque aunque es abstracto también es muy natural. Quisiera que cada persona tenga una experiencia propia con la obra, con su propia sensibilidad y con relación a sí mismo.
Lo que los seres humanos tenemos en común son los sentidos. Ese es un lenguaje universal. La gente debería entrar, ver la obra y sentir algo, sin saber quién soy yo, dónde fue hecha, simplemente que le mueva el piso. Eso no significa necesariamente que le guste. Siempre he pensado que la explicación debería ir al final del a obra y no al inicio. Porque la carreta sin experiencia no funciona. Es decir, todo lo que te he dicho sin que la gente sienta algo no funciona.
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De la muestra ‘Luz manantial‘. Foto: Guillermo Torres /Semana.
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El artista hizo un recorrido por las obras. Relató cómo le gusta ver la reacción del material y cómo cambia la percepción de la obra gracias a la luz. En algunas esculturas, al girarlas, aparecen las láminas de oro y se perciben de forma distintas al cambiar el ángulo o incluso desaparecen. “La idea es no aburrirse mirando”, dice él.
*Pablo Posada Pernikoff presenta ‘Luz Manantial‘ en el Museo Mercedes Sierra de Pérez-El Chicó (Carrera 7 No. 93-01). La muestra se podrá ver desde el 28 de septiembre hasta el 16 de noviembre. Son aproximadamente 50 piezas de vidrio, cristal soplado, metal y papel en donde el oro, los relieves y las tallas generan zonas de luz y sombra.