Arte
‘¿Es amor lo que duele en mi pecho? Los otros son mi espejo’: Una ventana hacia los patios de la infancia
La exposición de la artista barranquillera Lorena Torres se inaugura este jueves 30 de marzo, en SGR Galería en Bogotá.
Las pinturas de la artista barranquillera Lorena Torres son generosamente narrativas –a través de la evocación de paisajes domésticos de la costa Atlántica–, sensualmente poéticas –como el poema de Meira del Mar en el cual algunas de ellas se inspiran– y plásticamente espesas –como el calor al que remiten y como la densa pincelada que desborda sus contornos en paletas cálidas, del Trópico–.
Su primera exposición individual se inaugura este jueves 30 de marzo en SGR Galería. Se trata de una muestra de más de 20 pinturas, en diversos formatos, que representan a la vez una ventana y un espejo.
Una ventana: abierta hacia el alma de la casa, como en los viejos zaguanes costeños en los cuales el patio presidía el hogar rodeado de habitaciones, árboles frutales, rumores, encuentros y tías; pero también una ventana abierta entre dos paisajes adversos: desde el barrio San Felipe de Bogotá hacia los atardeceres cartageneros de la infancia en familia y hacia los calores adolescentes del despertar del deseo. Y un espejo: un espejo en el cual se reflejan pieles oscuras –como la de la artista–, cuerpos femeninos que se abrazan en la amistad o que se rozan en la urgencia mutua de confundirse entre los pliegues de una hamaca.
No es la primera vez que la artista barranquillera recurre al acrílico y el óleo para dar vida al universo cotidiano del Caribe. En su primera serie de pinturas, su abuelo paterno era el protagonista de una narrativa visual en la cual lo rural dejaba de ser macondiano, literario, para volverse pictórico y familiar.
Lo más leído
Manuel del Cristo Martínez era el patriarca de una numerosa familia regada por toda la costa Caribe. En 2017, el ritual de su entierro atrajo a los medios nacionales de comunicación hacia el siempre ignorado municipio de Puerto Giraldo en el Atlántico. Fue un evento inmenso, apenas comparable con su contraparte literaria, macondiana, descrita por García Márquez en Los funerales de la mamá grande. Manuel había preparado cuidadosamente cada detalle de su sepelio, desde años antes de morir.
No es la primera vez que la artista barranquillera recurre al acrílico y el óleo para dar vida al universo cotidiano del Caribe. En su primera serie de pinturas, su abuelo paterno era el protagonista de una narrativa visual en la cual lo rural dejaba de ser macondiano, literario, para volverse pictórico y familiar
Para su nieta, que ahora inaugura su primera exposición, esa muerte familiar coincidió con otra pérdida en un contexto y circunstancias totalmente distintas: su perro Romeo fue atropellado por un bus de Transmilenio en la Avenida Caracas de Bogotá. En aquella primera serie de cuadros, esas dos muertes convergen en un paisaje árido y caliente –como sus colores– y en un galgo convertido en equino para caber entre los recuerdos improbables de Puerto Giraldo y el Caribe.
En ese momento, las muertes cercanas y la experiencia propia del duelo fueron el detonante de una descarga creativa. Ahora, el duelo de la artista es distinto, los fantasmas son otros y la pérdida no está asociada con la muerte, sino con la conciencia de sí misma en soledad.
Las pinturas recrean recuerdos, pero también proyectan el anhelo del encuentro. En ese sentido, al igual que ocurre con el zaguán descrito en líneas anteriores, el patio vuelve a ser el centro en torno al cual se dan cita los invitados, los comensales y las ausencias. Una mesa servida en el centro de la sala de SGR Galería da vida a ese convivio.
El trazado de la pequeña muestra tiene el patio como eje, pero también una segunda línea narrativa dispuesta por la curadora María Adelaida Samper; en sus palabras: “Una culebra sinuosa va transitando entre las escenas, recorriendo la exposición de la misma manera en la que el espectador la recorre, pasando de escena en escena; reptando de aquí hacia allá hasta que le cortan la cabeza sobre la mesa”.
Ventana, espejo, patio, serpiente y dolor en el pecho: formas de asomarse a otros contextos tan reales e improbables como Macondo, formas de verse reflejado en cuerpos de Gauguin y en besos de Klimt y de experimentar un calor incómodo y placentero a través de la distancia.