Cultura
Esta es la oración del papa Francisco a la Inmaculada Concepción de la Virgen María, conmemorada el 8 de diciembre
El papa Francisco, en honor a la Santísima Virgen María, eleva una oración especial para la conmemoración de su día.
Cada 8 de diciembre, la Iglesia católica celebra el Día de la Inmaculada Concepción de la Virgen María. Esta festividad es un momento especial para reflexionar sobre la figura de María y su papel único en la historia religiosa.
La doctrina de la Inmaculada Concepción sostiene que María, la madre de Jesús, fue concebida sin mancha de pecado original. Este dogma fue proclamado oficialmente por el papa Pío IX el 8 de diciembre de 1854, en la bula (carta) Ineffabilis Deus. La declaración establece que desde el primer instante de su concepción, María fue preservada por la gracia divina de toda mancha de pecado.
La elección del 8 de diciembre para esta proclamación no fue casualidad. La fecha cae nueve meses antes del día en que se celebra la festividad de la Natividad de María, el 8 de septiembre. Este intervalo de tiempo simboliza el período normal de gestación y refuerza la idea de la pureza de María desde el momento de su concepción hasta su nacimiento.
Oración a la Inmaculada Concepción de la Virgen María
El papa Francisco, en honor a la Santísima Virgen María, compartió una oración especial para la conmemoración de la Inmaculada Concepción el 8 de diciembre. Esta oración hace parte de la Librería Editora Vaticana, propiedad del Estado Vaticano.
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¡Oh, María, nuestra Madre Inmaculada!, en el día de tu fiesta vengo a ti, y no vengo solo: Traigo conmigo a todos aquellos que tu Hijo me ha confiado, en esta ciudad de Roma y en el mundo entero, para que tú los bendigas y los salves de los peligros.
Te traigo, Madre, a los niños, especialmente aquellos solos, abandonados, que por ese motivo son engañados y explotados.
Te traigo, Madre, a las familias, que llevan adelante la vida y la sociedad con su compromiso cotidiano y escondido; en modo particular a las familias que tienen más dificultades por tantos problemas internos y externos.
Te traigo, Madre, a todos los trabajadores, hombres y mujeres, y te encomiendo especialmente a quien, por necesidad, se esfuerza por desempeñar un trabajo indigno y a quien el trabajo lo ha perdido o no puede encontrarlo.
Necesitamos tu mirada inmaculada, para recuperar la capacidad de mirar a las personas y cosas con respeto y reconocimiento, sin intereses egoístas o hipocresías.
Necesitamos de tu corazón inmaculado, para amar en modo gratuito, sin segundos fines, sino buscando el bien del otro, con sencillez y sinceridad, renunciando a máscaras y maquillajes.
Necesitamos tus manos inmaculadas, para acariciar con ternura, para tocar la carne de Jesús en los hermanos pobres, enfermos, despreciados, para levantar a los que se han caído y sostener a quien vacila.
Necesitamos de tus pies inmaculados, para ir al encuentro de quienes no saben dar el primer paso, para caminar por los senderos de quien se ha perdido, para ir a encontrar a las personas solas.
Te agradecemos, ¡oh, Madre!, porque al mostrarte a nosotros libre de toda mancha de pecado, nos recuerdas que ante todo está la gracia de Dios, está el amor de Jesucristo que dio su vida por nosotros, está la fortaleza del Espíritu Santo que hace nuevas todas las cosas. Haz que no cedamos al desánimo, sino que, confiando en tu ayuda constante, trabajemos duro para renovarnos a nosotros mismos, a esta ciudad y al mundo entero. ¡Ruega por nosotros, Santa Madre de Dios!