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‘Euphoria’: una mirada estilizada y provocadora pero franca de la juventud desde sus vicios y frustraciones
Sexo, drogas, pasillos colegiales, baños, fiestas, el frenesí y la ansiedad de la vida juvenil del siglo XXI mostrado en secuencias cautivantes, encuadres bien logrados y música curada. Esta serie fenómeno protagonizada por Zendaya no muestra medio profesor, pero, si se le permite, genera conversaciones importantes.
En los colegios hay drogas y hay sexo tanto como en los hogares hay secretos, frustraciones calladas y cicatrices emocionales. Los smarthphones y las redes sociales no cambian ese hecho. Esta serie lo muestra. ¿Es taquillero el sexo? Claro, pero ¿son taquilleras las cicatrices de las emociones subyacentes?
Los personajes principales navegan sus diecisiete años, y muchos como yo, que a esa edad no habíamos dado el primer beso, sabemos que hay mucho más sucediendo de lo que aquí se muestra (o sucediendo de manera distinta, o no sucediendo en absoluto), pero también sabemos de otros que sí vivían estas situaciones y que muchos jóvenes las enfrentan hoy —de cerca o de lejos—. ¿Cuáles situaciones? Ir al colegio, entrar en contacto desde temprano con el sexo, con las sustancias psicoactivas y el alcohol, lidiar con la ansiedad de ser apreciado, querido, deseado, combatir adicciones y frustraciones personales y familiares. Esas, y unas cuántas más, probablemente, como ser uno con sus padres y otro en la vida porque, quizá, se perdieron los puntos de encuentro. No hablar de temas difíciles por la misma causa...
Para otros esta etapa colegial está marcada por triunfos académicos, fracasos deportivos, salones de clase, lecciones, y proyecciones hacia alguna universidad, fuentes de inspiración o de obsesiones de las que otras series se ocupan. Euphoria no es esa. Aquí no hay un profesor en kilómetros a la redonda. Quizá, ese consejero de rehabilitación es lo único que hace falta...
Los personajes vienen de un espectro amplio de clase, pero no parece haber ningún millonario: los hay acomodados, los hay de clase media, media baja (uno de ellos incluso expende drogas, y abre todo un espectro de situaciones) y los descubrimos desde sus interacciones. Los une o el colegio o un lazo de romance y amistad. Lazos familiares también los hay, y no muy alegres. Seguimos, entre varias dinámicas, a un padre y a su hijo tóxicos entre sí mismos y con el mundo, y los seguimos hasta desentrañarles las actitudes dementes desde secretos oscuros que dejan de serlo.
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Hay acción en el colegio, pero sobre todo en los baños, en las fiestas, en los pasillos, en los baños. Y así como está el lado provocador, también hay momentos de humor puro, dulzura y fragilidad. Esa es su virtud eufórica, reunir a ricos a pobres y al medio alrededor de la ansiedad de vivir, de tener y sostener relaciones, de lidiar con la línea delgada que separa la adicción del consumo, o entre el amor, la fascinación y la obsesión.
No está sola en el océano actual de producciones sobre juventudes (Sex Education, Elite, entre otras), pero sigue justificando desde su factura y sus ángulos el porqué es la más comentada y celebrada.
El domingo en la noche (y los cinco domingos que le siguen) se estrena un capítulo nuevo de ‘Euphoria’ en HBO y en HBO Max. Navega su segunda temporada la serie de Sam Levinson protagonizada por Zendaya, en el rol de la inteligentísima y destemplada Rue Bennett. La serie sensación del momento atrae a millones de televidentes con su dinámico, estilizado y provocador relato de la vida joven en Estados Unidos, y aprovecha un gran reparto que incluye a Hunter Schafer, Jacob Elordi, Alexa Demie, Sydney Sweeney y Eric Dane.
‘Euphoria’ aborda de manera frentera y taquillera temas globales como la sexualidad, el consumo de sustancias psicoactivas y alcohol, la inseguridad, las relaciones, el sexo, la toxicidad. Y en la producción, los adultos parecen tan confundidos e insatisfechos con sus vidas como los jóvenes. Esto la hace interesante valiosa más allá del “valor del shock”, pues más allá del escándalo que genera (hay pezón y pene en casi igual medida) también le abre la puerta a conversaciones francas y a pintar matices de vulnerabilidad. Muchas secuencias muy bien logradas miran hacia atrás, pintando situaciones del pasado y contextos que impactan la vida de esos jóvenes y adultos.
Estos colegiales son, en su mayoría, muy atractivos (televisión es televisión) pero sus entregas se sienten francas. Cruda, atrevida, pasada, tierna, brutal, la narración se hilvana por un estilo de cortes ágiles, tiros de cámara cautivantes, apuestas visuales, muy buena música (moderna, pero sobre todo de los años setenta y ochenta) y la voz en off de su carismática estrella.