CULTURA
¡Felices 80 años! La historia detrás de la Librería Nacional
Felipe Ossa, el decano de los libreros, reflexiona sobre el papel de las letras en los tiempos más difíciles de la historia.
Para todos los escritores y lectores del país, la Librería Nacional es un símbolo. Durante décadas ha acompañado a los colombianos. “La librería ha sido un bastión contra la ignorancia, la barbarie y la incoherencia”, dijo en una rueda de prensa en la que habló extensamente con el escritor Mario Mendoza a propósito de los 80 años.
Para él, a pesar del auge de la era digital, no hay nada más perfecto, como dijo Humberto Eco que el libro impreso. “La pandemia fue muy dura, muy angustiosa, pero al mismo tiempo nos llenamos de coraje para resistir”, le dijo a Mario Mendoza. SEMANA habló con él hace unos meses, en medio del confinamiento que vivía el país, a propósito del impacto de la pandemia en las librerías del país.
SEMANA: Usted es uno de los decanos de los libreros en Colombia. Lleva casi 60 años al frente de uno de los lugares más queridos de los colombianos:
la Librería Nacional. ¿Cómo lo ha tratado esta cuarentena?
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Felipe Ossa: Estoy muy bien aquí, enclaustrado. Encerrado, pero vigente y combatiente.
SEMANA: ¿Combatiente por qué?
Felipe Ossa: Porque yo creo que esta pandemia no va a acabarnos. Mi vida ha estado absolutamente ligada a los libros desde niño. Entonces yo le tengo una enorme fe al libro. Pero no es una fe de carbonero. Es una fe cierta basada en hechos a través de la historia. El libro ha podido sobrevivir a tantas cosas: a guerras, a epidemias, a censura, a intolerancia, al odio de los poderosos, que sinceramente no creo que sucumba ante el coronavirus.
La librería Nacional cumple el próximo año 80 años y nunca, en su larga vida, había cerrado sus puertas. La pandemia puso a sus empleados y colaboradores en una situación inédita. Foto: Juan Carlos Sierra/ SEMANA.
SEMANA: Sí es una fe cierta…
Felipe Ossa: Sí. El libro es un símbolo de libertad...de la libertad de pensamiento. Entonces, pues ahorita estamos enfrentando una situación que jamás habíamos vivido. Creo que ni en el mundo ni en Colombia, que ha pasado por tantas catástrofes, habíamos vivido una situación semejante a la que tenemos hoy. Nosotros jamás habíamos vivido una hecatombe como ésta, en la que la economía en forma total estuviera cerrándose. Obviamente esto ha causado un daño enorme a todo el aparato productivo. Las librerías no son ajenas a esto.
SEMANA: ¿Qué tanto los ha tocado la crisis económica?
Felipe Ossa: Nos ha tocado, como a todos. El libro es muy vulnerable a los problemas de la economía, sobre todo en Colombia en el que existen otros factores que hacen que vender libros sea difícil. No nos digamos mentiras: el índice de consumo y de lectura en Colombia es muy precario, muy bajo con relación a otros países. Así lo ha sido siempre y esa situación afecta las librerías en un momento tan vulnerable como el que vivimos actualmente.
SEMANA: Uno pensaría que este es un momento en donde muchos deberían comenzar a leer más…
Felipe Ossa: Eso es cierto. Pero no deja de ser difícil. Imagínese que la Librería Nacional cumple el otro año 80 años. Y nunca habíamos cerrado nuestras puertas. Estábamos abiertos todos los días del año y todos los años. De manera que estoy en una situación inédita para nosotros y obviamente aquí se trata de luchar, esforzarse por mantener el empleo de nuestros colaboradores y porque la librería siga vigente y sobreviva a esta catástrofe.
Escuche la conversación de Cristina Castro con Felipe Ossa
SEMANA: Ustedes son una librería muy fuerte en ventas online. ¿Cómo les ha ido en este frente?
Felipe Ossa: Por supuesto, nos ayudan muchísimo las ventas que hacemos on line. Nosotros tenemos desde hace tiempo organizada nuestra página web de una manera excelente para poder atender a la gente que solicita los libros y mandarlos a todos los lugares de Colombia. Eso, obviamente nos está ayudando.
SEMANA: Muchas familias han perdido sus ingresos, ¿se ha sentido eso en la venta de libros?
Felipe Ossa: Claro. La economía es una cadena, es un encadenamiento y obviamente habrá un impacto enorme en el libro. El libro no es un elemento imprescindible. Al contrario, no se considera un elemento necesario o de primera necesidad. Lamentablemente, sólo para algunos lo es y una persona puede pasar un año sin leer y posiblemente no le pase nada. Físicamente no le pasa nada. Espiritualmente tal vez…
SEMANA: Ir a una librería es ante todo un placer: recorrer los pasillos, ojear las novedades, palparlos, leer por horas. ¿Cómo se suple eso con la venta virtual?
Felipe Ossa: Esa es una de las verdaderas falencias y dificultades que existen. Yo siempre lo he dicho: el único lugar donde alguien puede estar cinco horas sin que lo molesten y sin comprar nada es una librería. Una librería es un lugar lúdico, un lugar de placer, un lugar que atrae porque la persona puede entrar con libertad y no hay nada más delicioso que recorrer estanterías o encontrarse con un libro que antes estuvo buscando o que le llama la atención, sentarse en la sala de lectura y ponerse a leer, sin ser interrumpido por nadie. Y, si es el caso, se siente muy atraído por el libro, comprarlo y llevárselo para la casa. Esa parte queda totalmente suprimida con el encerramiento que existe actualmente. Claro que la venta on line tiene otros placeres.
SEMANA: ¿Placeres cómo cuáles?
Felipe Ossa: El placer de la expectativa. Esperar la llegada de un libro, para quien lo anhela, puede ser de las cosas más fascinante en este encerramiento. Naturalmente no se reemplaza el gusto de poder estar dentro de la librería, así como un domicilio de comida no reemplaza el gusto de estar en un restaurante en una mesa con amigos. Son cosas totalmente diferentes. Entonces, sí es verdad que a las librerías las va a afectar el hecho de que no existirá el placer de recorrer y husmear, esa curiosidad y esa exploración que atrae a tantos. El conocimiento es exploración y los libros son elementos para explorarlos, para abrirlos, para ojearlo, para encontrarse con ellos y descubrir cosas que a uno le sorprenden o lo conmueven.
La venta virtual es una gran dificultad para la librería, según explica Ossa. Para él, ir a las librerías es un placer que nada en la virtualidad podrá reemplazar. Foto: Juan Carlos Sierra/ SEMANA.
SEMANA: ¿Cómo le ha ido a la Nacional en esas ventas online? ¿Qué le han pedido que le haya sorprendido?
Felipe Ossa: Indudablemente ha crecido como ha crecido en todos los sectores. Las ventas han aumentado y naturalmente nosotros hemos mejorado extraordinariamente en temas de entrega y despacho para que los libros lleguen lo más pronto. Hay cosas que han pasado en estos meses que me dejan maravillado. Nos han pedido libros de poblaciones o de sitios remotos de nuestra geografía, pueblitos perdidos en medio de las montañas. Y nosotros nos sentimos felices de poder satisfacer esa ilusión a la gente. Había un lugar al que nosotros no podíamos llegar, entonces el lector nos dijo, mándenlo al pueblo que allí cuando llegue me avisan.
Pensé cómo será el pueblito de pequeñito que todos se conocen. Y allá llegamos. En esta cuarentena haya gente que anhela leer un libro. Entonces eso a mí me parece maravilloso. Otra persona de Piedecuesta, Santander, me pidió la obra completa de León de Greiff. Eso es una edición enorme con varios tomos y entonces me maravilla que ese deseo de leer sea tan universal.
SEMANA: Hay algo extraordinario que tienen las librerías y es que sus vendedores suelen conocer como nadie este mundo, recomendar, hablar de novedades. ¿Qué pasa con esa relación en la virtualidad?
Felipe Ossa: En nuestra página web tenemos secciones muy bien construidas para eso. Pero sí es verdad que el librero es muy diferente al empleado de otros almacenes. Porque el verdadero librero tiene un gusto enorme por los libros y ha llegado a ser libre gracias a este. Pero el librero es mucho más. Es un consejero y es un amigo. Yo puedo decir a lo largo de mi vida de librero que ya va a cumplir 60 años en este oficio, que muchos de los mejores amigos que tengo en la vida los he conocido en la Nacional.
Son lectores y muchas veces, en ese diálogo que se establece entre el librero y el cliente para hablar sobre libros se terminan contando cosas trascendentales de la vida misma: las vicisitudes, alegrías o penas. Hay clientes que piden consejos en libros para entender por qué tienen una mala relación con sus hijos o cómo conquistar a alguien. A veces el cliente regresa después de haber comprado este libro solamente a hablar de lo que sintió al recorrer sus páginas. El libro es como un vicio, un vicio delicioso. Algún erudito decía que el libro era una suave locura.
SEMANA: Este encierro ha producido mucha tristeza y mucha soledad. ¿Cómo ayudan los libros a salir de eso?
Felipe Ossa: Hay libros que le permiten a uno pasar horas enteras viajando a otros países, otros mundos y dialogando con las mejores mentes que ha producido la humanidad. Encontramos en las ventas de la librería que hoy hay un gran anhelo por libros de espiritualidad o superación. El libro sobre el estrés, del doctor Carlos Jaramillo, ha sido uno de los primeros en pedidos. ¿Por qué? Porque la gente está estresada, está preocupada. Indudablemente un libro le puede a uno aconsejar, es como un bálsamo. También se busca la diversión, gente que quiere salir de esta cuarentena con novelas policiacas, thrilers. El libro es una medicina.
SEMANA: Qué gran comparación. ¿Cómo cura esa medicina?
Felipe Ossa: Precisamente los antiguos egipcios decían que los libros eran los remedios del alma. Yo creo que mucha gente ha tenido la experiencia de haber sufrido una catástrofe que lo llevó a la ruina, una enfermedad penosa o un desengaño amoroso. Y ha encontrado en los libros indudablemente un aliciente, un bálsamo para curar las heridas. En mi caso, en un momento muy trágico de mi vida yo me leí un libro de Oscar Wilde, De profundis. En este encierro me releí La sabiduría de la inseguridad, un libro de Alan Watts, un gran maestro del budismo zen americano.
Él dice que uno tiene que sumergirse en los acontecimientos, dejar que los acontecimientos lo lleven a uno como cuando a un tronco de un árbol se lo lleva un río.