ENTREVISTA

“En El Salvador hablar de conflicto es un eufemismo. Nos referimos a la guerra”

Horacio Castellanos, uno de los grandes invitados a la Feria Internacional del Libro, como nadie ha reflejado la problemática política y social de su país. Entrevista con uno de los mejores escritores latinoamericanos.

20 de abril de 2018
Horacio Castellanos es salvadoreño y tiene 60 años. | Foto: Cortesía

El asco tiene a un protagonista, Edgardo Vega, que tiene que regresar a El Salvador tras la muerte de su madre. Pero esta visita desencadena una violenta crítica a su país, a sus políticos, a su gente, a sus gustos, a su educación. El libro tuvo tal impacto que su autor, Horacio Castellanos, fue amenazado de muerte.

Hoy él está en Bogotá, para la Filbo, donde no solo presentará Moronga, su más reciente novela, sino que participará de varias charlas: este sábado a las 4:30 p.m., en el Pabellón de Memoria Histórica, hablará sobre su libro y su experiencia al narrar el conflicto, el dolor y la violencia. Y el domingo, a las 2:00 p.m., en la sala F del Gran Salón Ecopetrol, charlará con Laura Restrepo y Fernando Melchor sobre la barbarie y los actos desesperados que generan emociones como rabia, celos y miedo.

SEMANA: Su novela ‘El asco’ recién llegó hace un par de años a Colombia. ¿Por qué hay tanta furia en esa novela y por qué hay un personaje que odia a El Salvador, su país?

Horacio Castellanos Moya: El asco es un libro que se ha movido con lentitud, en ciclos de 10 años. La primera edición en El Salvador fue en 1997; la primera en lengua castellana para el mundo hispano en 2007, pero como usted señala, la distribución fue deficiente. Este mismo mes de abril saldrá una nueva edición de Literatura Random House, que seguramente tendrá mejor distribución. El asco tiene un subtítulo: Thomas Bernhard en San Salvador. Se trata de un artefacto literario, un ejercicio de estilo o imitación, o un parsiflage, como lo llamó don Miguel Sáenz, el traductor de Bernhard al español. El personaje, por tanto, se asemeja a los personajes de Bernhard en lo que respecta a su temperamento y a su relación ácidamente crítica con su país de origen. Es interesante que usted lo relacione con las furias, esas diosas de la venganza que castigan crímenes morales y de sangre.

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SEMANA: El libro es tan implacable que usted recibió amenazas de muerte y tuvo que irse del país. ¿A quién le cayó tan mal el libro, quién lo amenazó? ¿Alguien lo celebró?

H.C.M.: Algunos lectores lo leyeron por morbo, sin tener costumbre de leer ficción sino testimonios, y creyeron que lo que el personaje dice es lo que yo pienso del país. No podían comprender el juego literario y les desperté una pasión primaria: la respuesta violenta. Otros lectores, como digo en la nota del autor, lo celebraron y hasta me pidieron que escribiera una segunda parte, lo cual por supuesto no procedía.

SEMANA: ¿Cómo vivió usted particularmente el conflicto salvadoreño?

H.C.M.: Yo permanecí en la Ciudad de México. Le daba seguimiento porque una guerra civil en el propio país genera pasiones y también porque entonces yo ejercía la profesión de periodista en esa ciudad.

SEMANA: ¿Qué temas desarrollaba entonces como periodista, desde este oficio tuvo alguna posición frente a la guerra, estuvo de algún lado?

H.C.M.: En México fui editor en agencias de prensa, periódicos y revistas; variedad de medios, variedad de temas. Ahora bien, mi posición personal de cara a la guerra fue en contra del régimen militar que durante cincuenta años controló la vida política país a través de la brutalidad y la imposición de coroneles en la presidencia de República.

SEMANA: ¿Hay un hecho del conflicto (o del mismo posconflicto) que lo haya marcado?

H.C.M.: En El Salvador hablar de conflicto es un eufemismo. Nos referimos a la guerra, porque fue una guerra civil en regla –no un conflicto rural focalizado–, con un ejército gubernamental peleando intensamente cada día en la mayor parte del territorio nacional (incluidas las principales ciudades) contra un ejército insurgente tan fuerte que pudo ocupar la capital del país en dos ocasiones y en una de ellas, logro acercarse mucho a la toma del poder; una exguerrilla con tanto apoyo social que tiene nueve años de estar gobernando El Salvador gracias al voto de sus electores (el presidente y el vicepresidente fueron dirigentes guerrilleros). En una guerra de tal intensidad, que hay muchos hechos que lo marcan a uno, en especial la muerte de seres queridos, amigos y familiares.

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SEMANA: Para un lector desprevenido, ¿‘El asco’ puede servir para entender la historia reciente de su país?

HCM: En absoluto. Quien quiera entender la historia del país debe leer libros de historia, no una ficción. Puede leer después El asco, como un divertimento.

SEMANA: Sus libros, como ‘Moronga’ y ‘El asco’, parecieran ser sobre personajes que no pueden superar el conflicto. ¿Es insuperable? ¿Por qué?

H.C.M.: En efecto, la mayoría de personajes de mis novelas están marcados por la guerra civil, con excepción de los de Desmoronamiento y Tirana memoria, novelas que suceden antes de ese período. Los hechos violentos producen heridas psíquicas y emocionales muy difíciles de superar. La cercanía e inmediatez de la muerte violenta afecta en lo profundo al ser humano.

SEMANA: En sus libros, por las temáticas que aborda, hay mucha violencia. ¿Por qué El Salvador vive un posconflicto como el que vive?

HCM: Existen decenas de estudios especializados sobre el tema y aún así no logran una solución. A mí parece que la violencia política se recicló en violencia criminal en buena medida por la incapacidad e insensibilidad de las élites gobernantes. Dedicaron sus energías al ámbito de lo político y nada hicieron en los ámbitos social y económico. Después del fin de la guerra, la calidad de vida de la población en vez de mejorar se siguió deteriorando. Pero seguramente hay muchos otros motivos.

SEMANA: Últimamente sentimos con mucha fuerza a escritores centroamericanos, como usted, en El Salvador, y como Rey Rosa, en Guatemala. Reflejan descarnadamente sus países. ¿Por qué este fenómeno?

HCM: No tengo una idea clara sobre ello. Las leyes del mercado, del gusto del público y las razones porqué unos libros viajan y otros no, son un misterio para mí. Aunque podría aventurar que la violencia y la descomposición social que hay en Centroamérica es ahora un fenómeno común a muchos países latinoamericanos.

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SEMANA: A propósito, hace poco en Guatemala murió el dictador Efraín Ríos Montt, considerado por muchos como una genocida, pero para otros, un héroe. ¿En su país, a usted particularmente, qué le dice el nombre de Roberto d‘Aubuisson?

H.C.M.: Supongo que no se refiere usted al actual alcalde de la ciudad de Santa Tecla, sino a su padre (del mismo nombre), un mayor del ejército, ya fallecido, fundador del partido Alianza Republicana Nacional (Arena) y máximo prócer de la actual derecha salvadoreña. Es el mismo señalado como fundador de los escuadrones de la muerte y autor intelectual del asesinato de monseñor Romero. Una paradoja bastante siniestra, en especial si Arena gana las próximas elecciones presidenciales en momentos en que El Vaticano haga la ceremonia de santificación de monseñor.

SEMANA: ¿Si usted escribe desde la rabia, como lo ha dicho, cree que aún no ha curado?

H.C.M.: Eso lo dije en una entrevista, que escribo desde la rabia; en otra dije que escribo desde la infelicidad. Y no me extrañaría que también haya dicho que escribo desde las derrotas vitales. En realidad me parece que no existe una emoción única a partir de la cual he escrito mi obra. Escribo las novelas sin ponerme a pensar por qué las escribo, qué emoción o sentimiento me ha llevado escribirlas. Si en ese momento pensara en ello, no las escribiría. Es a posteriori, una vez que el libro ha sido publicado y vienen las entrevistas, cuando trato de encontrar, bastante a ciegas, las fuentes de la escritura del libro.

SEMANA: ¿Por qué en ‘Moronga’ decidió abordar el tema de la inmigración salvadoreña a Estados Unidos, que, por cierto, las cifras dicen que uno de cada cuatro salvadoreños vive en su país?

H.C.M.: Los dos personajes centrales de Moronga proceden de novelas anteriores, en las que eran jóvenes y aún se movían en la región de Centroamérica y México. Ahora se han trasladado hacia el norte y han pasado los años. Pero no me atrevería a decir que representan a la típica migración salvadoreña en Estados Unidos, a ese 25 por ciento de la población del que formo parte. Los personajes son dos outsiders, incluso de su propia nacionalidad, tipos que no echan de menos lo que dejaron ni les termina de gustar adonde llegaron: uno cargado de una culpa silenciosa por sus crímenes y el otro, víctima de la paranoia y de sus pulsiones sexuales.

SEMANA: Qué pensó cuando Trump, sobre inmigrantes de El Salvador y Haití, dijo “¿Por qué recibimos a gente de países de mierda?” 

H.C.M.: Uno puede hablar mal de su propia familia, pero le disgusta que un extraño lo haga.

SEMANA: ¿Cuál es el rumbo de su país, hacia dónde va?

H.C.M.: No tengo la menor idea. Todo se ve muy oscuro. Como hubiera dicho mi abuela: “Encomendémonos al Señor”.

SEMANA: Colombia está en un proceso de posconflicto. ¿Qué tipo de literatura cree que se puede publicar próximamente en nuestro país?

H.C.M.: Si el conflicto ha sido parte de la vida cotidiana y de la preocupación vital de los escritores colombianos, se reflejará de alguna manera en su obra. Si no lo ha sido, no veo por qué deba tener una incidencia literaria. La literatura responde a las diversas preocupaciones, impulsos, obsesiones, de cada escritor. La literatura no responde de inmediato ni necesariamente a los dictados de la historia política, y a veces se relaciona con ésta de la forma más insospechada. Por eso no se debe reglamentar ni se puede predecir.