CULTURA

Así fue el desorden en el Teatro Colón

Una confusión en los planos del edificio, la sobreventa de entradas y docenas de boletas con errores de impresión ensombrecieron la presentación de ‘Labio de liebre’ en el Festival Iberoamericano de Teatro.

18 de marzo de 2016
La ministra de Cultura, Mariana Garcés, estaba en el Teatro Colón en el momento de los hechos. | Foto: Archivo particular

La noche del miércoles 16 de marzo, los asistentes al Teatro Colón de Bogotá andaban felices, pues tras largos meses de espera finalmente iban a poder ver Labio de liebre, la aclamada obra del actor y dramaturgo colombiano Fabio Rubiano, ovacionada durante todo el 2015 por su manera inteligente y asequible de tratar el tema de las víctimas del conflicto armado, el perdón y la reconciliación. Esta semana, la pieza fue puesta en escena en el marco del Festival Iberoamericano de Teatro.

Pero las ilusiones de docenas de espectadores terminaron rotas por cuenta del caos que se armó antes del inicio de la función en el histórico escenario en el centro de Bogotá. La razón: los organizadores vendieron más boletas de las que debían y, para colmo, usaron viejos planos de la edificación para distribuir la silletería.

Esta última confusión creó un desorden sin precedentes, pues mucha gente no pudo encontrar sus puestos y otras personas, que sí los encontraron, terminaron sentadas en lugares tan inusuales como el palco presidencial. Este último, como el nombre indica, está reservado al jefe de Estado o a personas designadas por su despacho.
 
Según lo que varios asistentes le contaron a este portal, la situación produjo protestas a las puertas del teatro y reclamos y gritos en la sala de recepción, y terminó obligando a la propia ministra de Cultura, Mariana Garcés, a intervenir para evitar que el asunto pasar a mayores.
 
La ministra le contó a Semana.com que ella se encontraba casualmente en otra sala del teatro en una reunión organizada por la Cancillería, cuando se enteró de que había una algarabía en la recepción. “Bajé y me encontré con gente muy molesta porque no tenía dónde sentarse a pesar de haber comprado una boleta”, cuenta.
 
Pero lo que terminó por enfurecer a la ministra fue oír la explicación que una funcionaria del Festival le estaba dando a la gente. “Les estaba diciendo que los puestos que habían comprado tenían problemas de visibilidad y que, por esa razón, estaban buscando la forma de reacomodarlos”, cuenta. Y añade: “Ahí fue cuando me puse muy molesta porque el Teatro Colón, gracias a la remodelación, precisamente ya no tiene problemas de visibilidad”.
 
Garcés dice que, con esa explicación, los organizadores estaban intentando tapar la situación real. “Habían sobrevendido la función y, además, habían usado los planos viejos del teatro”.
 
Como la situación no mejoraba, la ministra intentó buscar una solución y les ofreció a algunos afectados los puestos del palco presidencial, al cual ella tenía acceso. “Pero cuando subí con ellos al palco y abrí la puerta, me llevé la sorpresa de que estaba lleno porque, como habían usado planos viejos, esos puestos habían sido vendidos”, dice.
 
El caos fue tal que la ministra llamó al presidente de Cine Colombia, Munir Falah, cuya empresa maneja la boletería a través de la marca Primera Fila. Falah, sin embargo, no tenía idea de la situación y explicó que había repartido la silletería basado en las instrucciones de los organizadores del Festival. “La responsabilidad no la tiene Primera Fila”, le dijo Garcés a este portal.
 
Para la jefa de la cartera de Cultura, el episodio debería llevar a los organizadores a hacer un ejercicio constructivo de autocrítica. “Esa es una organización demasiado grande y requiere revisar su estructura”, sostiene.
 
Para evitar una situación parecida en la segunda y última función de la obra al día siguiente, el propio Falah estuvo en el teatro y asumió el manejo de la crisis. Sin embargo, se encontró con una protesta distinta a la del miércoles.
 
Docenas de personas se habían quedado sin puesto: ahora porque, además de la sobreventa, varias boletas tenían un problema de impresión. Mientras que unas decían que la obra arrancaba a las 6 de la tarde (hora correcta), en otras aparecían las 6 y 30. Los que llegaron pensando en este último horario encontraron, por supuesto, las puertas cerradas. Garcés dice: “No entiendo cómo pasan esas cosas”.

De todas maneras, este es solo un lunar en el Festival de Teatro, que avanza con éxito y que, con presentaciones de alto calibre y diversas compañías de todo el globo, se sigue consolidando como uno de los eventos más reconocidos del arte teatral en el mundo. Gracias a este, Colombia se ha convertido en un magnífico y envidiable escenario.