Arte
Festival No Convencional/Artista no convencional: charla profunda con la virtuosa Tomoko Mukaiyama
Mujer que integra muchos talentos a su obra, Mukaiyama llega a Colombia en el marco de un evento de propuestas profundas y sorprendentes. Con ella hablamos sobre el arte y sobre el estado del mundo, que la asusta, pero le deja claro que la ruta a seguir suma trabajo comunitario y conversación.
Pianista de formación, artista por acción y presente, Tomoko Mukaiyama nació en Japón en 1963 y se formó como música en su país, en Estados Unidos y luego en Países Bajos, donde se radicó. Fue allá que entendió que su expresión la llevaba a maneras distintas de transmitir, fluyendo desde su experiencia y sus intereses. Siguiendo esos impulsos, hoy, además de una música increíble, es una artista consagrada que combina música con danza contemporánea, moda y arte visual, para efectos sensibles y reflexivos. Hablamos con ella antes de volar a Bogotá, ciudad en la que ya aterrizó, ya respira el aire, y en la que se prepara para su encuentro y el de su obra con el público colombiano.
Este tiene lugar desde esta tarde de viernes, 25 de octubre, con la proyección del documental, Water Children, a las 4:00 p. m., en el Centro de Memoria, Paz y Reconciliación. En la producción de 80 minutos, la cineasta Aliona van der Horst captura a Tomoko y el impacto de su megainstalación wasted, en la que, interviniendo el espacio con telas y prendas blancas (y otras teñidas de sangre, en su espacio central), aborda el hecho de ser mujer desde la posibilidad de dar vida y la menstruación.
Su visita tiene lugar en el marco del Festival No Convencional (evento intempestivo, casi subversivo, hace honor a su nombre), del que la artista formará parte en varios eventos imperdibles. El sábado 26 de octubre, a las 4:00 p. m., en Fragmentos, Espacio de Arte y Memoria, asistirá a la proyección de su primera película, GAKA FILM. En ella, Tomoko filma de hermosa manera una performance creada por ella, GAKA, que abre con telones y protagonizan bailarinas en trance. Sobre esta producción en sus múltiples facetas, habrá un conversatorio con ella en el centro. En nuestra charla, le preguntamos sobre wasted, sobre GAKA y más.
También está el concierto y performance TOMOKO PLAYS TOMOKO, que tendrá lugar el 28 de octubre, a las 7:00 p. m., en el Teatro Faenza. En una muestra absoluta de su enfoque, combina su interpretación instrumental del piano con visuales y elementos teatrales, y deja una experiencia envolvente (imperdible para los interesados en la música contemporánea y el arte performativo).
¿Aló, Tomoko?
Antes de dejarme preguntarle nada, después de saludarnos vía Zoom, Tomoko Mukaiyama, de pelo verde y corto, en capul, quiere saber quién le habla y con qué propósito. Así que le cuento. Pregunta qué tipo de revista es esta. Así que le cuento. No es desobligante, es curiosa. Quiere saber dónde está parada. No merece menos.
Inevitablemente, comenzamos hablando del estado del mundo. “Cuando me reúno con amigos, nos asusta la dirección en la que va. En dos semanas, es posible que este hombre sea presidente de nuevo (*se refiere a Trump) y Europa gira hacia la derecha. Vivo en Países Bajos, y hay cortes, y suelen venir primero en las artes y los gastos sociales. Hoy anunciaron que habrá menos dinero para el cuidado médico y para el deporte. Y es difícil imaginar eso en un país que cuidaba socialmente del otro. Por otro lado, vemos en México y en Colombia una esperanza...”, expresa Mukaiyama, entre la inquietud y el vaso medio lleno que presentan estas tierras desde la distancia.
Le contamos que, como suele suceder en este planeta, nada es blanco y negro. La realidad es dura, matizada, si bien en Colombia, con la llegada de este Gobierno, sí ha habido cambios importantes, para muchos aparentemente chicos, como la manera de referirse a temas dolorosos del pasado y exaltar su memoria para evitar su repetición.
Ante ese panorama, la maestra y sus amigos se preguntan qué pueden hacer. “Quizá no es mucho”, confiesa, “nos queda acercarnos al individuo, hablarle sobre cómo esto sí puede cambiar, así esté yendo a lugares muy extraños. Esto puede ser hermoso. Nos quedan acciones pequeñas, quizá”.
No son tan pequeñas, le decimos. Y es ella quien dimensiona el impacto en la gente de la rama que la hizo artista. “Soy música, y tocando estás libre de lo político y social. La semana pasada di un concierto pequeño, de unas 45 personas, y durante esa hora, sin pensar demasiado, todos nos dejamos ser con el sonido y la belleza de la música. Escucharla juntos, unidos, sin palabras, fue hermoso”.
Le preguntamos sobre las obras que traerá a Bogotá y si algo la ha sorprendido de la recepción del público donde las ha presentado. “Mostraremos dos filmes”, cuenta. “Uno es mío, GAKA MOVIE, y Water Children es sobre mi trabajo, basado en una instalación gigante llamada wasted, en la que usé 12.000 prendas de vestir. Se extendía por unos 50 metros (la hice en un edificio muy grande), y en el medio, un cuarto, el Cuarto rojo, en el que había telas teñidas con sangre menstrual. Me tomó varios años completarla, y fue una celebración de la fertilidad, de la maternidad y de lo que es ser mujer. La obra viajó a varios países donde suscitó reacción, conversación, pero en Indonesia, donde hay mucho tabú en torno a la menstruación, ni siquiera pudimos tocar el tema”.
Todo el arte es personal, se dice, y el caso de Tomoko no es una excepción. “Estas piezas, que ya tienen años, abordan a la mujer y al cuerpo de la mujer. Nacen de mí y de cómo veo y experimento el mundo desde mi cuerpo. Y también pongo en conversación el tema de la igualdad entre hombres y mujeres. Mi familia es curiosamente patriarcal, y hace eco de muchos temas”.
La maestra plantea el rompimiento de otro silencio social. “Soy música, un lugar en el que poco se hablaba de estos temas. Pero, como consecuencia de esta cuarta ola del movimiento feminista, que vino luego del #MeToo, se hizo más fácil. Y siento que ahora que envejezco puedo hablar aún más de estos temas. No se tratan de mí, se tratan del futuro, de las generaciones que vienen. Por eso empecé a tocar el tema con palabras. Y cuando me reúno con gente más joven, cuando trabajo con otras personas, en este momento trabajo con algunos activistas, se dan buenos encuentros. No soy la mejor oradora, pero mi trabajo facilita las conversaciones, y estas nos enriquecen a todos”.
Porque es claro que la mujer ha ganado muchos espacios, pero aún vive los efectos sistémicos de dinámicas longevas, destructivas, opresivas y desiguales. “No hay una solución clara a este problema de la desigualdad, tan perpetuado, pero sí estamos cambiando la consciencia al respecto”, asegura. “Y siempre estamos en ese proceso, no hay realmente un final. Por eso se hace tan importante e interesante discutir el tema, hacerlo evidente. Y habiendo estudiado la historia, habiendo hablado al respecto de lo que pasó y pasa, es genial estar en el proceso, pero sé que no ofrece soluciones”.
La función de mi arte en este tiempo es compartir esa conciencia de que está sucediendo, de que estamos en el medio de ese cambio
Le preguntamos si la esperanza es una palabra que integra a estos procesos. “El cambio se está dando, es un hecho, estamos en la transición. Y la función de mi arte en este tiempo es compartir esa conciencia de que está sucediendo, de que estamos en el medio de ese cambio”, responde.
Un gesto pequeño hace del ritual algo distinto
Nos intriga ese salto de la música al arte expandido y multimodal e indagamos sobre cómo se dio. “Siempre me he rodeado de gente sensible, y me han sugerido cosas. Y un amigo, ya fallecido, un hombre de teatro muy radical, me sugirió un día que, antes de tocar mi piano, antes de la venia que hago al público, elevara el brazo derecho. Me sugirió hacer la venia con el brazo estirado, diciéndome que la experiencia de la música cambiaría. Y tenía razón. Sucedió. Un gesto pequeño hace del ritual algo distinto. El teatro, la música, la performance, son canales mágicos. La gente escucha, observa, huele y abre sus sentidos de manera muy frágil, pero muy rica”, comparte Mukaiyama.
El espacio y su uso es esencial para los artistas, y Tomoko lo percibe con una especial intensidad y antelación. Sobre su concepción del espacio, nos contó que la tiene algo curiosa y “hasta ansiosa” actuar en Bogotá porque jamás ha visitado la ciudad. “Usualmente, cuando presento una nueva instalación u obra, lo primero que hago es visitar el lugar para medir y sentir su energía; saber dónde se ubica en la ciudad, observar el tipo de gente que pasa por el lugar, qué café se toman. Creo que esta vez no lo sabré y me tocará improvisar en ese sentido”. Le anotamos que un salto de fe de vez en cuando no hace daño. “Es divertido”, añade.
Volvemos a GAKA MOVIE, su primera película, que pudimos ver y consideramos poéticamente sanadora. Le preguntamos sobre la experiencia de hacerla sobre su propia creación performativa. Nos dijo: “GAKA, la pieza de performance vino primero. Parte de bailarinas, todas mujeres. El único hombre es un adolescente que toca la percusión. Y tiene que ver con un ritual. Un ritual que reimaginé hacia los dioses. Soy de Japón, y allí muchas cosas se basan en el shinto, en el shintoísmo, una religión animista y politeísta. En ese sentido, donde veas hay dioses que protegen a Japón. Pero el viejo ritual en el que me basé, al que pude asistir, era solo para hombres. Las mujeres pueden verlo, pero estamos excluidas, no podemos tocar. Y me resultaba muy extraño, y lo es, porque la diosa de mayor edad, para quien se hace el ritual, es una mujer, en el mito... una bailarina. Y en un punto de la historia decidieron sacaron a todas las mujeres”, explica.
“Por eso quise crear el ritual en una performance de solo mujeres, eso es GAKA. Significa “la canción noble”. Y pensamos que se tenía que filmar, así que la filmamos. Y ves a esta bailarina, Ema, fantástica, y está en trance, en trance de oración, de danza. Y se le percibe muy frágil y a la vez tan, pero tan fuerte. Eso es lo que ves. Es una pieza muy emocional”.
Su método de percibir el mundo, de sentir la energía de los espacios y de las personas, nos intriga, así que consultamos sobre su origen. “Hubo un fotógrafo con el que viví, y me dio una visión distinta. Él hacía retratos y tenía un ritual. Recibía a las personas y tomaba un té o un café con ellas. Observaba quienes eran, y luego venían 20 minutos de sesión. Y siento que eso puede suceder en el teatro, en la performance. He observado con más placer desde que entendí eso”.
Su trabajo implica moda, implica música, implica danza y muchas más fuentes de inspiración. “He trabajado intensamente con coreógrafos”, dice. “Y esa conexión parte de una relación muy profunda con la música”. Se entiende, a ambos la música les atraviesa el cuerpo y el alma. Entonces, la maestra trae al frente un tema crucial en su práctica y en su vida: “Personalmente, me gusta la moda. Es quizá uno de los gozos veloces de los tiempos, uno que creas tú mismo”. Anota que mi bufanda le parece bella, y continúa: “La moda es una elección que haces. Y es quizá es más fácil que expresar elecciones políticas. Y la tienes que hacer, porque te pones ropa en las mañana. Eso me gusta”. También el cine, que desde adolescente consumió asiduamente.
“Todo mi arte y camino ha nacido siempre de una curiosidad. Y creo que soy ambiciosa, porque pude haberme quedado en la música, pero quería hacer más, performance, películas, vestimentas, obras de danza... Y he tenido colegas maravillosos que me han seguido la cuerda”.
Todo ha nacido siempre de una curiosidad. Y creo que soy ambiciosa, porque pude haberme quedado en la música, pero quería hacer más, performance, películas, vestimentas, obra de danza... Y he tenido colegas maravillosos que me han seguido la cuerda
Tomoko Makaiyama ha borrado tantas fronteras entre artes que me da curiosidad saber sobre la nueva frontera a la que apunta. Nos sorprende, más que con una frontera, con una manera: “Son tiempos de populismo, y desde mi frente quiero construir lo opuesto: un trabajo libre de egos inflados, llevado de gente normal trabajando en comunidad, creando cosas valiosas, significativas, que puedan cambiar algo, algo pequeño en tu forma de ver la vida. Eso es lo que veo en frente”. La claridad.
Son tiempos de populismo, y desde mi frente quiero construir lo opuesto: un trabajo libre de egos inflados, llevado de gente normal trabajando en comunidad
¿Conoce algo de Colombia? “Cuando les he dicho a mis amigos que voy a Bogotá, no saben de qué país hablo. Sé que estos días, en los Países Bajos (*en el De Pont Museum de Tilburg), expone su artista Beatriz González, y eso es importante. Pero no conozco mucho. Será mi primera visita”.
Para terminar la charla, Tomoko aclara que no solo viene a mostrar y compartir su obra en varias facetas, también viene a aprender para luego amplificar. “Se habla de lo mucho que se crea en arte en Colombia, desde esa guerra que han vivido por tanto tiempo. Se habla de la energía de las obras. Y veré eso, porque ese movimiento aún no llega a este país, pero lo veré. Y creo que, luego, al volver, soy responsable de hablar de lo que vea en Colombia, ser una especie de reportera de la escena artística contemporánea allá. Necesito aprender más... Además, considerando que mucho en mi trabajo se basa en rituales y que investigo al respecto, y sabiendo que hay muchos pueblos indígenas en Colombia, quisiera entrar en contacto con ellos, indagar sobre cómo hacen sus prácticas”. Y lo hará, el 29 de octubre, entablando por primera vez una conversación que hasta ahora empieza...