A muchos niveles resultó inspiradora la jornada de ayer, desde las producciones que pudimos ver en el curso de la tarde y noche de la segunda jornada de este encuentro de cine, que pone el foco en varias cintas de renombre y en muchas producciones que, en palabras de uno de los directores, “la tienen difícil para integrar otras curadurías”. Y en eso hay un gran valor.

Estas películas, cortos y largometrajes, han sabido a su manera transmitir el lema de esta edición del Festival Villa del Cine en su X edición: Reconocer.

Por un lado, al reconocer una ausencia y los sentimientos profundos que le generaba, la joven cineasta María Camila Rodríguez, se lanzó a trazar la ausencia de su abuelo desde sus últimos pasos, su huella y desde el amor de su familia en Cuando te vayas. Según expresó la curadora del festival, Carla Low, este es un ejercicio genuino, poderoso y bello de sanación a través de la expresión artística.

Escuchar a la directora y a sus dos amigos colaboradores, que apoyaron a María Camila desde la producción y el montaje, fue nada menos que inspirador. Esto pues el amor a la familia, a los amigos y la necesidad de catarsis a través del arte sopesaron todos los inconvenientes de producción y sentimientos duros y justificaron el tiempo y el corazón invertido en la producción (que hizo parte de la curaduría Voces). La sinopsis dice: “Tras la muerte de su abuelo, Camila se enfrenta al gran vacío de la pérdida. Para dar cierre a su proceso, decide volver a sus recuerdos y tiene una conversación con sus padres sobre sus últimos días con su abuelo. Sin embargo, siente que le hace falta volver al lugar donde todo sucedió”. Ese lugar, ese hospital la retó y le liberó a la vez. Qué poder.

Tuvimos luego la oportunidad de ver varios, cortos, entre ellos el internacional The Path of Sound, que desde la animación abordó la armonía y el desequilibrio desde los colores, personajes curiosos y el sonido, claro, que esta en el centro de las sensaciones que evoca la producción.

Especialmente sorprendente resultó En el aire, un cortometraje sobre deporte, sobre BMX, que se aleja del estilo documental-heroico al que estamos acostumbrados en este tema y propone un camino de exploración narrativo, que desde el cortometraje y el largometraje podría ser más explorado en el país, según expresó su director Diego Alfredo Fonseca Cubillos. Él sacó inspiración de su experiencia personal como deportista BMX antes de un forzoso retiro y de la de muchos otros deportistas que con los que habló.

Desde su formación en la Universidad Nacional, Fonseca proyectó una oda al deporte, pero lejos de centrarla en un tema como la victoria, se fija en las sensaciones internas de deportista, que no siempre son las más convencidas. Usa una competencia de la cual participará su protagonista (de cuerpo, un colega de BMX, de voz en off, un actor profesional) solo como hilo conductor, porque narra lo que siente al artista más allá de la faceta de invulnerabilidad que le exige la disciplina. Desde la presión propia, las repeticiones, la disciplina, la duda de los dolores, caídas y lesiones pasadas, pasando por la presión de padres y técnicos, pero también, poéticamente huyendo a su lugar seguro, para reencontrarse, y en la pista, donde vuela, donde coge aire con su bici, donde es inevitable que la magia de volar y aterrizar le recuerde por qué ama lo que ama y hace lo que hace.

La última película que vimos ofreció una potente experiencia humana. En El Cielo al Revés, el documentalista Jorge Enrique Rojas conforma una ópera prima vasta, y quedan ganas de ver dónde más llevarán sus sensibilidad humana, su olfato y su ojo a futuro. Rojas, quien trabajó como periodista de El País de Cali por años, tras entrar en crisis con el ejercicio periodístico y sus reales efectos, decidió dejarlo todo para lanzarse de lleno a este proyecto, pues no había otra manera de sacarlo adelante.

El proyecto, según contó el director luego, inició como un impulso de cruzar esa frontera social que se sentía cerca del barrio Sucre de Cali (que se percibía, entre tantos hechos, en cómo la gente agarraba sus pertenencias al acercarse), estigmatizado como tantos en Colombia y Latinoamérica, y narrar sus dinámicas.

El poster de 'El Cielo al Revés', una potente ópera prima. | Foto: El País

Por cuenta de que esas dinámicas son difíciles y narrarlas le costaría (quizá la vida) a las personas que lo introdujeron a él al barrio, Rojas cambió su enfoque, y dio con algo quizá más poderoso: la historia de Johana una madre soltera, sus dos adolescentes, su bebé, que hace su vida en el barrio. A través de ella, Rojas también se acerca e integra a unos cuántos personajes del estigmatizado sector que con una tremenda candidez relatan lo que fue y lo que es el barrio, lo que es y lo que fue la vida, y dejan unas perlas increíbles, entre la añoranza, el humor y el dolor. Rojas dice que tiene material como para una segunda parte, y debería sacarla adelante, esta saga merece expandirse y darle espacio a esas valiosas voces tan poco escuchadas.

Vale sumar que si Johana y la gente del barrio le hablan como le hablan, revelando sus alegrías y sus debilidades, es porque Rojas pasó el tiempo allá para ganarse su confianza, para hacerse parte. Hoy, Rojas cuenta que sufre los destinos de esta familia como los de la suya. De cierta manera, ahora también lo es.

No es una historia feliz, la vida no lo es, y la vida de Johana es especialmente dura. Porque además de su camino marcado por golpes de la vida, su hijo es presa de esas dinámicas de calle, violencia, drogas y chuzo. Aún así, sin pedir ni perdón ni permiso esta mujer comparte su vida ante la compañía de Rojas, que la registra con ojo sensible y desde una empatía que muestra un camino a todos los espectadores. Y la bebé la mantiene con ganas, sobria como nunca, y a todos nos tiene, como Rojas, haciéndoles barra.