Personaje
“Gabomanía”: nuevos libros y nuevas series se basan en el trabajo del Nobel, su vida y la única Mercedes Barcha
El mundo sigue fascinado con García Márquez. Este año se han publicado dos libros llenos de anécdotas sobre su vida; Netflix y Amazon Prime están adaptando al audiovisual “Cien años de soledad” y “Noticia de un secuestro”, y un productor mexicano está planeando una película sobre su infancia.
Cuenta Rodrigo García Barcha que, cuando se corrió la voz de que su padre estaba hospitalizado, periodistas y fanáticos comenzaron a congregarse frente a la puerta de la residencia de la familia en México. La mañana que lo regresaron a la casa para que pasara allí sus últimos días, su hijo Gonzalo, su secretaria y una empleada del servicio tuvieron que levantar sábanas para impedir que lo fotografiaran mientras lo sacaban de la ambulancia.
Esa anécdota y otras parecidas de cuando Gabriel García Márquez estaba en el hospital permiten vislumbrar la inmensidad de la gabomanía que despertó con su trabajo y que no parece disminuir con su partida o con el paso del tiempo.
No sorprende que la humanidad se haya fascinado con Gabo y con su obra, y tampoco que lo siga estando. En un español exquisito, el nacido en Aracataca contó historias que capturan una manera de pensar y habitar el mundo en la que las mágicas creencias ancestrales se funden con el razonamiento científico de la modernidad. Tal vez por ello sus cuentos y novelas parecen inagotables y adquieren más profundidad en cada relectura.
Contar semejantes relatos en un formato distinto al literario no es fácil, pero seis años después de la muerte del nobel, la tecnología –con el streaming– ha ampliado suficientemente la capacidad narrativa de las personas como para que varias se aventuren a hacerlo. “Gabo nunca pensó que “Cien años de soledad” pudiera convertirse en película”, dijo Rodrigo García Barcha en la rueda de prensa de lanzamiento de su libro “Gabo y Mercedes: una despedida” (2020). García Barcha, que ha dedicado su vida al cine, añadió que la llegada de las plataformas y el boom de las series permitieron lo que para Gabo y su familia era fundamental si sus historias eran llevadas a la pantalla: que se grabaran en las horas que fuesen necesarias, que se hicieran en español y que, en la medida de lo posible, los escenarios estuvieran en Colombia.
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Eso precisamente está haciendo el cineasta chileno Andrés Wood: en abril de 2021 empezó a grabar en Bogotá “Noticia de un secuestro”. Según contó en el Festival Gabo 2020, se trata de una miniserie de seis capítulos, interpretada por un elenco colombiano, y escrita por él, cuatro guionistas nacionales y uno chileno. Los productores creativos son García Barcha y María Elena Wood.
El hijo de Gabo propuso al chileno como director del proyecto porque consideró que una mirada extranjera le sumaría una perspectiva distinta al relato y ayudaría a contársela a un público internacional. Además, le interesó la habilidad de Wood para contar historias personales enmarcadas en contextos políticos nacionales que mezclan el periodismo y la ficción.
Wood y su equipo han buscado mantener el equilibrio entre contar los relatos íntimos de los protagonistas del desgarrador reportaje de un secuestro colectivo de diez figuras públicas del país y, en palabras del director de la serie, “narrar la historia de un secuestro, un thriller por naturaleza”.
La serie tiene elementos de ficción. “Estamos haciendo una obra basada en un reportaje, no un documental fundado en los hechos. En ese sentido, podemos y debemos tomarnos más libertades. El público nos lo agradecerá”, explicó García Barcha en el Festival Gabo.
El libro les ha servido de brújula, pero también han tenido que hacerle cambios para adaptarlo al audiovisual. “Las novelas de Gabo tienen poco diálogo, y cuando hablan los personajes lo hacen de una manera contundente, lapidaria y poética. El cine no aguanta eso”, dice García Barcha. “No pueden estar todos hablando como si fueran dioses”.
Las novelas de Gabo tienen poco diálogo, y cuando hablan los personajes lo hacen de una manera contundente, lapidaria y poética. El cine no aguanta eso”, dice García Barcha. “No pueden estar todos hablando como si fueran dioses
Por su parte, Wood afirma que “es muy complejo pasar a la imagen la grandeza del universo verbal de García Márquez, que es parte importantísima del valor de sus obras. Ese universo tiene muchos subtextos, muchas capas. El desafío está justamente en saber reinterpretar esa grandeza”.
No son estos los primeros intentos de llevar a Gabo al audiovisual, y los resultados han sido mixtos. Para el hijo de Gabo, a los cineastas que han llevado las obras de su padre a la gran pantalla les ha hecho falta apoderarse realmente de los libros. Netflix ha tenido en cuenta ese consejo para producir “Cien años de soledad”. El conocido guionista puertorriqueño José Rivera ha hecho un par de cambios estructurales, aunque fieles al libro.
La serie está en etapa de adaptación, la que más preocupa a sus realizadores y a los seguidores de la literatura de Gabo, pero García Barcha ha acompañado el proceso creativo del proyecto. En la rueda de prensa del lanzamiento de su libro contó que había leído las primeras horas del guion y que estaba contento.
Otra iniciativa que desde el año pasado está en preproducción es “La maestra y el Nobel”, la película del productor mexicano Gastón Pavlovich que se centra en la infancia de Gabo y en su relación con la docente que le cambió la vida al enseñarle a leer, a escribir y a enamorarse de la literatura. El largometraje está basado en el libro homónimo que García Márquez le pidió a la periodista Beatriz Parga que escribiera.
Sin embargo, la fiebre de la gabomanía no solo está latente en el cine. La rueda de prensa del lanzamiento del nuevo libro de Rodrigo García congregó a más de 30 periodistas de medios iberoamericanos que se reunieron para preguntarle sobre el texto y la experiencia de contar anécdotas íntimas de los últimos días de vida de sus padres.
Al respecto, el cineasta profundizó en algunas de las historias escritas. Habló de lo difícil que fue para su padre darse cuenta de que estaba perdiendo la memoria, materia prima de su trabajo; de por qué cuando escribió su biografía quiso concentrarse únicamente en sus años de formación, y no contar sobre las personalidades con las que almorzaba y comía cuando se hizo famoso. Explicó que su madre solía leer los libros de Gabo en el momento en que estaban terminados y empastados; pero cuando este le comentó que acababa de matar al coronel Aureliano Buendía, un día de 1966, ella entendió perfectamente lo que significaba y lo acompañó en silencio en su tristeza.
Esas anécdotas se suman a las muchas que cuenta Guillermo Angulo en el libro que lanza estos días, “Gabo + 8”. Todas, en conjunto, logran lo imposible: engrandecer la ya gigantesca figura del escritor y periodista iluminado que se destacaba entre los letrados del llamado boom latinoamericano de finales de los sesenta, y que gozaba de un inteligente humor que divertía a amigos y familiares, y que llegó a desafiar al corrosivo alzhéimer.
Leyendo cómo Gabo se hizo íntimo amigo de Álvaro Mutis; cómo almorzaba en París “comida para trabajadores” con Rogelio Salmona, y cómo solía decir que Alfonso Fuenmayor “era tan culto que mamaba gallo en latín”, Angulo le hace sentir al lector que García Márquez era grande entre los grandes.
Pero, al igual que Rodrigo García, también habla de la vulnerabilidad del nobel, de lo dura que fue la enfermedad que le robó la memoria y le hizo olvidar la cara de sus hijos y, durante un tiempo, asimismo la de su esposa y compañera de vida. Cuenta el hijo de Gabo que, hacia el final de sus días, el escritor leía sus magistrales obras como si fuera la primera vez que las tenía en las manos, y que se sorprendía a veces cuando veía su retrato en la contraportada. Entonces volvía a abrir el libro.
Rodrigo García describe la vida de su padre como una de las más venturosas y privilegiadas jamás vividas por un latinoamericano. Y dice que su imaginación era tan prodigiosa que en “Cien años de soledad” narró la vida de seis generaciones de la familia Buendía, y que tenía material suficiente para dos generaciones más. Por esa grandeza, la gabomanía existirá siempre.