Garrincha: estrella solitaria

Este docudrama brasileño no pasa de ser una antología de momentos importantes de la vida de un gran jugador de fútbol.

Ricardo Silva Romero
11 de junio de 2006
El futbolista Mané Garrincha (André Gonçalves) es descubierto por el Botafogo, a comienzos de los 50. Su historia de amor con la cantante Elza Soares (Taís Araújo) acabará con su brillante carrera

Título original: Garrincha: Estrela Solitária.
Año de producción: 2005.
Dirección: Milton Alencar.
Actores: André Gonçalves, Alexandre Schumacher, Taís Araújo, Ana Couto, Chico Díaz, Marcelo Escorel.

Hay quienes creen que el difunto Mané Garrincha, goleador de la selección brasileña de 1958, 1962 y 1966, es el mejor jugador de fútbol de todos los tiempos. Dicen que fue mejor que Pelé. Dicen que fue mejor que Maradona. Suelen recordar que, a pesar de los obstáculos que se encontró en la vida (tenía una pierna más corta que la otra, perdía la cabeza como cualquier mujeriego atolondrado, era incapaz de rechazar una botella de licor), Garrincha siempre se trasformaba en el genio que era, apenas comenzaba el partido. Los defensas jamás adivinaban sus gambetas. Los arqueros se morían de miedo cuando lo veían acercándose a la portería.

Su verdadero nombre era Manoel Francisco Dos Santos. Nació en Palo Grande, en el estado de Rio de Janeiro, el 28 de octubre de 1933. Vivió la vida de una irresponsable estrella de rock desde mucho antes de ser descubierto por el Botafogo en las arenosas canchas de su pueblo. Murió en la miseria, solo, doblegado por el alcohol, como han muerto tantos dioses transitorios del mundo del deporte, el 20 de enero de 1983. Su biografía es, en fin, aquella dolorosa fábula del “hombre que lo tuvo todo para después perderlo”, que ha dado origen a tantas películas buenas. Es una lástima que, en su esfuerzo por abarcarlo todo, este torpe largometraje se vea reducido a una “antología de grandes momentos de la vida de Garrincha”.

La película comienza en el carnaval de Rio de 1980. El hombre que fue Mané Garrincha es exhibido en medio de la fiesta como un títere sin alma. Y las personas que más lo quisieron se ven obligadas a recordar, entonces, las escenas que vivieron a su lado: la abnegada Iraci, una de sus tantas mujeres, vuelve al día en que lo oyó decir “¿puedes creer que voy a ganar dinero jugando al fútbol?”; el defensa Nilton Santos, su gran amigo, recuerda los años felices en los que se convirtió en el mejor futbolista del planeta, y su gran amor, la solista Elza Soares, trata de olvidar la década de borracheras, escándalos, envidias, brujerías y persecuciones políticas que ni siquiera juntos consiguieron superar.

Garrincha: estrella solitaria pretende mostrarnos la penosa trasescena de la vida de un futbolista, retratarnos un pueblo a partir de uno de sus redentores crucificados y recordarnos que los jugadores de hoy son sólo hombres de negocios. Pero es artificiosa. Terriblemente artificiosa. Le tiene cariño a su personaje principal. Quiere que le pidamos perdón por haberlo abandonado. Y rescata las estupendas jugadas en blanco y negro de aquellos mundiales. Y sin embargo, como si hubiera sido filmada a partir de un guión inacabado, prefiere perder el tiempo en escenas efectistas (las escenas de sexo son para morirse de la risa) a construir un drama que redondee sus buenas intenciones, explota a un futbolista en desgracia en vez de redimirlo como hombre. Igual que aquel carnaval de 1980.