GATO POR LIEBRE
Muchos espectáculos que se presentan en Colombia no valen lo que se cobra por verlos
Cuando en inglés se dice "value for your money", se quiere expresar el balance que debe existir entre el precio que se paga por algo, y la calidad que debe recibirse a cambio. En otras palabras, la frase norteamericana pone de manifiesto lo que en justicia le corresponde a alguien que ha realizado una inversión.
En varios de los espectáculos internacionales que se han presentado en los últimos meses en Bogotá, es evidente que el público no ha recibido "value for money" o expresado en buen español, ha salido de las diversas presentaciones con la ingrata sensación del timo, y ello debido a que la calidad de varios de esos espectáculos no guardó una relación justa con los altísimos precios de las localidades.
Ocurrió, por ejemplo, con el ballet de Alexander Goudonov, quien tras un bien montado aparato publicitario, sólo se dio dos garbeillos por el escenario y dejó el resto de la función en manos (o en pies) de los integrantes de una pobre compañía argentina. Ocurrió con la comedia musical "El hombre de la Mancha", menos que mediocre y casi nada musical, debido a las pésimas voces de sus intérpretes y a la mala grabación del sonido. Ocurrió con Sarita Montiel, demasiado lejos ya de la edad ideal de las vedettes y demasiado entrada en carnes como para llegar siquiera a parecer atractiva. Ocurrió con la Orquesta Sinfónica de Moscú, cuyo programa, a pesar de unos precios increíbles, era como para un matinal infantil, y cuyo desempeño no resultó ser nada del otro mundo. Y hace tan sólo dos semanas, volvió a ocurrir con la presentación de la Orquesta Sinfónica de Viena, agrupación que por el sólo hecho de venir de la ciudad más musical de la tierra, despertó entre los aficionados a la música, un entusiasmo sin límites... antes del concierto.
Es evidente que la contratación en el exterior de grupos artísticos, por lo general costosos, se justifica y se justificará siempre, en la medida en que le aporten al país dimensiones nuevas, experiencias no vividas, en pocas palabras, vivencias artísticas que enriquezcan el acontecer cultural. Pero volviendo al caso de la orquesta vienesa, no tiene sentido traer con unos costos altísimos, a una agrupación sinfónica bajo la batuta de un director de reconocida trayectoria, y con una importante solista, para tocar obras tan archiconocidas como son la Obertura de Ruslan y Ludmila, de Glinka, el primer concierto para piano de Tchaikovsky, y aun la séptima sinfonía de Beethoven, cuando la ciudad dispone de dos orquestas sinfónicas capaces de interpretar, como ya lo han demostrado, esas mismas obras.
Tal vez, quienes escogieron el progama-no se pudo establecer si fue elegido por la propia orquesta o por la dirección del teatro-están mal informados sobre el nivel musical del país, que por fortuna es bastante más alto de lo que piensan. Fue una verdadera lastima que una orquesta de buena calidad, aunque dentro de lo normal, y con un número suficiente de instrumentistas, no hubiese incluido en su única presentación alguna obra de estreno en Colombia, o algún trabajo cuya realización en el país resulte difícil. Se me ocurre, a guisa de ejemplo, que una sinfonía de Mahler o tal vez de Bruckner, hubiera sido bienvenida. Así como lo hubiera sido un bis de Webern, en lugar de la polka de Johann Strauss, con la cual finalizó el concierto, bailoteada groseramente por el director de orquesta, en una evidente falta de respeto por su agrupación y sobre todo por un público que, aunque a él le parezca de poca monta, había pagado sumas considerables por ver y por oír un espectáculo serio.
Como la crítica especializada lo difundió en su momento, el resultado artístico del concierto estuvo lejos de ser brillante y la presentación de la orquesta vienesa paso sin pena ni gloria, desde el punto de vista musical. Tal vez la orquesta no estaba en su mejor noche. No deja de ser paradójico, sin embargo, que tan sólo 24 horas después de la mencionada función, la Sinfónica de Colombia ejecutara, de manera no sólo impecable sino espléndida, un interesante programa en una de sus presentaciones habituales de los viernes. Allí había comunicación, había música y para acentuar la contradicción, unos precios que apenas si llegaban al diez por ciento de lo que se había pagado la noche precedente.
En este orden de ideas, y para cita otras cifras desproporcionadas mientras el Teatro de Colsubsidio se da el lujo de pagar la exorbitante suma de tres millones doscientos mil pesos por traer una orquesta que no le aporta nada al país, la Sinfónica de Colombia, con un presupuesto adicional de apenas doscientos mil pesos, realizó la semana pasada siete conciertos infantiles y juveniles, en el marco de un muy interesante programa de difusión musical, que sí deja unos frutos importantes en términos de formación estética.
Hay que repetir y aclarar que por ningún motivo la cultura colombiana puede prescindir del arte de otras latitudes, cuyos beneficios no solo son valiosos sino necesarios; lo que sí es importante pedir a los responsables de tantas importaciones es la aplicación de criterios estrictos en lo que a calidad se refiere. Hay que determinar con claridad que puede ser producido localmente con una calidad similar a la que podríamos importar, sin gastar divisas y además incentivando el oficio de los artistas colombianos y finalmente, creo que es apenas justo devolverle al público, por lo menos el equivalente a lo que paga por una localidad. -
Fernando Toledo -