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Germán Maggiori: “Los años noventa en Argentina fueron salvajes, pero la coreografía de la violencia está en permanente movimiento”
El argentino escribió la novela negra ‘Entre hombres’ y 20 años después adaptó su escrito para la serie sobre la corrupta y sucia sociedad porteña de los noventa que estrena HBO Max. Hablamos con él sobre el camino de este relato, su vigencia, y “eso que uno aborrece pero no puede dejar de ver”.
Es un mundo de villanos, oscuro, sucio, un mundo de crimen, de coimas, de violencia y muerte que no esconde su naturaleza. Por encima, los políticos manejan los hilos para que todo se dé a sus anchas y sus atrocidades queden impunes; abajo, quienes viven en el barro sienten los aprietes brutales de quienes son enviados a limpiar el reguero. Días normales en la periferia de las ciudades grandes del este loco continente. Eso retrató Germán Maggiori en su novela Entre hombres y, ahora, eso comparte en la versión televisada de cuatro episodios que estrena HBO Max desde este domingo 26.
Maggiori nació en ese conurbano bonarense que relata. Hijo de Lomas de Zamora desde 1971. El escritor ganó el concurso La Resistencia/Alfaguara realizado en México (como lo relata en esta entrevista, repasando sus pasos, un paso crucial). Sus cuentos integraron diversas antologías, entre las que se destaca Las Fieras. Antología del género policial en la Argentina, con selección y prólogo a cargo de nada menos que Ricardo Piglia. En 2012 publicó el volumen de cuentos Poesía Estupefaciente premiado por el Fondo Nacional de las Artes y en 2014 publicó su segunda novela Cría terminal.
SEMANA: Estamos en 2021, 21 años desde que lanzó a esa novela. Cuéntenos sobre el proceso y sobre lo que fue ese momento de ponerse en la escena con este libro en ese 2001 tan convulsionado en Argentina...
German Maggiori: Yo había empezado a escribir mis primeros relatos de ficción unos años antes de la novela, estaba probando de alguna manera, como le sucede a uno como escritor, presentando las obras que escribía a concursos. Y a partir de un relato que me premian, efectivamente, en el año 96, que tiene una relación con el mundo que cuenta la novela es que empiezo a escribir la novela. Es un relato que se enmarca en el mismo ámbito de los que son los pibes, los adictos de ‘Entre hombres’.
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El relato funcionó, recibió un premio y yo tenía la ilusión de escribir un texto de largo aliento, una novela, y me pareció que había algo ahí, en ese mundo, en ese cuento, como para expandirlo. Ahí arrancó el trabajo de la escritura de la novela. Tomó unos años, y en el medio pasaron cosas personales también. La terminé en el 2000, y ahí, acostumbrado al rechazo editorial permanente, como escritor novel se soportó de manera estoica. La termino presentando en un concurso en México. Se podía mandar el libro por internet, y llega la gran sorpresa. La novela ganó el premio. Se editó allá, luego se editó acá (en Buenos Aires)...
A partir de ese momento pensé que las cosas se encaminaban a lo que yo aspiraba, pero no fue tan así en Argentina, coincidió la salida de la novela con un momento muy crítico como vos señalabas, con la crisis. LA novela salió en septiembre y el diciembre pasa el estallido, salida de presidentes, muertos. La crisis que desnudó el sistema menemista, neoliberal que había estado vigente por diez años, que es un poco lo que la novela cuenta. O pone en acto, no pone en acto, pero abreva las circunstancias horrorosas e las que nos fuimos hundiendo como país.
Cuando salió, el texto no tuvo mayor repercusión, más allá de una u otra crítica, y quedó sumergido por esa realidad en un segundo plano. Pero subsistió, siguió circulando entre lectores (quienes mantienen viva la llama de ciertos textos en circunstancias así). Y tan es así que el texto lo termina adquiriendo y lo volvió a editar en 2013, y ahí tuvo un repercusión mayor. Se revitalizó lo que escenificaba la novela. Y vino una productora interesada en los derechos, y aquí estamos ahora...
SEMANA: Muchos escritores han trabajado con televisión y streaming pero no les queda mucho ánimo de volverlo a hacer. Usted estuvo involucrado de primera mano en esta producción, ¿cómo le fue en el proceso?
G.M.: Cuando surgió la posibilidad, me tentaron con la posibilidad de adaptar el material y, eventualmente, escribir los guiones. Había escrito guiones pero no habían terminado nunca en una realización, y tampoco era algo que nadie me había encargado o pedido, eran guiones para probar.
En este caso, como había de parte de HBO y Polka, las productoras detrás, un interés en cuanto a querer una transposición muy fiel de la novela al formato y conservar el espíritu, el tiro, todo lo que se pudiera del texto original. Ellos se entusiasmaron con mi participación y ellos la propusieron. Fue un proceso dinámico, fluido, no me sentí incómodo, tuve mucha libertad en cuanto a las pretensiones, incluyendo el largo de los capítulos, se hizo en función de volver el texto en una serie sin estirarlo ni compactarlo. Y eso juega a favor, en definitiva, por que me sentía cómodo sabiendo que la novela iba a tener un traslado a lo audiovisual en consonancia con lo que yo había pensado como novela literaria.
SEMANA: Cómo describe usted este universo (denso) de la novela y de la serie... es una producción que no se anda con rodeos, cachetea de frente desde lo visual, desde el lenguaje, háblenos de construirlo...
G.M.: Los años noventa en Argentina fueron muy salvajes. En cuanto a lo que sucedía, lo que venía de arriba, de la clase dirigente, de la política. Primero, desde lo que fue la instalación e un plan económico neoliberal salvaje, como el que instauró el Gobierno de Menem, pues generó un cambio muy dramático en el país, en la sociedad. Fue un cambio radical el que hubo, pues veníamos de Alfonsín, una persona que estaba en las antípodas, si se quiere, de Menem.
Transformó a la sociedad en algo monstruoso. Y esa monstruosidad tiene en los diferentes estratos diferentes tipos de representaciones. Desde los estratos marginales, con la violencia y lo salvaje, siendo la manera en que el sistema operaba sobre los cuerpos. Y ahí está el trabajo de la novela, quedarse, regodearse con esa violencia, con esa barbarie en la que son participes todos estos personajes. Y llegar a ese mundo hostil de puros villanos donde parece que es imposible rescatar a alguien...
Es horroroso, y también involucra la fascinación de lo horrible, de lo que uno aborrece pero no puede dejar de ver. Eso también se nota en la serie. Esto es espantoso pero quiero seguir viendo lo que pasa. Lo que ha logrado (el director) Pablo Fendrik es asombroso, con las imágenes, el tratamiento, con la estética detrás de esa herencia descarnada que hay detrás. Es un logro tremendo.
SEMANA: ¿Qué tanto ha cambiado Argentina¿, ¿sigue registrándola en sus escritos?
G.M.: Quizá me inscribo en una tradición como la de Onetti, en el sentido de trabajar la zona. A mí me interesa anclarme en lo que es los suburbios, lo que se llama el conurbano boanerense, la zona donde yo nací, en al que me crie, y que hace parte de mi vida. Y es un universo distinto de la capital, con su luz y su cultura. En la periferia lo que hay es esos despojos y la realidad real, más allá de lo que se proyecta. Ahí, la Argentina más descarnada, más real y salvaje.
Con el paso del tiempo cambiaron cosas, hubo avances en términos de derechos que han transformado la vida de las perdonas. Pero, en el fondo, en esa región siguen reinando los mismo elementos de desigualdad, de violencia. Siguen igual, pero se visibiliza más lo que viene pasando con la masificación del uso de celulares. Y uno empieza a ver lo que antes solo escuchaba. Hay una coreografía de la violencia que está permanentemente en movimiento.
SEMANA: ¿Algo que quisiera decirle al público en Colombia?
G.M.: Ustedes tienen también una gran tradición en estos temas. Qué decirnos más que hermanarnos en un abrazo y seguir mirando cómo el mundo se desmorona a nuestro lado.