ARTE
“Hay denuncia en mi obra, pero siempre busco que haya sanación”, Luz Lizarazo nos habla de sus Ágatas y de arte
En su taller, la única artista colombiana en la bienal de Malta nos recibió para hablar largo y tendido de la obra que marca su primera incursión internacional y de lo que la mueve en la escena actual.
Hay un antes y un después de Malta para Luz Lizarazo, cuya obra es la única representación colombiana en la primera bienal en la historia de ese país abrazado por el Mediterráneo. Muchas primeras veces confluyen en esta coyuntura para la artista bogotana de 57 años, porque esta participación marca su primer salto internacional.
Cuando SEMANA la visitó en su taller, poco después de su regreso al país, su emoción fue palpable y más que justificada. Porque este taller nuevo en el que trabaja ahora es genial, amplio, con buena luz y, sobre todo, porque la obra de la cual le proponemos hablar abre el recorrido del encuentro artístico en el Master’s Palace de La Valeta. En ese palacio gobierna el presidente de dicha nación y fue apropiado desde el arte para dialogar y controvertir los órdenes impuestos. Allá, a mediados de marzo, Luz fue a presentar sus múltiples versiones de Santa Ágata, figura interesantísima por razones que revela en esta charla, desplegadas junto con los otros elementos que integró a su propuesta. Y más allá de que la artista no la acompaña, su obra seguirá brillando hasta el 31 de mayo.
En un ámbito más local, además, Luz sigue activa, creando, proponiendo, gestionando. Junto con el también artista Jorge Julián Aristizábal, convocó a 23 artistas nacionales a crear. El resultado es Doméstico, una muestra que abre el 18 de mayo y se extenderá por tres meses en Barichara. En ella, los artistas crearon obras usando los recursos, saberes e instalaciones del Taller de Papel de esa mágica población santandereana. Bajo la idea de reflexionar sobre “lo doméstico”, la mayoría de los artistas viajaron y trabajaron directamente con las mujeres que conforman el taller y generaron un aprendizaje mutuo. Quienes no lo hicieron, desarrollaron sus obras desde sus estudios con papeles enviados desde Barichara.
A esta revista, Luz le abrió sus puertas para hablar de su obra, esa que ahora cruza fronteras, y del arte que la mueve. Esto dijo en una charla sin afanes.
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SEMANA: ¿Como se gestó esta participación en la bienal de Malta?
Luz Lizarazo: Recibí la invitación de una de las curadoras de la bienal, Elisa Carollo. Ella vino al ARTBo del 2022, hizo un post de mi obra en la feria, y yo le respondí agradeciéndole (suelo responder y agradecer cuando la gente tiene esos gestos con mi trabajo). En ese momento, ella me pidió venir a mi estudio. Fue una visita de taller bonita, intensa, y le mostré mucho más de mi trabajo.
Y luego, cuando a ella la invitaron a ser una de las curadoras de esta bienal, me llamó y me pidió participar en una parte muy importante de la bienal: la sección principal, que tiene que ver con la mujer, donde mi obra encaja perfectamente.
SEMANA: ¿Qué proceso vino luego?, ¿cómo se planteó su obra?
L.L.: Yo presenté un proyecto con medias veladas, y les gustó mucho, lo aceptaron, pero resulta que, en este lugar donde estábamos, en La Valeta, la capital de Malta, casi todo está protegido. No se pueden tocar las paredes, no se puede tocar el suelo, no se puede clavar un clavo. Montar esa obra que plantée se hacía muy difícil, porque requería tensión y muchos clavos. Entonces me pidieron cambiar el proyecto, y propuse este de las Ágatas, en un material que venía trabajando y descubriendo, un papel hecho en fibras naturales y teñido con tintes naturales.
Para mí, tenía que ser una obra muy poderosa, porque me ofrecieron un lugar importante: la entrada al Grand Master’s Palace, el palacio presidencial en La Valeta. Es un museo, pero, a la vez, ahí gobierna el presidente de Malta. Y yo tengo la entrada, con mi obra empieza el circuito de la bienal.
SEMANA: Algo de presión genera ser ese primer golpe de ojo...
L.L.: Sumó presión, y además sentía la tensión de no poder expandirme y crecer por las paredes, que era lo que yo quería. Tengo la entrada, que tiene una de estas escaleras en U preciosas, que da acceso al segundo piso, donde está toda la armería del museo. Yo quería apropiarme de las paredes y no podía...
SEMANA: Había presión, y restricción, pero un gran espacio...
L.L.: Sí, es un lugar majestuoso, que permite además, ver la obra desde arriba, desde los lados... Cuando uno va subiendo las escaleras, la va descubriendo, y eso es muy bonito.
SEMANA: ¿Qué la inspiró?
L.L.: Decidí trabajar con la figura de Santa Ágata de Catania porque, además de ser una de las patronas de esa zona del Mediterráneo, es una de las patronas de Malta, es la santa protectora de las mujeres violadas, de las mujeres con cáncer de seno, de las nodrizas, de las mujeres que no pueden alimentar a sus hijos, de las enfermeras. Es la patrona de todo lo que tiene que ver con el cuidado de la mujer. Y me pareció perfecta.
SEMANA: ¿Cómo dio con esta figura?
L.L.: Debo confesar que Karim Estefan, el artista, me la mencionó. Él trabaja con muchas imágenes religiosas en su obra y estaba conmigo cuando me pidieron cambiar el proyecto. Y yo venía ya haciendo ejercicios sobre este papel que te estaba contando (fibras naturales, tintes naturales), y me dijo “¿Tú sabes que Santa Ágata es la patrona de Malta pero, además, de las mujeres violadas?”. Y ahí me dio un regalo muy grande.
Yo no tenía idea de esta santa. He trabajado con figuras religiosas, pero no conocía a Santa Ágata. Y que fuera patrona de Malta ya era ideal. Entonces decidí hacer mis versiones de Santa Ágata. Ella fue martirizada en el siglo III. Había decidido mantenerse casta para Dios, pero el emperador Decio quería que ella fuera su mujer. Pero se negó y fue presa. Logró escaparse, y en unas catacumbas permaneció entre pocas semanas y tres meses (dependiendo de las versiones). Y cuando decidió regresar a Catania a enfrentar la situación, el emperador volvió a insistir, ella se volvió a negar, y fue martirizada, arrancándole los senos y quemándola viva.
SEMANA: Es una figura que sigue asumiendo nuevas causas con el paso del tiempo, porque es matrona de las mujeres que tienen cáncer de seno...
L.L.: Sí, porque su aspecto de sanación es muy importante. Está para las que sufren cáncer de seno, pero también para las nodrizas, las mujeres que alimentan los hijos de las mujeres que no pueden hacerlo. Eso es muy bello.
SEMANA: ¿Hay denuncia en sus Ágatas?
L.L.: Hay denuncia, pero busco que también haya sanación. Eso hago en mi obra, siempre. Por ejemplo, en la serie de Las Niñas denuncié la violación a la niña emberá de once años de parte de siete soldados del Ejército colombiano. Pero, además de exponer esto y hacerlo visible, de hacer algo para que nunca se olvide, hice muchos ejercicios cubriendo muros en la calle, para que tanto hombres como mujeres pudieran venir y escribir sobre esa imagen. Hubo muchos actos sanadores sobre esa imagen durante meses. Pretendo que siempre haya una respuesta que sane.
SEMANA: Descríbalas…
L.L.: En sus senos lo que hay son huecos, y por esos huecos pasa la vida, el agua, el aire, el fuego, crecen plantas, la atraviesan las aves y los rayos del sol. Entonces, en la instalación, la curadora la vio y me sugirió crecerla. Me habían dicho que no se podía, pero se pudo. Y yo llevaba material suficiente, sabía que la podía ampliar. Y lo hicimos sin tocar nada de lo intocable. Amarramos hilo nylon a las columnas y pude elevar la pieza hasta el segundo piso. Tú entras y la ves como una piel grande que se expande y sube.
Y, por eso, también hice un ejercicio de armar este suelo de una manera un poco brujeril. Me gustan las cosas de brujas. Entonces armé con las pinturas unos triángulos, dos triángulos que se encuentran. Comienzas con el día y la noche: con el sol y con la figura de la noche, que es una mujer que la va alumbrando con una lamparita. Y cerca a la noche están los elementos de la noche, entre ellos el agua; y cerca al sol, el fuego y la tierra. Y así se van configurando estas versiones personales de Santa Ágata sobre esta superficie, atravesadas por estos elementos de renacer, de sanar, de todo lo que conforma nuestro cuerpo.
SEMANA: ¿Cuántas decidió hacer y qué otros elementos integró?
L.L.: Quería que fueran más, pero tenía que responder a lo que la obra exigía, y eso era que se viera la piel, la superficie. Tenía que ser muy delicada en la cantidad de piezas que ponía encima, Decidí hacer once, número impar. No es lo mismo diez que once.
A la vez, hay una cadena montañosa de senos en cerámica, senos decorados. Y Santa Ágata también es la patrona de los volcanes y es preciosa esa idea del fuego dentro de ella. Entonces algunos senos hacen relación a los volcanes, al sol, al viento, al agua. Y esa cadena montañosa atraviesa la pieza.
Y luego, hay un tercer elemento importante: una cadena de bolas en hojilla de oro. Una metáfora a estos elementos sagrados que se usan en las religiones, como el rosario de los cristianos o el japa mala de los budistas. Esta pieza le da un carácter sagrado a la pieza. Porque todo esto sucede con el cuerpo de las mujeres, pero no podemos olvidar que la vida es sagrada. Y por eso la cadena es dorada y brilla. Después de ver las Santa Ágatas, la gente me pregunta sobre ese elemento porque resuena mucho.
SEMANA: ¿Cuánto tomó desarrollarlas?
L.L.: Tuve que ser muy rápida. En diciembre tuve que cambiar el proyecto. Navidad y eso no hubo, hubo mucho trabajo porque la obra tenía que estar lista en febrero. Y la experiencia ha sido conmovedora por muchas razones. Porque estoy en la sección llamada Matri-Archivo, en la que sumamos solo mujeres artistas de diferentes partes del planeta. Y todas tocamos temas relativos a lo femenino, a la mujer, dentro de un lugar absolutamente masculino como el Master’s Palace, con los guerreros, las armaduras y los escudos de guerra.
SEMANA: ¿Qué le significa esta experiencia?
L.L.: Es mi primera exposición internacional importante y es una bienal en su primera versión. Son muchas primeras veces. Yo iba con muchas expectativas, porque iba a algo absolutamente desconocido, a un país que tampoco había visitado en el que solo conocía a la curadora que me invitó. Y fue una experiencia preciosa. La obra ha tenido muy buenos comentarios y mucha resonancia con las mujeres pero también con los hombres. Y es muy importante que eso pase. Siento que la obra se luce, que está poderosa, que está fuerte, que aguanta todo lo que le pueda pasar por encima en este tiempo que estará allá, sola.
SEMANA: Volvamos a la línea que marca su trabajo, lo que une lo que ha hecho, lo que hace y lo que hará...
L.L.: Yo intento, o llevo mucho tiempo intentando, buscar una frase que resuma mi trabajo y no la encuentro. Siento que en mi trabajo hay varias conversaciones que para mí son importantes: por un lado, el tema de lo femenino, narrado a partir y a través del cuerpo de la mujer; pero también hay otra parte muy importante, la espiritual. Es crucial esa mirada hacia adentro. Yo soy una mujer de rituales. Siempre llego y enciendo una vela y doy gracias. Me parecen importantes los rituales cotidianos. Otra parte es lo que hago con los elementos del cuerpo, por ejemplo, los tejidos que hago ahora con mis canas: trabajo con huesos, con pelo, tengo un abanico grande de temas que, al final, es mi mirada sobre nosotros. Nuestro cuerpo narrado desde una voz femenina a la que le interesa mucho el cuidado de la mujer.
SEMANA: Háblenos de materiales, qué tan circunstancial es esa decisión de materiales y técnicas...
L.L.: Normalmente, las obras deciden. Cuando empiezo un proyecto, la obra me dice “Necesitas esto, Luz”. “Necesitas pelo”, o “Solo necesitas dibujar”...o “necesitas buscar otros materiales”.
SEMANA: ¿Qué le llama la atención de lo que ve hoy en la escena mundial, colombiana, latinoamericana del arte? ¿Qué la alimenta?
L.L.: (Lo piensa…) A mí me alimentan esos artistas que no tienen límites, que no tienen miedo, ni a lo que dicen ni a la monumentalidad en sus obras. Pienso en el documental sobre Anselm Kiefer, una cosa loca, en un taller que hay que recorrer casi que en bicicleta, con obras monumentales. A mí me gustan esas obras que veo y me retan, porque me hacen sentir todavía como... pequeña, por más que yo tengo mucha garra también.
En la bienal vi la obra y el trabajo de Ibrahim Mahama, un artista de Ghana, y me impresionó muchísimo. Es un hombre de 36 años, muy joven, y recalco la edad porque me parece importante. Tengo 57 años. Este hombre, a sus 36 años, con su obra, ha ido comprando tierras en Ghana. Pero no solo para hacer su increíble estudio, también para implementar una labor educativa impresionante para los niños. Con imágenes me mostró cómo se compró un tren con ferrocarril y un avión que habían dejado allá los ingleses y se llevó todo eso a su tierra, lo desmanteló, y armó salones de clase para niños. Hizo una sala de cine para los niños también.
También me contó que hace dos versiones de sus obras: una para grandes museos en Europa y otra que se queda en su taller, donde se sientan los niños (unos 5.000 aprenden en su espacio) y donde también van a trabajar mujeres de la región.
Me decía: “Luz, no les enseño ni a pintar ni a dibujar. Eso es lo que menos importa. Nadie tiene que aprender a dibujar, pero sí hay que aprender a pensar y a ver el mundo de otra manera”. Así que, en este momento, si me hablan de alguien inspirador, pienso en este hombre. No todos podemos alcanzar esas dimensiones, y a él le llegó esa claridad y posibilidad a los 25 años.
SEMANA: Mirando hacia Colombia, ¿cómo ve la escena?
L.L.: Colombia tiene unos artistas increíbles, pero poquísimas instituciones. No tenemos. En Bogotá tenemos un Museo, UN MUSEO, de arte contemporáneo, la biblioteca Luis ángel Arango y unas pocas galerías. Son muy pocos los espacios para poder acoger la cantidad de arte que producimos acá. No tenemos respaldo. Hacer ver nuestro trabajo es muy difícil, ¡aquí mismo! Y sorprende porque, honestamente, cada vez que viajo me sorprendo de ver la fuerza del trabajo de los artistas colombianos y lo buenos que son.
SEMANA: Nos mencionó cómo ARTBo la llevó a conectar y lograr esta muestra en Malta, pero esa, nos dice, no es la constante...
L.L.: Pasa que, no solamente hay que tener un buen trabajo: hay que estar en el lugar correcto, con la persona correcta, en el momento correcto. No es suficiente ser un buen artista, disciplinado y constante.
En Colombia, no solamente hay que tener un buen trabajo: hay que estar en el lugar correcto, con la persona correcta, en el momento correcto. No es suficiente ser un buen artista, disciplinado y constante.
SEMANA: ¿Juega el juego de las redes sociales? Parece necesario estos días...
L.L.: Yo hago redes sociales, y las redes fueron las que me trajeron a Elisa Carollo a mi taller y me han traído otras cosas, invitaciones importantes. Sí me molesta esa exposición, esta cosa tan pública, pero entiendo que en este momento la necesito. Y yo hago mis redes: lo que sale es lo que pienso, es lo que quiero que la gente sepa. Si no quiero que se sepa, no lo digo. Trato solamente temas de trabajo, procuro nunca poner nada personal.
SEMANA: Algo sobre lo que viene en su producción artística...
L.L.: Justamente, hablando con Paula Bossa, curadora de la Galería Casa Reigner, con quien tengo conversaciones muy bonitas sobre mi trabajo, le decía que esta bienal, esta experiencia de salir al mundo y exponerse así, que para mí es mi primera vez, me trajo muchas cosas.
Primero, quedé vacía, todo salió y todo se quedó allá, a nivel artístico y físico. Fue muy fuerte. Y sentí que había que romper límites, romper los formatos. Porque llevo un tiempo poniéndome yo algunos límites, no sé, de hacer dibujos en 50x70, o 100x70. Y por eso ves lo que ves en el taller ahora (en el piso y en las paredes se ven muchos de sus dibujos).
Estoy en un momento de ruptura, de morir desde todo lo que me pasó antes de la bienal y renacer desde todo lo nuevo que está llegando, que todavía ni siquiera sé qué es. ¿Cómo comienzo? Sacando todos estos dibujos que ves, que he rechazado, que o no están terminados o no me gustaron cuando los terminé. Y los estoy sacando para romper un poco esa formalidad de la que te hablaba y, no sé, si coserlos, arrugarlos, dibujar encima. Algo tiene que pasar para romper esos límites.
SEMANA: ¿También se plantea romper desde los temas que ha trabajado?
L.L.: No, la manera en la que he abordado los temas míos todavía tiene años de juego importante.
SEMANA: De las exposiciones que ha realizado, ¿cuál es la que más la ha marcado?
L.L.: Para mí, la exposición del MAMBo me cambió la vida. Fue en 2021 y 2022, fue tremenda. Fueron casi seis meses de trabajo increíble, de un público muy nuevo para mí. Fueron 30 años de trabajo ahí adentro. Y fue ahí que aprendí a hablar de mi trabajo…
SEMANA: No siempre es fácil hacerlo...
L.L.: Aprendí porque Eugenio Viola, el curador del museo y de la muestra, planteó visitas guiadas. Eran épocas de tapabocas. Ese fue mi primer contacto con un público en capacidad de hacerme preguntas sobre todo. Y no solamente aprendí a hablar del trabajo. Cuando uno empieza a hacerlo, uno se escucha y empieza a entender un montón de cosas que estaban ahí guardadas. Esa exposición me cambió y también me hizo más humilde.
SEMANA: ¿Existe un lugar con el que sueñe con mostrar su obra?
L.L.: Viví en Madrid diez años, dos de mis hijas nacieron allá. Y que algún día el Museo Reina Sofía me invitara a algo sería muy especial. (conmovida, Luz nos cuenta que tiene dos hijas vivas y una que ya no está en este plano, pero que siempre nombra porque sigue con ella).