Luis Caballero: In Memoriam

La retrospectiva recoge 40 obras que recorren el trabajo del maestro desde sus inicios hasta la década de los noventa.

En ese recorrido se hace evidente que el cuerpo humano fue su mayor preocupación estética, sobre todo el cuerpo masculino. Como él decía: “Cada pintor pinta lo que le apasiona. Lo que me emociona y me apasiona son los hombres y no las mujeres. No solo sexualmente, sino como realidad plástica. Es decir, como objeto de belleza”.

En el trabajo de Caballero se asoman fragmentos de cuerpos, miembros aislados. El trazo y las líneas acentuadas pretenden suscitar la sensación en el espectador de estar ante unas figuras que se mueven violentamente, y enfatizar en su contorsión.

Para Caballero, el momento reflexivo sobre la anatomía era de gozo y deseo. Estudiaba la pose, acariciaba los ángulos, pintaba lo que hubiera querido tocar, poseer, en una constante exploración para crear, con la mente y con las entrañas, una imagen sagrada. En aquel momento el artista se sentía ya en una época histórica, en la que la proliferación y el bombardeo de imágenes era constante.

La exposición rescata algunas piezas que recuerdan la influencia inicial de pintores como Bacon en la obra de Caballero. En los años sesenta se instaló en París. Allí se enfocó en un estudio figurativo y tuvo su primera exposición. Su obra en ese entonces reflejaba las influencias del trabajo de artistas como Willem de Kooning y Jean Dubuffet donde la figura era más austera y el color, cercano a la paleta del pop art. Pero la muestra también exhibe el proceso de alejamiento de esas primeras influencias; las pinturas van cambiando con los años, y entonces aparecen las obras que más recordamos de Caballero, donde desaparecen los colores brillantes y prevalece un trazo que marca las formas de manera más directa y sugestiva.