LITERATURA

El libro que revela los secretos de Corea del Norte

El escritor D.B. John fue testigo de las penurias y restricciones que tienen que pasar millones de norcoreanos bajo el régimen de los Kim. Fruto de su experiencia, escribió el thriller ‘Infiltrada’, que retrata desde la ficción a una de las sociedades más enigmáticas del mundo.

14 de noviembre de 2018
| Foto: Cortesía

Muchas de las grandes historias de espías tienen como escenarios principales a grandes urbes occidentales: París, Londres o Bruselas. Esas ciudades ya hacen parte del imaginario colectivo de muchos lectores cuando piensan en intrigas, misterios y agencias secretas con misiones imposibles. Por eso, resulta llamativo que D.B John haya escogido a Pyongyang como el escenario de su historia de espías, pues Corea del Norte representa un misterio en sí misma. Infiltrada (2018), su segunda novela, se mete a las entrañas del país comunista, al tiempo que desenvuelve una trama que tiene que ver con agentes de la CIA, secuestros sistemáticos y un ambiente de encierro y sofocación ideológico.

Publicada originalmente en inglés bajo el título Star of the North por el sello editorial Harvill Secker -en español lo hizo Salamandra-, Infiltrada cuenta la historia de Jeanne Williams, una académica de Georgetown especializada en geopolítica y asuntos asiáticos. La CIA la contacta para ofrecerle un puesto como agente especial, pues necesitan una espía que hable a la perfección coreano para enviarla a Corea del Norte a impedir una catástrofe nuclear.

Williams, de madre norcoreana y padre estadounidense, acepta la misión motivada por una razón personal: su hermana gemela desapareció en una isla de Seúl hace 12 años, y aunque los reportes oficiales dicen que se ahogó, ella cree que está viva, probablemente secuestrada por el régimen norcoreano. Así se embarca en una misión que incluye entrenamientos de la CIA, bases secretas, visitas a campos de trabajo norcoreanos y un reencuentro profundo con su pasado.

                                            D.B John

Una de las inspiraciones de D. B. John fue La chica de los siete nombres (2015), su primer libro sobre Corea del Norte, que escribió con Hyeonseo Lee, una desertora. Él aseguró que por ella entendió “lo que era crecer bajo el culto de un dios vivo, lo que era ver una ejecución pública siendo niño y vivir con la amenaza persistente de los informadores (que acusan a posibles rebeldes)”. “Solo imaginen el despertar de una persona mientras sale de un universo tiránico cerrado al mundo libre”, le dice el escritor a SEMANA.

John ubica la historia de Infiltrada entre 1998 y 2010, cuando Kim Jong Il, padre del actual líder supremo Kim Jong-Un, gobernaba Corea del Norte. Bajo su régimen, que se extendió desde 1994 hasta 2011, la información disponible sobre la realidad sociopolítica del país era igual de restringida, imprecisa y confusa a la actual. Por eso, una historia de ficción ambientada en este espacio requería de una investigación rigurosa y de una misión aparentemente imposible: visitar Corea del Norte.

Aunque cualquier persona puede viajar a ese país siempre y cuando la acompañen permanentemente dos guías turísticos oficiales, los periodistas o investigadores tienen recorridos más restringidos. John lo descubrió en 2012, cuando vio videos de los norcoreanos reaccionando a la muerte de Kim Jong Il que “parecían bajo un hechizo, sufrían por ese tirano cruel porque sabían el castigo que les esperaba a quienes no derramaran lágrimas”, y decidió ir a Corea del Norte. Como la protagonista de Infiltrada, el escritor galés llegó a una sociedad enmascarada, impenetrable y enigmática.

Por cuenta de los guías turísticos obligatorios, que en realidad controlan la imagen que perciben los visitantes y hacen propaganda, John se encontró con una imagen postiza de la situación. Por ejemplo, el escritor cuenta que lo guiaron a restaurantes que servían comida en exceso, en un intento de responder a las acusaciones sobre el uso de las hambrunas como herramienta política de los Kim. También lo guiaron a una iglesia católica, “para mostrar que hay libertad de culto cuando en realidad cualquiera que posea una biblia se enfrenta a la ejecución o al trabajo forzado en gulags”.

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Sin embargo, John alcanzó a percibir la carencia, miseria e ilegalidad surgidas de la caída de la Unión Soviética en 1991, con la que terminó el auxilio económico a Corea del Norte. En ese momento el hambre se convirtió en una maldición y el contrabando en la única forma de supervivencia. Y cuenta que en esa época los norcoreanos “llegaron a comer pasto, los padres le quitaban la comida a sus hijos, las tumbas nuevas se abrían y algunos se comían los cuerpos. La crisis convirtió a una población a la que se le había enseñado que el capitalismo era diabólico, en una nación de comerciantes porque nadie sobrevivía si no se volvía contrabandista”.

Como el escritor incluyó sus experiencias y los resultados de una investigación profunda en el relato de la misión de la agente Jenna, hay personajes como la señora Moon, una anciana que, por la influencia del contrabando, sueña con comerciar en su aldea. Aunque la realidad está muy presente en la historia, hay escenas tan dramáticas y atroces que el lector sin duda las considerará parte de la imaginación del escritor. Consciente de este riesgo, y de la poca información existente sobre Corea del Norte, John agregó una nota al final de la novela de 460 páginas en la que cuenta qué escenas del libro sí suceden en Corea del Norte.

En el caso de ese país, la realidad resulta más increíble que la ficción. Por ejemplo, “¿Quién creería que el régimen tenía un programa secreto para enviar agentes femeninas atractivas que tuvieran sexo con hombres de otros lugares? Pero es cierto, querían educar niños que parecieran extranjeros pero fueran entrenados como espías norcoreanos”, cuenta el escritor.

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Tal es la importancia de los casos que John muestra, que durante el lanzamiento del libro su agente se preocupó por su seguridad y “tal vez temía que mientras caminaba por un aeropuerto los asesinos norcoreanos me lanzaran una neurotoxina en la cara”, dice. Además, la editorial londinense Harvill Secker reforzó los esquemas de seguridad de su página web cuando John trabajaba en el manuscrito de la novela. f Pueden parecer medidas extremas, pero no sería la primera vez que el gobierno de Corea del Norte interfiere en el lanzamiento de una producción que hable de los Kim. En 2014, por ejemplo, se cree que el gobierno lanzó un ciberataque a gran escala contra Sony Pictures por el estreno de la película de comedia The interview, que por medio de la sátira criticaba a Kim Jong Un. Como cuenta John, el ataque evitó que la producción tuviera su estreno el día previsto.

El lanzamiento de Infiltrada no sufrió ningún ataque, tal vez porque “Kim Jong Un tiene cosas mucho más importantes de qué preocuparse para enfocarse en un autor desconocido”, dice John. Sin embargo, aunque a Kim le parezca o no importante, el primer gran thriller ambientado en Corea del Norte es un referente que pone la lupa sobre el enigmático país y que significa una pequeña apertura a una sociedad inescrutable.