INOLVIDABLE FRANZ

A un siglo de su nacimiento , continúan vigentes los presagios de Kafka sobre el caótico siglo XX

8 de agosto de 1983

Es de suponer que Franz Kafka no haya creído nunca que su voluntad testamentaria -la destrucción total de sus escritos- llegara a ser obedecida. Sin embargo, este último deseo de Kafka respecto a su obra, no parece desacorde con la proyección sombría e inquietante de los personajes esenciales de sus novelas, a los que caracteriza más la impaciencia y por consiguiente la derrota de un interminable e indefenso cuestionario que la certeza de un final satisfactorio a sus propias interrogaciones. Acaso, entonces, esta voluntad testamentaria de Kafka sea la consolidación misma del propósito subterráneo que vierte en sus obras. Pero sólo es eso. Otra creación. La última de sus imaginaciones. Y eso porque, refiriéndonos a Kafka como autor, creador de literatura, encontramos lo contrario: Franz Kafka deseaba llegar a sus amigos, al público de sus amigos, mediante sus diarios, novelas y relatos. Hallaba gran placer en la lectura que él mismo hacía de sus obras. Dirigir la atención, sorprender, manejar el interés de sus oyentes amigos, fue seguramente lo que más le satisfizo de la penosa elaboración literaria. No es conveniente considerar, entonces, que esta voluntad testamentaria haya sido concebida "en serio" por el Kafka autor. La ruta ilímite en donde se mueven -confusamente- sus personajes, el mundo árido pero cuestionador que representa en su esencia la totalidad de nuestra vida contemporánea, toda la obra de Kafka es una indagación eterna cuyo único objetivo es el individuo, el ser humano, visto desde una perspectiva minuciosa, a veces fatigante por la multitud de detalles tan sutilmente elaborados. Pero cada detalle, cada miniatura comprende una descripción íntima y profunda que representa -por sí misma- esa indagación a la que nos referíamos, y que apunta perpetuamente hacia lo más hondo de la naturaleza humana.

KAFKA, FELICE, MILENA
Quienes rodearon a Franz Kafka no fueron otra cosa que mundos íntimos que él asimilaba y descarnaba para vertirlos con urgencia en sus escritos. De ahí que Kafka considerara a Max Bord, su amigo más cercano, una "ventana al mundo" por la que él se asomaba, como ocurrió igualmente con las mujeres que conoció y de las que pretendió -sobre todo- alimentarse de realidades. Ellas fueron incentivos emocionales que le permitieron seguir enfrentándose a sí mismo mientras escribía. Así desarrolló sus impresiones, palpables y profundas, que caracterizan a todo individuo en medio de tantos rostros y máscaras. Desde luego, esta misma visión individual que hay en las obras de Kafka no excluye la colectividad. Es indudable que también en Kafka se halla y palpita su época. Y cada uno de sus personajes es el resultado de esa misma colectividad, así como, igualmente, modifica esa colectividad.
El escritor Elías Canetti, un estudioso de las cartas que Franz Kafka escribió para Felice Bauer, nos da un testimonio crítico de esta relación. Son "cartas de un tormento que duró cinco años" nos dice. Y esto porque Kafka desplegó -mediante Felice- una relación consigo mismo que, aparte de alimentarlo para la creación literaria, lo obligó por la misma causa a hacer, deshacer, rehacer y deshacer nuevamente y en forma angustiosa un compromiso matrimonial con el que pensaba buscar un equilibrio para su vida una independencia vital -de su padre de su familia- que no lograría nunca, pues Kafka huyó siempre de una decisión determinante respecto al matrimonio con Felice Bauer. Por otra parte, y como lo anota Canetti, con mucha certeza: "Esas relaciones adoptan un giro trágico debido a la incompresión que Felice demuestra por las obras de Kafka. Felice, cuya fuerza necesita sin duda Kafka como un alimento continuo para poder escribir, es incapaz de descubrir a quién está nutriendo con sus cartas". Además Franz Kafka no logra vencer nunca la timidez -en sus relaciones con Felice- y con frecuencia alude decepcionado a su físico, a su delgadez. Aquí transcribimos un fragmento (de las Cartas a Felice) en el que resalta su fracaso ante el problema de afrontar a los demás: "creo realmente que estoy perdido para las relaciones humanas... Cuando me encuentro en casa extraña y entre personas extrañas o que me resulten extrañas, el cuarto entero me oprime, el techo, y me siento incapaz de moverme... A menudo he pensado que la mejor vida para mí consistiría en recluírme con una lámpara y lo necesario para escribir en el recinto más profundo de un amplio sótano cerrado. Me traerían la comida desde fuera y la depositarían lejos, tras la puerta más externa del sótano. El ir a buscar esta comida, vestido sólo con una bata, a través de los pasillos del sótano, sería mi único paseo. Luego regresaría junto a mi mesa, comería lentamente, reflexionando, y de inmediato volvería a escribir. ¡Y qué cosas escribiría entonces! ¡De qué abismos las arrancaría!".
Felice Bauer terminaría casándose en 1917. Lo que no impide a Kafka iniciar los Aforismos y continuar a continuar a la búsqueda de otra relación que le ayude a confrontarse a sí mismo mediante la correspondencia. Así ocurre con Grete Bloch, amiga de Felice que, se suponía, debía actuar como intermediaria en la difícil relación entre Kafka y Felice. Esta misma posición le impide a Grete aceptar el acercamiento de Kafka. Más tarde, en 1918, el escritor conoce a Julie Wohryzek, hija de un sacristán de sinagoga, y en mayo de 1919 se compromete con ella. Y no creemos que por casualidad, en el 20 al mismo tiempo que da inicio a la correspondencia con Milena Jasenska, rompe con Julie Wohryzek. Esta última relación es más profunda. Luis Izquierdo nos dice, al respecto: "la relación con Milena supone para Kafka una exaltación y el sentimiento de una invasión como pocas veces a sentido. La encrucijada literauravida se presenta ahora recrudecida, pues Milena es escritora. Por otra parte, se siente ligada estrechamente a su marido, el judío Ernst Polak... Milena es una atracción, además, por la conversación desnuda que entabla con Kafka; le descubre a este muchos de sus problemas, su desaforamiento ante la vida, su apocamiento sexual o la defensa a ultranza de su acotada -e infinita- entrega a la escritura". En uno de los fragmentos de la primera carta a Milena, Kafka se refiere a sus anteriores tres compromisos de matrimonio: "Las tres historias de noviazgo tuvieron un rasgo común: que fuí total e indudablemente culpable de todo, las dos jóvenes sufrieron por mi culpa... aunque a veces me sentía desesperadamente enamorado, aunque no me imaginaba nada más digno de mis esfuerzos que el matrimonio en sí. La torturé a Felice durante casi cinco años (o si usted quiere, me torture), pero por suerte ella era irrompible... y yo no era tan fuerte como ella, de todos modos ella únicamente sufría, en cambio yo hería y sufría". Un año más tarde Kafka ruega a Milena que deje de escribirle. Existieron, desde luego, otras relaciones efímeras pero "agradables y duraderas en su recuerdo":en Riva, en 1913, y en Zuckmantel, en los veranos de 1905 y 1906.

CUATRO PERSONAJES:
Jose K, en El Proceso es arrestado una mañana en su habitación, sin ningún motivo, o sin motivo aparente.es esta la novela más estremecedora y representativa de Kafka, el enfrentaniento continuo ante un aparato burocrático irónico y tortuoso inventado por el mismo hombre. K, el agrimensor, es otro personaje, protagonista de El Castillo. Su deambular insistente, agresivo y temeroso al mismo tiempo en torno al Castillo viene a configurar otro símbolo trágico del mundo contemporáneo. Gregor Samsa, en La Metamorfosis, se despierta una mañana convertido en insecto. Es en este relato donde La Familia viene a ser interrogada y desenmascarada por Kafka. El asombro, duda y repulsión de una familia al ver transformado de esa horrible manera a uno de sus integrantes que hasta hacía poco era el sostén económico. Karl Rossmann, en América, la primera novela de Kafka: un joven europeo que acaba de llegar a América. Un tío poderoso que lo protege al principio, y después lo rechaza por una desobediencia trivial. El último capítulo de esta novela nos habla de un gran circo, un circo de todos y para todos, en el que Karl encontrará, como todos los hombres, la salvación de un empleo de acuerdo a su propia identidad, la última y definitiva esperanza. Todas estas obras representan el siglo XX, con sus guerras, su enorme paradoja humana, su interrogación perpetua, su no-saber hacia dónde. En una palabra, el hombre contemporáneo, y, desde luego, el inicio de la literatura contemporánea. El mundo kafkiano conforma una literatura de penumbras, de sitios e ideas a media luz, todo es sombrío, pero todo, al mismo tiempo, se percibe, es la literatura de una sola y gran pregunta a la que contestan muchas respuestas y posibilidades que el lector descubre sugeridas en cada frase o rincón de la obra. Hoy más que nunca esta presente Franz Kafka en nuestro tiempo. Este siglo que finaliza, caótico, paradójico, era el mundo que Kafka presagiaba. Era su sueño profético hecho finalmente realidad. El sueño que tuvo durante las noches interminables cuando se sentaba a escribir sobre él mismo, pues él era su propio objetivo y experimento, y así mismo él, como individuo, venía a representarnos a todos nosotros, individuos del mundo. La vida de Kafka transcurrio por completo inmersa en esa persistente indagación. La literatura fue su único fin y herramienta, apacible a veces, a veces desconcertante, siempre rigurosa y, contodo, nunca poseedora de un final. No existe un final determinado en la obra de Kafka. A no ser que ese final sea el mismo lector. Cada lector tendrá que suponer ese final, y para hacerlo tendrá que recurrir a sí mismo, a su propia vida y experiencia.