Música
Iron Maiden: oda a la banda que prueba que el Salón de la Fama del Rock and Roll no sirve de nada (y a Eddie)
El cáncer de garganta no venció a Bruce Dickinson, el tiempo no ha doblegado a la doncella de hierro y Eddie sigue siendo (por lejos) la fuerza insuperable del rock. La marcha incesante de esta banda británica cuatro décadas después de su despegue se explica en la determinación de su espina dorsal, Steve Harris, y en cómo crearon un sonido propio que tatuó al mundo.
¿No se sabe lo que se tiene hasta que se lo pierde? La mayoría de seguidores de Iron Maiden saben exactamente lo que tienen, pero no por eso los deja de sorprender que en Senjutsu, su recién estrenado álbum 17 de estudio, la banda les cause tanta emoción genuina y lágrimas profundas. Ahora, esto es todo menos un fenómeno de un día, es exactamente lo que han cosechado sus integrantes en una marcha de 41 años y contando. Y resulta glorioso presenciarlo y registrarlo en un punto tan alto.
El camino ha sido lago, lleno de altísimas notas para la agrupación que conforman. Pero con los años llegan las dudas sobre si será el último trabajo, sobre si han perdido fuerza. En su lanzamiento previo, Book of Souls (2015), la banda sumó hitos poderosos a un repertorio que en vivo nunca decepciona (como lo vivió tres veces Colombia, si bien la tercera la gente no apareció). Ese trabajo dejó canciones brutales como The Red and The Black, The Book of Souls y osadas como Empire of the Clouds, además de un arte tribal memorable inspirado en las culturas indígenas . Es un enorme trabajo de Iron Maiden, pero ¿memorable de principio a fin?
Eso quizá queda más claro ahora, cuando Senjutsu ha golpeado con autoridad a todo nivel desde el principio. El primer paso, calentar el ambiente con Writing on the Wall (video abajo); decisión inesperada y acertada la de entregar una nueva canción después de años con una bestia de cortometraje animado que mezcla técnicas para genial efecto. Maiden no suele apoyarse en videos, pero este pinta sus demonios, nos mete en la película y luego logra un tremendo clímax descubriendo a sus salvadores. Es decir, desatando a Eddie en muchas de sus fascinantes facetas (de Powerslave, de Somewhere in Time y más). En el centro se configura a su protagonista, el Eddie que adorna esta portada de Senjutsu y se inspira en Japón y sus samurái. Se hace valer, el nuevo y ratifica que esta mascota no tiene quien le compita y se reinventa como ninguna.
Se agradece en tiempos de tantos charlatanes, mesías y división, la catarsis al final del corto musicalizado con senda canción, esa sugerencia de un nuevo mañana en el cual comerse la manzana no es pecado y ‘partimos de cero’. Confieso, la canción no me atrapó en las primeras dos escuchas, me alcancé a quejar. Pero después de la tercera se me volvió compulsivo el volver a ella, reconstruir la emoción paso a paso, y elevarme con ese solo definitivo de Adrian Smith que galvaniza el viaje.
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Ese fue el primer paso... Días después soltaron Stratego, también acompañada de un videoclip que se lanzó al motif oriental (y estrenaron en el canal de animación Adult Swim). Y luego cayó todo el LP. Bomba.
Tomó tiempo irlo asimilando, y eso se le debe dar a un disco en la era de la inmediatez, tiempo. Especialmente si carga expectativas. Hay que dejar que todo se asiente, hay que entender. Usualmente, en las primeras escuchas, ciertas melodías o arreglos se reconocen de trabajos previos (son 16) y, de nuevo, uno se alcanza a quejar. Malcriado y jodón. Pero estos viejos logran ponerlo a uno en su sitio al darle el giro a esa percepción en poco tiempo. En el marco de las canciones nuevas, esos sonidos ‘familiares’ terminan por redescubrirse y estallan en su nueva vida. Es Maiden, pero suena y emociona como la primera vez. No siempre pasa así. En Senjutsu sucede mucho.
En ciertos momentos el disco me evoca un álbum que muchos ignoran y aprecio porque marcó una luz y nueva música luego de la partida de Bruce Dickinson y de Adrian Smith: The X Factor, el primero de dos discos que cantó Blaze Bailey antes del maravilloso regreso de estos dos a la alineación rotunda en Brave New World (2000). A mucha gente le evoca este último disco, u otro distinto como Somewhere in Time. Normal, los matices están regados por cuarenta años.
En general, el disco entremezcla el heavy y el progresivo de Maiden en dosis fluctuantes, y cuenta con solos inspirados del ya mencionado Smith, de Dave Murray, el hombre de la cara feliz y las cuerdas que lloran, y de Janick Gers, resistido por algunos pero la inyección de diversión y caos que necesitaban para extenderse hasta la eternidad. A los 67 años, lo que Nicko McBrain, hace en la batería es espectacular. Todo como debe ser, todo cambio, toda bajada, todo galope o groove quebrado, todo lo comanda.
Sobre las canciones, mis favoritas han ido cambiando, pero si me toca quedarme con tres, me voy con Writing on the Wall y con las dos épicas de cierre, The Parchment y Hell on Earth. Quizás la última del disco es la que más aprecio: solo 11 minuticos y 19 segundos de construcción, guitarras inspiradas que sirven la pista pata un estallido impresionante. Love in anger, life in danger... Lost in anger, life in danger...
Credo sin edad sin país
Desde su primer LP, Iron Maiden, lanzado en 1980 (cinco años después de su génesis en la mente del bajista Steve Harris), la banda armó nicho y su música se diseminó en una era de casetes y acetatos. En 2021, 16 discos de estudio después (y varios espectaculares en vivo), estos señores pisan más fuerte que nunca en épocas de streaming; de todas partes llueven flores, excepto desde el Salón de la Fama del Rock and Roll, que los dejó de nuevo por fuera antes que al rapero Jay Z (no se puede dejar esto en manos de la gente).
Senjutsu es su mejor debut histórico en Estados Unidos, en el Reino Unido pelea por la primera casilla y en España desplazó al inmutable C Tangana del tope. No cree en nadie, y no tiene por qué creer en nadie. Estos hechos solo confirman lo que los seguidores supieron siempre: que a pesar de que los medios no les hayan dado tanto vuelo como a otras bandas, Iron Maiden amasa seguidores sin fronteras de idioma o credo. Y siguen, y disco a disco respeta a esos seguidores sumando matices a un repertorio que si terminaba hace 20 años ya tenía con qué subsistir hasta hoy, vasto y emocionante. La banda no para de hacer lo que hace, y cuando además le da por exceder expectativas en este punto del camino, solo queda la venia, una venia más grande que las anteriores.
Es diciente que solo Maiden se atreva a ondear una bandera británica en Argentina; lo hizo en una gira particular durante la canción The Trooper, porque su contexto es histórico y su comentario se fija en la guerra y el soldado, lejos de la propaganda gobiernista. Esas licencias ‘performáticas’, así sean explicables, hay que ganárselas, porque los efectos de la guerra (uno de sus temas recurrentes) no los borra una canción. Esa es una verdad que Colombia vive como una herida abierta.
Del otro lado de la guerra, por fortuna, está Maiden, esa banda que toma del cine, de la literatura (¡Ancient Mariner!) y de la historia para lanzar sus canciones y elevar sus temas. Solo bastan dos minutos de mirar comentarios a sus nuevas canciones en YouTube, para encontrar reacciones de reverencia y gozo en ruso, polaco, español, portugués, inglés... gente de todas partes del mundo se reúne en estos cuartos a celebrar el retorno de un legado que se actualizó y se hizo más fuerte.
Un sonido y una imagen
A finales de los años ochenta, un señor pasaba cada tanto por la portería de nuestro conjunto; vendía afiches. Por su gran culpa, el cuarto que compartíamos con mi hermano mayor estaba empapelado de imágenes de Eddie a gran escala y, en algún lugar prominente de todas, el nombre de esta banda en su tipografía inolvidable. El afiche del World Slavery Tour 85′, con un Eddie momia con de ojos de relámpago jamás me aterró. Todo fue fascinación. Y si bien el afiche de Can I Play With Madness era especialmente gore, siempre le vi el humor y el detalle primero. En esas portadas increíbles, especialmente las que dejó el creador de Eddie, Derek Riggs, también se cimentó la leyenda. ¿Powerslave? No hay mejor, ¿Somewhere in Time? Obra maestra, solo por mencionar algunas. Y la de The Number of the Beast y la del disco en vivo Live After Death... hay simplemente demasiado arte también para compartir. Y no hay duda de que cada seguidor de la banda tiene sus Eddies favoritos, sus acompañantes de aventura.
¿Por siempre?
Hasta hace poco los Rolling Stones desafiaron con altanería que todo tiene su final. Por eso se agradece la virtuosa, frágil y fuerte vida de esta banda y sus nuevas entregas. Y si esta es la última, que ojalá no, será una despedida imposible, es decir, a la altura de su historia.
Porque siguen, y eso en sí es increíble. El más joven tiene 61, el más viejo se acerca a los 70. Y si se les ha visto en vivo, se sabe que no se quedan quietitos, que se mueven una gotica.
Tan frágil el equilibrio de la vida como la voz de Bruce Dickinson, quien batalló desde 2014 un cáncer de garganta y vio en riesgo su carrera musical. El excepcional es (entre más cosas) un esgrimista, un historiador y un piloto de aviones comerciales (aquí trajo a la banda piloteando el Ed Force One), pero, para fortuna de millones, así no estemos de acuerdo con varias de sus opiniones (sí hay buena música electrónica, Bruce), prevaleció. Dickinson sigue al frente vocal y físico de esta banda, una posición que ‘exigente’ no se acerca a describir y que ojalá el país pueda volver a presenciar en vivo alguna noche inolvidable. No siendo todo, Dickinson luchó contra la covid-19, todo para probar en este disco prueba que anda cantando como nunca.
Algo dice de la banda que ese resiliente Dickinson (quien además fue a tocar música a Sarajevo cuando era un campo de batalla) no sea siquiera su fuerza fundamental, sí una de sus aristas masivamente talentosas. El motor de todo y todos es Steve Harris, el bajista loco por el fútbol de su West Ham y la música, que maneja su banda como el director técnico que es jugador al tiempo y logra mantener al equipo ganando. Tiene los hilos, los maneja la mayoría el tiempo, pero ha aprendido que tiene que repartir el balón y algunas responsabilidades. Y una vez más, ganó por goleada.
Salón de la fama
Escoger entre las canciones de Iron Maiden y hacer una selección de lo mejor entre los videos oficiales (personalmente) es una misión cambiante. Pero a estas alturas, comparto estas 15 canciones (la primera, doble por impacto histórico), algunas de las muchísimas que definen mi experiencia de Maiden en vida. No llegaron en orden cronológico, así que no lo siguen. Y, siempre, siempre, UP THE IRONS.