ARTE
Iván y Alejandro: dos niños prodigio
Bogotá y Madrid tienen algo en común: dos chicos colombianos que se abren espacio en el arte.
Cruzando el Atlántico, mientras practica, desde la ventana de su residencia temporal en Madrid; Iván Orlín Ariza de 16 años deja escapar el sonido del violín interpretado con una destreza poco usual para alguien de su edad. La disciplina hace al maestro, y siendo un colombiano admitido en la Escuela Superior de Música Reina Sofía no hay que escatimar en esfuerzos.
La historia de Iván comienza hace 12 años cuando por primera vez sostuvo entre sus manos el instrumento que le brindaría incontables horas de felicidad y satisfacción. Desde entonces, demostró cualidades que lo ponían en ventaja respecto a otros niños de su edad.
Cuando inició en cursos regulares de música manifestó una gran velocidad en el aprendizaje, "en cuestión de meses superó a niños que llevaban un proceso de años", dice su padre, Reinaldo Ariza. Posteriormente conocería a Lorena Correa una destacada violinista que como Iván desde edad temprana se había destacado en la interpretación del instrumento. Ella al observarlo dio un veredicto favorable; el potencial de ese pequeño prometía a un gran músico en el futuro.
A partir de ahí, la pasó por varias instituciones como Batuta, el programa juvenil del conservatorio de la Universidad Nacional, en el que obtuvo doce matrículas de honor, hasta llegar a cursar cinco semestres de música en la Universidad Central. Todo el proceso fue culminado cuando Iván cumplía quince años de edad. Para entonces sorprendía por sus interpretaciones de obras tan complejas como el Moto perpetuo de Paganini.
También, su destreza lo ha llevado a ser solista junto a la Orquesta Filarmónica de Cali y la Sinfónica Nacional. En cada presentación las ovaciones eran inmensas.
Contar lo vivido suele ser más sencillo que afrontarlo. En todo este camino han estado presentes el afán, el arduo trabajo y el sacrificio de este muchacho catalogado como un talento excepcional por quienes lo han escuchado; entre ellos célebres músicos como Itzhak Perlman y Frank Preuss quien al oír tocar a Iván inmediatamente corrió a abrazarlo entusiasmado "!usted es un violinista!", decía entre carcajadas.
Debido a que mantener el colegio y la música le representaba una carga a largo plazo Iván dejó el bachillerato regular en noveno grado y mediante un curso virtual terminó la secundaria para dedicarse de lleno al violín.
Pero, según sus padres, dos docentes que han procurado velar y luchar por la educación de Orlín, esto no sería posible si no hubieran cruzado caminos con su mentor: el reconocido violinista Adrián Chamorro, quien más allá de ser la persona que transmitió el conocimiento fue el que impulsó su carrera y le ayudó a obtener los triunfos que hoy en día lo tienen estudiando en España.
El largo camino a Reina Sofía
Antes de Madrid era cierta una cosa: el nivel de Iván Orlín Ariza había superado las expectativas. La formación que podría ofrecerle Colombia no era suficiente. Por consiguiente, si él quería seguir desarrollándose tendría que salir del país.
Así fue como presentó audición para la Escuela Superior de Música Reina Sofía; una academia creada en 1991 con la intención de formar a los jóvenes talentos de la música en España queriendo evitar que éstos salieran del país a buscar lo que su propia patria no podría brindarles. Irónicamente hoy en día mucha gente de afuera quiere entrar a esta academia.
Aunque Iván fue admitido entre casi 100 aspirantes, no pudo calificar para una beca, puesto que no ostentaba un título profesional en música, requisito indispensable para ganarla. Así que sus padres emprendieron una cruzada gigantesca en la que llenaron de peticiones a toda entidad pública del Estado y también a empresas privadas. En el 99% no hubo respuesta.
"Tiende a haber un poco de desatención para los talentos en Colombia, y si se desempeñan en un campo artístico es más difícil aún" comenta Reinaldo Ariza quien en algún punto creyó que la formación de Iván se iba a interrumpir abruptamente.
Sin embargo, Batuta el lugar donde todo comenzó, facilitó el transporte y gastos de estadía durante un año de estudio. Por otro lado, la matrícula de la institución fue subsidiada por la fundación Albeniz de España.
Finalmente, Iván pudo viajar, enfrentando por su propia cuenta un país extraño y en actual crisis económica. Por su cuenta logro conseguir hospedaje y ahora recibe una formación académica de acuerdo a sus capacidades. También aprende Alemán su cuarto idioma luego del inglés, francés y español.
Aunque este año está asegurado, sus padres no saben que vendrá para él después. "Esperamos más adelante volver a conseguir el apoyo para que Iván continúe, de lo contrario tendría que, incluso, cambiar la música por otra opción de vida" dice su padre.
Alejandro, pintando un mañana al óleo
El barrio La Victoria es otro mundo dentro de Bogotá. Aquí el tiempo parece haber hecho una tregua para transcurrir más despacio. Las personas caminan a su propio ritmo, no hay trancones, empujones ni nubes de contaminación. Como muchas zonas del sur, ésta existe distante, tranquila, incluso, invisible para los capitalinos.
Sin embargo, en el Colegio Distrital El Rodeo, titular de una dirección difícil de ubicar hasta para los taxistas más experimentados, estudia Alejandro Salazar un chico de 14 años que actualmente cursa grado noveno y gracias a sus habilidades ha logrado construir una trayectoria dentro del arte.
Colombia pone en un pedestal a sus artistas más destacados de acuerdo al nivel de fama que alcanzan. Para Alejandro eso es lo de menos "yo pinto por el placer de crear mis propios mundos, por el amor al arte", dice. Y es que su talento se hizo visible desde los seis años cuando una profesora observó en sus cuadernos una alta calidad en los trazos para un niño de su edad.
Asombrada por lo que había visto, inmediatamente habló con Víctor Chacón rector de la institución quien dio el aval para que el niño pudiera entrar a los cursos de arte que tiene la Universidad Nacional. Desde entonces el camino de este joven pintor tomó la senda definitiva en esta disciplina.
A los ocho años decidió que trabajaría con pintura al óleo. Por aquellos días quienes visitaban su casa quedaban fascinados con los distintos cuadros que elaboraba Alejandro, al punto que empezaron a comprarlos. Luego, con el paso del tiempo era frecuente que personas interesadas en su obra, caracterizada principalmente por retratar la naturaleza, encargaran obras. Recuerda que el más grande que hizo fue un cuadro de 2 metros por 1,60 cm.
El día a día de Alejandro se reparte entre el colegio, los colores y el lienzo . No hay tiempo para perder en otras actividades como los videojuegos, el internet o la televisión. Insiste que su trabajo merece toda la rigurosidad del caso, por eso puede tardar realizando cada cuadro entre quince días y un mes.
Admira la obra de Da Vinci y Obregón no obstante, opina que cada pintor es un mundo aparte y el estilo propio es la base del éxito o fracaso en este mundo.
Sobre el talento excepcional se ha dicho mucho pero hecho poco. Jairo Giraldo presidente de Buinaima, organización que ha trabajado en programas de potenciación de talentos, afirma sobre la importancia de encontrar y ayudar estas personas: "Muchos de quienes destacan sobre los demás son obligados a acomodarse al resto. La pregunta para reflexionar es: ¿cuántos individuos que podrían solucionar problemas a este país pasan inadvertidos?"
Mientras tanto, a Alejandro no pocos han tratado de disuadirlo de su amor por la pintura, aduciendo que de eso no se vive en Colombia; él, con una determinación que sorprende para alguien de su edad, contesta que no vive del pesimismo ajeno sino del optimismo propio, y su sueño no solo es destacarse individualmente como un gran pintor sino que también espera algún día tener una academia para poder encontrar y cimentar talentos que busquen un lugar en el mundo para expresarse.
"Es que esta vida sin arte no sería vida", concluye.