LITERATURA
El poeta que escribe desnudo
El nadaísta Jaime Jaramillo Escobar publicó recientemente ‘Poesía de uso’. Entrevista íntima con un artista total.
Frases lapidarias, paradójicas, ingeniosas, irónicas y graciosas. Leerlo engancha a cualquiera. Y no es necesario ser erudito, poeta, nada. Porque Jaime Jaramillo Escobar no presume de nada, aunque en sus frases se juegue todo. Y porque su lenguaje siempre tiene cadencia y ritmo.
Jaime Jaramillo Escobar: A ninguno. Palabra fastidiosa. La desconozco. Nunca la he empleado. Siempre mantengo la actitud crítica. Reviso poemas ya publicados. Y acepto sugerencias para modificarlos. El poema, una vez dado a conocer, pertenece al público. He hablado acerca de eso con Porfirio Barba Jacob y está de acuerdo. Los mejores libros que leemos nos llegan después de las constantes modificaciones que han hecho en ellos los años: los transcriptores, los traductores, los que citan de memoria, los correctores, los censores, en fin, todo el mundo. En cuanto a poesía, no le creas nada a Internet. Todo es un solo error. Destrozaron por completo al espléndido y grandilocuente José Santos Chocano, para poner un ejemplo.
Semana.com: ¿Qué trae su más reciente libro, Poesía de uso?
J. J. E.: Lo mismo que los otros: la libertad expresiva dentro de un concepto claro de la escritura como arte. Contiene textos de reciente creación, diversidad temática, variedad de forma y unidad conceptual. La segunda parte incluye algunos relatos, dada la afinidad literaria entre los dos géneros.
Semana.com: ¿Cree que hay personas que tienen el don de ser poetas, o es una cuestión de disciplina y técnica?
J. J. E.: Es un don. No me cabe duda. Sin eso, se puede redactar, mas no escribir. Redactar y escribir son cosas distintas. Muchos pueden redactar; pocos, escribir. La academia enseña a redactar para la práctica de la vida. A escribir se enseña uno mismo, con la ayuda de los que mejor han sabido hacerlo. Se requiere inspiración. Uno mismo se inspira. Con la práctica se aprende. Y con lo que algunos han llamado ángel, para ejercitar la metáfora. La mayor parte de la poesía actual es redactada, con el mero ánimo de figurar. Se ayudan con lo que llaman técnica, que no es más que gramática mal entendida y teorías enredadas y contradictorias, elaboradas precisamente para extraviar a los ingenuos.
El poema que permanece vivo tiene que resistir los cambios que el público introduzca. De lo contrario, será preciosismo sometido siempre a su autor, pobre autor dependiente de su poema, como un peso al cuello, incapaz de dejarlo volar y que genere vida. Si no genera vida, será cosa muerta, lujoso jarrón que no tolera que lo toquen. Los grandes clásicos no dejan de ser lo que son por más variantes de forma que se les introduzca.
Semana.com: ¿Cuáles son sus temas predilectos?
J. J. E.: No tengo una temática predilecta. Los temas aparecen, siempre y cuando uno no se detenga a buscarlos. Búscalos, que no se encuentran, dicen. Y hasta se escribe sobre la falta de tema. En cualquier circunstancia, es el tema el que busca a su autor.
Semana.com: ¿Cuál es el consejo que más le ha servido para escribir?
J. J. E.: Que dejara eso de la literatura, que eso no sirve para nada.
Semana.com: ¿Cuál es el mayor error que cometen quienes aspiran a ser poetas o escritores?
J. J. E.: Para los poetas, creer que van a tener éxito. El éxito corre más que ellos. El novelista, el ensayista, el prosista en general, pueden tener pretensiones. El poeta no, porque la poesía es un oficio desinteresado. Repito: desinteresado. Si no es desinteresado, no es poeta: será comerciante, o cualquier otra cosa. Cobo Borda dice que los poetas son santos y que irán al cielo. ¿Cómo van a ir a un lugar que no existe? Sería la mayor hazaña. Que Cobo avise, a su debido tiempo.
Semana.com: ¿Ve una crisis en la poesía?
J. J. E.: La poesía siempre ha estado en crisis en Colombia, a juzgar por los numerosos ensayos sobre el tema, no sólo de la crítica, sino también de los mismos poetas. Cada generación trata de enterrar a sus predecesores. Sin embargo, nunca antes se habían publicado tantos libros de poesía en breve tiempo, como en lo que va corrido del siglo. Hablamos de cantidad. La calidad es otro asunto.
Semana.com: ¿Cómo evitar que la poesía muera, o decaiga?
J. J. E.: No muere, porque una cosa es la poesía y otra el poema. La poesía es la que inspira todas las artes y la vida. La mayor parte de los textos presentados como poemas no contienen poesía. Son meras redacciones presuntuosas y vacías. En eso estamos. No importa. El concepto existe per se, indestructible. El poema es la escritura. La poesía es lo que suscita en el lector avisado. En la actualidad se denominan poemas a breves escritos que nada tienen que ver con la poesía. Es el mal uso de una palabra por su prestigio. La palabra poema tuvo otro significado en época menos facilista y ramplona que la nuestra. Lo mismo ocurre con la palabra verso. Damos impropiamente el nombre de verso a caprichosas líneas irregulares. Verso implica medida. Lo demás es prosa fragmentada.
Semana.com: Usted ha dicho que no admira poetas, sino poemas. ¿Le queda fácil escoger ahora un par de sus preferidos?
J. J. E.: No, porque sería una reducción al absurdo. La poesía es un universo. Un solo ejemplo no da la medida, obviamente. O podría darla, pero en otro contexto.
Semana.com: ¿Tiene algunos versos de cabecera?
J. J. E.: Siempre hay fragmentos que suelen recordarse. Eso depende de la ocasión. Fuera de esa ocasión, pueden carecer de sentido para el extraño. Es algo de profunda intimidad, y por tanto intransmisible. Fuera de lugar, o de momento, los significados pueden cambiar.
Semana.com: Un epígrafe de su libro Método fácil y rápido para ser poeta es una frase de Ezra Pound que dice: “Déjese de hacer versos, amiguito: con eso no se saca nada”. Para usted ¿cuál es la razón de ser de la poesía, el ‘para qué’ de ella?
J. J. E.: La poesía es canto, y el canto es una expresión natural espontánea de nosotros los pájaros. El contradictor va a decir “pajarracos”. La poesía es porque sí. El contradictor va a decir “porque no”. Nada importa. Él está por fuera del asunto y grazna desde el tejado.
Semana.com: Usted fue nadaísta en su juventud. ¿Cómo se refleja eso hoy en su pensamiento político?
J. J. E.: No doy declaraciones públicas sobre política ni religión, porque ambas son las peores fuentes de los más primitivos fanatismos. Me pregunto cómo es posible que se siga teniendo como sagrada la religión que llevó a cabo las indescriptibles atrocidades de la Inquisición y las Cruzadas.
Semana.com: Cuéntenos una anécdota memorable de esos años nadaístas.
J. J. E.: Un día de 1958, en Cali, Gonzalo Arango me invita a una entrevista radial, en una emisora deportiva, a las ocho de la mañana. Me pregunta el locutor cuál es el secreto de mi estilo. No supe por qué un comentarista de fútbol me salía con eso, ni tampoco era consciente de tener un estilo. Le contesto que se debe a que escribo siempre desnudo. Y Gonzalo se apresura a rectificar que eso significa desnudo de prejuicios. Difícil me hubiera sido imaginar que aquello tuviera alguna repercusión. Después de 57 años todavía me repiten la pregunta, y en el Brasil, el diario O Globo publicó en primera página de la segunda sección, a todo lo ancho, en grandes letras: ESCREVE NU (escribe desnudo). Desde entonces no han faltado personas que desean venir a mi estudio para verme escribir.
(En alguna ocasión Jaime escribió: “Yo solamente puedo escribir desnudo; no puedo escribir vestido. Cuando se publicó que yo escribía desnudo, los periodistas púdicos empezaron a decir que eso significaba que escribía desnudo de prejuicios. Siempre he estado desnudo de prejuicios, pero cuando digo que escribo desnudo quiero decir en pelotas. La ropa es un disfraz, una cobertura que nos ponemos para aislarnos. Siempre vivo desnudo, porque no tengo nada que ocultar”).
Semana.com: Usted ha contado que en su infancia, en Altamira (Antioquia), en la escuela había una buena biblioteca pero sólo usted la consultaba. ¿Cómo era eso? En otras palabras, ¿por qué decidió ser poeta?
J. J. E.: No se decide ser poeta, porque no es una profesión, sino un vicio. Mortal como todos los vicios, como la vida. Todos los días me decía: No voy a escribir más poemas, eso no sirve para nada, voy a volverme serio, debo conseguir un trabajo. Y enseguida aparecía el poema. No podía dejarlo escapar, porque también soy cazador. Y así es la cosa.
La poesía es arte. No se decide ser artista, aunque se puede decidir no serlo: ir en contravía de sí mismo. Mi madre tocaba la guitarra, cantaba en un conjunto de cuerdas, pintaba bellamente –según se le reconocía– y guardaba un archivo de poesías, que se decía entonces. Mi padre era comerciante, tenía propiedades y caballos, café y algún ganado. La violencia política de esos años lo convirtió después en maestro de escuela. De ambos heredé actitudes que parecen contrarias, pero que, al complementarse, me han servido al menos para contestar a esta entrevista.
Twitter: @miguelreyesg23