La gigantesca instalación presenta imágenes icónicas japonesas. Está la famosa ola, el Monte Fuji de la xilografía de Katsushika Hokusai, y un actor de kabuki con una llamativa pintura facial, similar al que apareció en la ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos de Tokio.

Las imágenes hacen parte de una tradición anual iniciada en 2008 por la ciudad de Gyoda, en Saitama, al norte de Tokio, con la que se buscaba atraer turistas.

En 2015, incluso consiguieron establecer un récord Guinness al crear la mayor obra de arte en arrozales del mundo (28.000 m2).

Cada año, un comité propone un nuevo diseño y cientos de voluntarios plantan variedades de arroz de diferentes colores para producir imágenes espectaculares que pueden verse desde un observatorio cercano, a 50 metros de altura.

El diseño se selecciona a principios de año y la plantación se realiza en torno al mes de mayo.

En 2019, el tema rindió homenaje a la Copa del Mundo de rugby, organizada por Japón.

Este año, la imagen de la famosa ola, el Monte Fuji y el actor kabuki pretendía resaltar el patrimonio cultural japonés, pues se pensaba que una multitud de extranjeros visitarían el país con motivo de los Juegos Olímpicos.

Pero no fue así, ya que se prohibió la entrada a los espectadores extranjeros y la mayoría de los eventos de los Juegos se han celebrado sin que los aficionados nacionales puedan acceder a las gradas.

La obra de arte hecha de arrozales ha impacto al público que ha ido a verla. “Es mucho más dinámica de lo que esperaba”, declaró a la AFP Kiyo Hoshino, un visitante de 23 años. “Esperaba algo más sencillo. Pero es más complicada en su diseño y a una escala realmente grande. Me impresionó que el arte sea tan panorámico”, dijo.

Su mantenimiento implica mucho trabajo pues hay que evitar que los diferentes colores se mezclen entre sí o que aparezcan otras plantas.

El viernes, casi una docena de funcionarios del departamento de agricultura de la ciudad desbrozaron el campo, recorriendo la amplia zona con botas de goma y armados con hoces.

El proyecto también busca unir a la comunidad y promover el interés por la agricultura.

En un año normal, unas mil personas se involucran en la compleja tarea de plantar las variedades de arroz adecuadas en el lugar correcto para producir la obra de arte.

Entre ellos hay voluntarios con cierta experiencia agrícola y otros que no la tienen, incluidos niños de la zona.

Pero la pandemia obligó a los organizadores a reducir el número de participantes a la mitad, aunque la gente tendrá otra oportunidad de participar cuando se coseche el arroz en octubre.

Todos los participantes reciben dos kilos de arroz como regalo de agradecimiento, a finales de noviembre.