EXPOSICIÓN
Jesús Abad Colorado inaugura ‘El testigo’, su exposición más ambiciosa
El reportero antioqueño que ha documentado el conflicto colombiano con su cámara fotográfica es uno de los protagonistas del mes. Este sábado se inaugura su muestra fotográfica más ambiciosa y la próxima semana se estrena un documental sobre su vida.
La más reciente exposición de Jesús Abad Colorado es, entre otras cosas, un reclamo a la clase política. La tituló El testigo, en honor a los 26 años en los que ha recorrido un país en conflicto, y con ayuda de la Universidad Nacional la instaló en el centro del país, más específicamente en el centro del poder. Por eso, desde este sábado 20 de octubre hasta el próximo 13 de diciembre se podrán ver unas 500 de sus fotos en el Museo Claustro de San Agustín, que está a pocas cuadras de la Casa de Nariño, del Ministerio de Hacienda y del Congreso de la República.
Según Abad, la exposición -tal vez la más ambiciosa sobre su obra por la cantidad de las fotografías- es un mensaje para toda la sociedad, pues “se hace en clave de memoria para no repetir la historia”. Pero también muestra “la responsabilidad de toda una clase política que ha gobernado y que, junto con la guerra, ha humillado a los campesinos”. La idea es que todos los que no han caminado el territorio den un paso en el claustro con el corazón abierto a ser transformado.
Le sugerimos: “Geografías de dolor y resistencia”, de Jesús Abad Colorado
Y es que para él es claro: muchos no han tenido ni ojos, ni oídos, ni corazón para entender lo que han vivido miles de personas en Colombia. Luego de caminar por territorios, de ver y retratar a los muertos, a los sobrevivientes, al dolor y a la esperanza, cree que es hora de que más y más personas entiendan lo que ha pasado, lo que todavía pasa.
Tierralta, Córdoba. Abril de 2004
Así, en las paredes del Claustro se podrán ver niñas en medio de la guerra, gente que se camufla en un bosque, actores armados con su simbología religiosa, escuelas afectadas por el conflicto, un jaguar que se pasea ante una tropa, un mico titi uniformado, los árboles heridos, etcétera. “En las salas hay un resumen de mi trabajo y una cepillada de la historia”, resume Jesús Abad.
La selección final de las fotos para la exposición implicó un gran esfuerzo, porque había miles -tomadas desde 1992 hasta 2018- que podían exponerse. Por eso, María Belén Sáez de Ibarra, la curadora de la muestra, propuso organizar las fotografías en cuatro salas que representan distintas dinámicas del conflicto.
La primera, Tierra callada, incluye fotografías del desplazamiento. La segunda, No hay tinieblas que la luz no venza, se enfoca en la desaparición forzada. La tercera, Y aun así me levantaré, sigue el tema de la violencia en las civiles. Y la última, Pongo mis manos en las tuyas, muestra las manifestaciones por la paz, desmovilizaciones y los procesos de reconstrucción del tejido social.
Doña Virginia en la tumba de su esposo Reinaldo Becerra asesinado por los paramilitares en Junio 14 del 2000. La Gabarra, Tibú, Norte de Santander.
Para Saez, esta división responde al objetivo más importante de la exposición: homenajear a las víctimas. “La idea es mostrar el rigor del trabajo periodístico de Jesús al lado de la capacidad estética –dice-. Que las fotos le lleguen a la gente a la conciencia y no se queden en un reportaje, que sea evidente su tono reconciliatorio y mostrar la humanidad de esas personas, su grandeza, su fortaleza, su entereza”.
Por eso la selección de las fotos estuvo acompañada por un proceso de investigación que duró dos meses y medio. Cada una tenía detrás una historia, a protagonistas reales, y algunos de esos nombres, con sus respectivas explicaciones se pueden ver en la exposición.
Aquí los muertos, los heridos, los sobrevivientes no son cifras abstractas de informes o frías estadísticas sobre el conflicto; son protagonistas de carne y hueso, las víctimas, los actores armados y la población civil. Todos ellos tienen su propia historia. “Son para ver con mucho silencio y con mucha calma. Son fotos que nos cuentan mucha historia, pero que también nos permiten derramar lágrimas por un país en el que no nos pusimos en la piel de los otros”, cuenta.
La mirada también es única y por eso, el nombre de El Testigo: es una mirada personal, una forma de ver y entender el conflicto armado y lo que pasó en el país. Un ejemplo es lo que pasa con muchos de los actores armados, quienes empuñaron las armas; sus historias, para Jesús Abad, son una paradoja de lo que muchas veces pasa en el país: “Yo los conozco, he hablado con ellos, he confrontado sus historias -cuenta -. En algún momento de mi vida pude haber encontrado a una niña enterrando una cruz en la tumba de su padre y sus hermanos, y luego, en el proceso de reintegración de las Farc en la sociedad, me volví a encontrar a una de esas niñas en un campo, con un fusil, tratando de aportarle a la paz”.
Y aunque la mayoría de las fotografías narran las tragedias de la guerra y son un grito para no olvidar, Abad también eligió muchas que generan esperanza y ganas de luchar por el país. Sobre todo en la sala Pongo mis manos en las tuyas, que reúne muchas de las fotos que hablan de la resistencia, de la gente que nunca se ha cansado de luchar para pedir el fin de todo tipo de violencia. Los jóvenes que marcharon por la paz, los indígenas del Cauca y de Antioquia que reclaman respeto y dignidad, las mujeres que gritan “¡no parimos hijos e hijas para la guerra!” o héroes como Guillermo Gaviria Correa, quien perdió la vida por su marcha contra la violencia.
La exposición sale justo unos días antes de que un documental sobre su trabajo se proyecte en cine. Se llama igual que la exposición: El Testigo, y estará en algunas salas de Cine Colombia entre el 25 y el 28 de octubre. La directora es la británica Kate Horne (la misma de Gabo: La magia de lo real), quien se encargó de documentar su vida a través de las fotografías.
Tendencias
Marcha estudiantes por la paz. Bogotá, octubre de 2016.
Y aunque Abad no está acostumbrado a estar dentro del foco, dice que con el documental buscan volver protagonistas a las personas de sus fotos, a los personajes que siguió durante sus jornadas de trabajo: “Los verdaderos protagonistas son la niña en la ventana, el niño en la morgue, la comunidad de paz, la niña de la guerrilla –explica-. Lo que el documental propicia es conocer sus historias para que cuenten lo qué les paso”.
Por eso, aunque él está frente a las cámaras y responde las entrevistas, lo que busca, tanto con el documental como con la exposición, es poner en relieve a los que retrató durante tantos años, a los rostros detrás (o más bien delante) de sus fotos.
“Ojalá en un país con tanta polarización, en el que hay tantos líderes que enceguecen a sus seguidores con el odio, muchos vengan y visiten estas salas –explica-. Sobre todo a la gente en el congreso, a los que han dirigido este país, para que no vayan a decir que no sabían lo que pasaba. Eso es lo que hemos hecho los periodistas y especialmente los fotógrafos: dejar un testimonio para luchar contra el olvido, que siempre ha cubierto a los perdedores de la vida y la tierra de este país”.