ENTREVISTA

“El error más común del periodista es el afán”

El próximo jueves 29 de septiembre, en el marco del Premio Gabriel García Márquez, Jorge Cardona será galardonado con el premio Clemente Manuel Zabala al mejor editor colombiano.

23 de septiembre de 2016
Lo primero que Cardona hace cuando llega a la redacción de El Espectador es visitar el archivo y revisar alguno de los tomos de este diario. | Foto: Óscar Pérez/El Espectador

El jurado del Premio Gabriel García Márquez -que se entrega en Medellín- anunció que Jorge Cardona, editor general de El Espectador, es el ganador del premio Clemente Manuel Zabala al editor colombiano ejemplar.

Cardona, de 57 años, que ingresó a la redacción judicial de este diario en 1993 y en menos de diez años se convirtió en su editor general, fue calificado por el jurado como “un faro que ilumina a los redactores con su conocimiento y su manera generosa de transmitirlo". Quienes han trabajado con él lo definen como el hombre introvertido y riguroso que les enseñó lo que significa hacer buen periodismo. Habló con Semana.com sobre su carrera.

Semana.com: ¿Qué es realmente un editor? ¿El que corrige una nota, el que es sigiloso con el estilo de un artículo, el que tira línea, el que escribe?

Jorge Cardona: De todo un poco, pero básicamente el que tiene el deber de blindar. El cuidado del idioma, la definición del tono, el mensaje que se busca recalcar o la autoría pueden garantizar un trabajo bien hecho, pero existe una responsabilidad con los hechos, las personas y los contextos.

Semana.com: ¿Qué tan bien escriben los periodistas en Colombia?

J.C.: El periodismo colombiano es muy bueno porque la realidad social es compleja. En todos los géneros y formatos hay colegas excelentes y en todos los medios escritos se leen buenas historias.

Semana.com: La periodista mexicana Alma Guillermoprieto dijo hace poco que “la figura del editor es la gran pérdida de Internet”. ¿Coincide?

J.C.: Es una buena definición y la comparto. A los portales informativos les falta edición porque manda el afán. Pero internet es un laboratorio de experimentación para todos. El tiempo terminará por posicionar aquellos que sean capaces de mantener actualidad pero con una agenda planificada.

Semana.com: En tiempos en los que el periodista busca protagonismo, ¿por qué usted se corre hacia la sombra?

J.C.: Es mi naturaleza, no es deliberado. Algo de genética familiar y que soy más bien ermitaño. La radio me sacó de la cueva y la prensa escrita se acomodó mejor a mi esencia. El oficio de editar resultó perfecto.

Semana.com: En tantos años de periodismo, ¿cuál fue la mejor noticia que tuvo que cubrir?

J.C.: No sé si mejores o coyunturales. Pero como reportero recuerdo la elección popular de alcaldes de 1988, la constituyente de 1991 o el proceso 8.000 y su capítulo Samper en el Congreso.

Semana.com: ¿Y la peor?

J.C.: Las bombas de Pablo Escobar, sobre todo la que explotó en la calle 93 con carrera 15. Estaba muy cerca, llegué en medio de la emergencia y tengo vivas en el recuerdo imágenes desoladoras de muerte y extremo dolor.

Semana.com: Ningún periodista del mundo está exento de un error. ¿Cuál le dolió más?

J.C.: Muchos. Un diciembre de 1996 publicamos que Diomedes Díaz quedaba libre y lo pusieron preso. Otra vez se cruzaron los cables y una reunión entre Rómulo González y Leonardo Gallego se presentó como Rómulo Gallego. Era director Carlos Lleras y solo me dijo: “hasta donde yo recuerdo, el autor de Doña Bárbara se murió hace rato”. En radio son peores, en Alerta Bogotá, el médico Cristóbal Américo Rivera leyó el titular de una noticia mía, “ternero degollado de 26 años” y era un tornero. Todavía siento el regaño.

Semana.com: ¿Cuál sigue siendo el error más común del periodista?

J.C.: El afán.

Semana.com: A usted le gusta la historia, se alimenta de ella. ¿Cuál momento crucial de este país le inquieta más?

J.C.: Colombia tiene una historia increíble y todos los momentos son intensos. Gonzalo Córdoba (hoy presidente de Caracol TV) me dijo una vez que yo tenía el pensamiento de un radical liberal del siglo XIX. Seguramente sí. Ese momento de Murillo Toro o Santiago Pérez me cautiva. La Universidad Externado hizo una exposición para recordar los 150 años de la constitución de 1863 que debería repetirse.

Semana.com: ¿Por qué lo cautivan Murillo Toro y Santiago Pérez?

J.C.: Murillo Toro y Santiago Pérez fueron, además de presidentes, los periodistas más importantes del siglo XIX. El primero fue crucial para el desarrollo de las comunicaciones en Colombia. El segundo fue el secretario de la Comisión Corográfica de Agustín Codazzi, determinante para entender las riquezas de Colombia. Ambos opositores de Rafael Núñez y ejes de la constitución de 1863 que a mala hora fue abolida en 1886.

Semana.com: ¿Qué tanto está investigando el periodismo en Colombia?

J.C.: Se investiga, quizás no de manera metódica, pero aparecen informes que dan pistas importantes. Es más un asunto de periodistas. Norbey Quevedo, Marta Soto, Ricardo Calderón, Ignacio Gómez, Daniel Coronell, por mencionar algunos que marcan el paso.

Semana.com: ¿Cuál ha sido su momento de mayor miedo como periodista?

J.C.: El secuestro de Jineth Bedoya. La llevé a la cárcel, le perdí la pista y pasó lo que el país conoce. Nos engañaron los paramilitares y sus cómplices. Duré protegido unos meses, tenía tres hijos de 15 años, cinco y cuatro. Cambió mi vida y 16 años después sigo esperando la verdad.

Semana.com: Después de la firma de la paz, ¿qué viene para el periodismo en Colombia?

J.C.: Los capítulos territoriales de la memoria, la cobertura del Tribunal de Paz que sella la garantía de no repetición, los debates sobre las leyes y reformas que urgen en el país. El reto para las nuevas generaciones es enorme y lo asocio a su deber de conservar la paz con responsabilidad e independencia.

Semana.com: ¿Cuáles son las diferencias entre el periodismo que se hacía hace 20 años frente al que se hace ahora?

J.C.: Los temas son parecidos porque Colombia es un eterno retorno, pero hoy manda la tecnología y los ciudadanos intervienen más. Lo importante es que se preserven valores como la defensa de las garantías fundamentales, la transparencia de los recursos públicos o el derecho a la honra.

Semana.com: ¿Y de los estudiantes de periodismo de hace 20 años frente a los de ahora?

J.C.: Cada generación trae su magia, aunque cada día el mundo es más abierto y, por fortuna, Colombia más diversa. La cátedra es un lugar de encuentro donde el deber ser es magnífico y hoy se advierten nuevas visiones sobre el inevitable salto de los jóvenes al mundo competitivo de los adultos.

Semana.com: ¿Qué tanto le ha servido dictar clase durante tantos años?

J.C.: Como escribió García Márquez en un texto memorable a raíz del asesinato de John Lennon, en 1980, hay que subirse a tiempo en el tren de los hijos. La cátedra es una conexión inmediata con la generación que se asoma.

Semana.com: ¿Cuáles son las expectativas de los estudiantes de periodismo en Colombia?

J.C.: Este es el mejor momento para estudiar comunicación porque vivimos en un tiempo conectado y los informes técnicos demuestran que la tecnología crea desarrollo social. Hoy existe una proliferación de escenarios paralelos a los medios, que requiere comunicadores creativos.

Semana.com: ¿A quién leen? ¿Cómo escriben?

J.C.: No se puede generalizar. Hay gente que viene con mucho talento y que lee más de lo que se cree y escribe mejor de lo que se piensa. Seguramente falta contexto pero es parte del aprendizaje.

Semana.com: Usted ha sido maestro de varios periodistas, ¿pero quién fue su maestro?

J.C.: En el campo profesional exalto a dos. Isaías Peña que en su taller de escritores o en el centro Alejo Carpentier guió a muchos en el camino de escribir con oficio; y Luis de Castro, editor judicial de El Espectador por más de 40 años, con secretos magníficos: purista del idioma, criterio de corrector, memoria de crucigramista, proveedor de contextos y una sobredosis de buen humor para solventar cualquier crisis.

Semana.com: Se dice que el alumno supera al maestro, ¿quién lo superó?

J.C.: Hay muchos. Jineth Bedoya, Juan David Laverde, Diana Durán, Camilo Segura, Juan Camilo Maldonado, Natalia Herrera, en fin, es injusto no mencionarlos a todos.

Semana.com: Todos dicen que usted es una gran persona. ¿Cree en eso, como decía Kapuscinski, de que para ser buen periodista hay que ser buena persona?

J.C.: Es lo deseable pero ¿qué es ser buena persona? El periodismo es libertad de expresión, la ética va en cada quien y la obra va más allá de otra garantía: el derecho a la intimidad.

Semana.com: ¿Le está faltando la vieja bohemia al periodismo de hoy?

J.C.: Siempre existirá la bohemia. Solo han cambiado los escenarios. El derecho a la rumba es vital y la juventud la ejerce como Dios manda.

Semana.com: Muchos periodistas dicen que no creen en los premios, ¿usted sí?

J.C.: Recibo la distinción que me otorgan con absoluto respeto pero igual sé que mañana tengo que continuar en la brega. Lo que sí no creo es en dormirse en los laureles o echarse a dormir.

Semana.com: Cómo explicar que en este país se escriba más de lo que se lee…

J.C.: Es verdad. Deberían abundar las librerías y las bibliotecas. Pero creo que siempre ha sido así. José Martí decía que había que “ser cultos para ser libres”. Era un visionario. La lectura es la clave.

Semana.com: ¿Cómo divisa al periodismo en 20 años?

J.C.: Mucha tecnología pero conservando los cánones del periodismo.

Semana.com: ¿Se imaginó como editor en algún lugar distinto a El Espectador?

J.C.: Nunca pensé ser periodista, apareció y aprendí. En El Espectador encontré una manera de vivir en libertad siendo responsable. Tuve opciones muy buenas pero decidí quedarme en el diario.

Semana.com: En su vida, ¿qué hay más allá del periodismo?

J.C.: La familia, el fútbol, la poesía, el teatro y el interés por comprender lo que no explica la razón o la ciencia.