URBANISMO

La Bogotá que soñó Le Corbusier

No todo lo que planteó el urbanista se hizo realidad, pero muchas cosas se mantuvieron a pesar del crecimiento descontrolado de la ciudad. Gran parte de la esencia de este suizo se perdió.

6 de octubre de 2017

Era 1949 y el arquitecto Germán Samper pasaba sus primeros días de trabajo cuando decidió emprender un viaje por Italia para conocer las edificaciones y la riqueza del arte que solo ese país podía ofrecer.

- ¿Tiene cámara? – le preguntó el urbanista Le Corbusier.

- Sí, claro – respondió Samper.

- Déjela guardada en el cuarto del hotel, bien escondida, y no la vaya a sacar de ahí. Cómprese un blog y lápices y cuando se encuentre alguna edificación que le llame la atención la dibuja.

“Ese fue el mejor consejo que he recibido en mi vida”, recuerda Samper. Hoy, acumula 5000 esquemas que significan toda una carrera dedicada a este arte.

Hay una razón por la cual Le Corbusier es contratado en ese año por la ciudad, no solo por su indudable talento, sino porque la segunda guerra había acabado y personas cercanas al fascismo no lograban obtener trabajo fácilmente. Bogotá, semidestruida por los desastres del 9 de abril del año anterior, necesitaba de un urbanista que recuperara las manzanas completas de cenizas y carbón que dejaron las terribles horas del bogotazo.

Charles-Édouard Jeanneret-Gris se cambió después el nombre a Le Corbusier. Samper no recuerda muy bien cuándo, ni el porqué lo hizo, pero bajo ese pseudónimo el suizo nacionalizado francés fue reconocido por todo el mundo. A los 20 años quiso estudiar arquitectura, y al poco tiempo descubrió que lo que le estaban enseñando iba en contravía con lo que veía en las fachadas, paredes y techos. Entonces, estudió por su propia cuenta.

Y la forma de aprender arquitectura para él fue, indudablemente, estar en la arquitectura: vivirla, sentirla, experimentarla. “Llegó la primera guerra y se escondió en casa de sus padres, su primera época brillante fue en el periodo de entre guerras”, recuerda su pupilo Samper.

“No es lo mismo diseñar una ciudad que diseñar un edificio”, sentencia la PhD en Urbanismo Doris Tarchopolus. En efecto la tarea del urbanista es cercana a lo dictatorial, pues en sus planos juegan con el espacio que habitarán miles de ciudadanos… o millones como los de Bogotá. Sin embargo, también hay que tener en cuenta que la ciudad crece también de forma orgánica y descontrolada, sobre todo en la capital colombiana, donde dos de cada tres barrios tienen origen informal.


Plan Director crédito FLC

Durante la última semana de septiembre el alcalde Enrique Peñalosa inauguró la exposición ‘Bogotá proyecta futuro’ que busca convencer a los ciudadanos de que lo que allí se muestra se verá en la realidad en 20 años. Esta mirada al futuro contaba también con una mirada al pasado: En el Plan Director de Le Corbusier se podía apreciar la visión que tenía el urbanista a mediados de siglo XX para el futuro de la ciudad.


Plan Metropolitano crédito FLC

Le Corbusier iba más orientado a la construcción de lo público, más a la jerarquía ordenada.


“Era una viabilidad jerarquizada, él proyectó la carrera 30 para que conectara a la región y al país. Hoy se llama NQS y es un tramo de la carretera panamericana, es la principal cuestión del plan, es una vía de límite de la ciudad que no tenía que entrar al casco pero que conectaría a la ciudad con el resto de  Colombia”, dice Tarchopolus.

De alguna manera Le Corbusier también distribuyó los usos del suelo: el centro era donde se iba a trabajar, el costado norte y el costado sur donde se iba a vivir. Eso ha cambiado porque han salido muchas centralidades en la ciudad como Chapinero.

“Hay dos planos que están colocados ahí en la exposición del Museo de Bogotá: uno es el plan metropolitano y otro es el plan del centro cívico”, dice María Cecilia O’ Byrne, PhD en Proyectos Arquitectónicos en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Barcelona.

De lo amarillo se puede decir que Le Corbusier propuso para Bogotá un sistema que intuye que a partir de cinco vías organiza unas áreas donde hay jerarquización de vías. Esta división no se terminó de entender en este plano y lo único que queda de esa Bogotá es la localización de la Plaza de Paloquemao, la Carrera 30 y la Zona Industrial.

Pero no queda la intención de la localización de para qué y por qué se ponía ahí. Es un plano complejo. En verde claro en ese plano están preferidas unas zonas de reserva: una que está pegada a la Carrera 30 y otra más lejos, intermedia entre la zona urbana y el Río Bogotá que es aproximado a lo que hoy se conoce como Avenida Boyacá.

Las zonas verdes oscuras son los ríos y Le Corbusier los planteó para que fueran parques lineales y que estos llegaran al río principal.

“El río Bogotá debía ser concebido como el lugar de encuentro dominical de todos los bogotanos”, diría Le Corbusier.

“Tal cual como lo hicimos ¿no?”, ironiza O’ Byrne.

Martin Anzellini, funcionario de la Secretaría de Planeación Distrital, enfatiza que el pensamiento del suizo “era radical”. “Él quería modificar el centro histórico, quería acabarlo y no le daba un valor a lo que ahí había, quería concentrar edificaciones de altura. Y sobre la arquitectura informal pensaba lo mismo: tumbar”, dice Anzellini.

“Las franjas de reservas en verde claro es porque Le Corbusier proponía que debía densificarse hasta la carrera 30 para generar una ciudad para 1’600.000 habitantes, y a partir de ese sector ir creciendo la ciudad paulatinamente entre la Carrera 30 y la avenida Boyacá y después entre la avenida Boyacá y el río”, comenta O’ Byrne.

Cuando salió el plan, en las grandes constructoras estaban el presidente Mariano Ospina y el alcalde Fernando Mazuera quienes contrataron a Le Corbusier y después construyeron más allá de lo que el diseño del suizo contemplaba. Compraron por fuera de todas las líneas y construyeron ahí porque era más barato.


Maqueta del centro cívico. crédito FLC

El centro cívico es el siguiente plano que se encuentra en la exposición. “De ese plano puedo llegar a decir que se le fue la mano en tumbar cosas”, afirma O’ Byrne, “pero si uno se fija bien en ese plano los edificios nuevos son blancos con sombras y los existentes están con rayitas  lo que llamamos los arquitectos como achurados”, concluye.

Las nueve manzanas alrededor de la Catedral que él las llama las ‘manzanas arqueológicas‘ son: el Capitolio, Carrera Séptima, los edificios alrededor de la Jiménez que son coloniales, republicanos o modernos (de los años veinte y treinta), la Biblioteca Nacional, el Panóptico y las iglesias coloniales.


Perspectiva esquemática de la Plaza de Bolívar dentro del Plan Director. Crédito FLC

Cuando se estaba defendiendo esto Carlos Arbeláez Tamayo, Director General de Edificios Nacionales del Ministerio de Obras Públicas, crea en 1959 la primera Ley Patrimonial que hay en Colombia y declara esos edificios achurados como los primeros edificios declarados patrimonio nacional con la Ley de Patrimonio.

“Le Corbusier deja en ese plano una selección impecable del patrimonio de Bogotá y tumba un área importante, hicimos una exposición de ese plan e  hicimos un plano complementario y era para ver qué se había tumbado entre  1950 y 2010. En conclusión, tumbaron igual o más de lo que Le Corbusier propuso tumbar. Mucha gente dijo que Le Corbusier vino a tumbar, lo cierto es que tumbamos nosotros”, dice O’ Byrne.

“El tercer momento de Le Corbusier es un momento con la más alta tasa de crecimiento demográfico que ha tenido la ciudad, en los años cincuenta, entonces el poco esfuerzo de planeación que se hace es rebasado por la realidad de crecimiento de la ciudad y donde el urbanista es el dueño de las tierras. Una cosa es lo que se piensa y otra lo que se hace no hay un Estado para regular lo que se hace y algo para vigilar lo que hace el Estado, es el mercado el que determina cómo crece la ciudad”, critica el historiador Fabio Zambrano.


Plano de Le Corbusier donde se aprecia su idea de movimiento vehicular y de transporte público artículado con el movimiento peatonal crédito FLC.

Para entender lo que pasaba por la cabeza del suizo hay que tener en cuenta los ríos que bajan de los cerros orientales, que por cierto se han protegido como deseaba el famoso urbanista. Los ríos Fucha (en el sur), Arzobispo y Guaymaral determinaron unas zonas protegidas pero que han sufrido también el crecimiento de la ciudad, estos serían los parques lineales que nunca fueron.

“Lástima que al maestro solo lo reconozcan aquí por su trabajo como urbanista, porque muchos ignoran que sus diseños eran obras de arte, al igual que sus pinturas colgadas al lado de los mejores pintores europeos”, recuerda el maestro Germán Samper.

Le Corbusier detestaba a los periodistas. Samper recuerda que una vez le preguntaron de dónde la salía la inspiración. Y suponiendo que la inspiración existía le respondió “es trabajar cinco años, ocho horas al día”.

“Me causa curiosidad que en París su oficina era un espacio incómodo y pequeño, pero en ese espacio se tomaban decisiones de inmensa magnitud ¿curioso no?”, recuerda el discípulo Samper.

Cuando en el Museo de Bogotá se expusieron los 5000 esquemas de Germán Samper, el veterano arquitecto le escribió una carta a quien fuera su gran maestro, a pesar de que había muerto hace varios años. Las últimas palabras de aquella carta fueron “misión cumplida”.