cine

La caída

Cuesta enfrentarse a este drama como a una simple película: conviene verla un par de veces para valorarla del todo. ***1/2

Ricardo Silva Romero
30 de julio de 2005

Título original: Der Untergang.
Año de producción: 2004.
Dirección: Oliver Hirschbiegel.
Actores: Bruno Ganz, Alexandra Maria Lara, Corinna Harfouch, Ulrich Matthes, Juliane Köhler, Heino Ferch.

Comienza y termina con un primer plano de la anciana Traudl Junge, última secretaria del dictador nazi Adolf Hitler, entregada en cuerpo y alma al intento de perdonarse a sí misma por "no ver la naturaleza de ese monstruo", "haber querido al más grande criminal que ha vivido", "ignorar deliberadamente todas las voces de peligro dentro de mi cabeza y disfrutar el tiempo que pasé a su lado desde el comienzo glorioso hasta el final amargo". Se trata de una escena estremecedora, contundente, tomada de un documental alemán de 2002 titulado La secretaria de Hitler. Y de una manera inmejorable de decir que el drama que veremos (o al final: el drama que hemos visto) no pretende justificar los 50 millones de muertos que dejó la Segunda Guerra Mundial o redimir a una figura que se ganó a pulso el infierno de los libros de historia, sino hacernos verosímil -documentarnos- la que quizá sea la más grande pesadilla del siglo pasado, y recordarnos, de paso, que nosotros mismos fabricamos a los tiranos.

La caída se atreve a entregarnos un punto de vista, el alemán, que no solemos encontrar en las películas sobre la segunda guerra, y desmonta, sin enaltecerlo, el estereotipo del nazi inventado por el cine de los últimos 50 años, pero sobre todo es un estupendo largometraje que parece mejor, más obra de arte que simple recreación de los hechos, cada vez que uno vuelve a verlo: el talento narrativo de su director, Oliver Hirschbiegel, conocido por aquella pro-

ducción inquietante pero tramposa llamada El experimento (que insinuaba, gracias a otro encierro, la naturaleza humana que La caída denuncia), se hace evidente cuando pensamos que se nos han presentado los últimos 10 días en aquel búnker, las escenas más dolorosas de esa última batalla y los destinos de más de 20 personajes, sin perder ni un momento el hilo del relato; la grandeza de su actor protagonista, Bruno Ganz, célebre entre los cinéfilos de cineclub por memorables apariciones en ciertos trabajos de Wenders, Herzog y Rohmer, resulta innegable desde la primera secuencia: su Hitler es un emperador de traje invisible, un profeta equivocado, un viejo patético que ha convertido a su país en un cementerio de fanáticos.

Karl Richter, ideólogo de un partido político alemán de extrema derecha que al parecer recibe en sus filas a reconocidos neonazis, interpreta en el filme al asistente personal del general Keitel. Según imdb.com, el señor Richter declaró a la prensa que se presentó al casting como cualquier extra, que los productores no se dieron cuenta de quién era y que sintió una enorme satisfacción cuando se vio a sí mismo, uniformado, gritando "Heil Hitler" con el brazo derecho levantado. Es un ejemplo que prueba que esta sigue siendo una historia compleja, delicada. Pero que nos recuerda, al mismo tiempo, la gran valentía con que comienza y termina La caída.