ENTREVISTA

“Las comunidades judías están desapareciendo en América Latina”: Jack Michonik

El libro "La Colonia que fue", de Jack Michonik, llega a las librerías. En entrevista con SEMANA, el autor relata cómo migró su pueblo a Colombia y por qué siente que se está diluyendo en este subcontinente.

5 de octubre de 2019
Jack Michonik es un reconocido autor. Su nuevo libro, La “Colonia” que Fue, es la continuación de La Descendencia. | Foto: daniel Limón

La “Colonia” que Fue es la continuación de un relato. Una fotografía de lo que vivieron miles de familias judías que llegaron a América Latina el siglo pasado. En este libro, Jack Michonik presenta una segunda entrega de la narración sobre esa migración, después de publicar hace unos años La Descendencia, su primera obra sobre el tema. Ahora, el autor cuenta –entre maquinaciones e intrigas– el apogeo de estas comunidades en los años sesenta. 

Michonik lleva más de 40 años viviendo en Israel, pero creció en Colombia y sus libros se basan en sus recuerdos. En diálogo con SEMANA, habla de sus relatos, de su vida, del judaísmo y de por qué siente que las comunidades judías están desapareciendo en Latinoamérica. 

"Quienes viven en minoría terminan ayudándose los unos a los otros"

SEMANA: Muchas personas que han leído sus libros han encontrado en esos relatos de ficción la historia de migración a Latinoamérica de sus propias familias. ¿Cuál es la suya?  

Jack Michonik: Es verdad que muchos judíos, en especial las personas de mayor edad, me dicen que les parece estar leyendo la historia de su familia en mis libros. Lo cierto es que todas nuestras historias se parecen muchísimo. Los detalles y las circunstancias pueden cambiar, pero la idea general es la misma. En mis libros, los personajes son basados en gente real, que yo conocí. En la historia cumplen papeles muy distintos de los que cumplieron en la vida real, sin embargo, en esencia es lo que vivieron muchas de nuestras familias. 

SEMANA: ¿Cómo llegaron sus padres al país? 

J.M: Mis padres nacieron en Ucrania. Mi papá llegó en 1910 y mi mamá, en 1920. Los personajes de La Descendencia (que no es una obra autobiográfica) llegan en 1926 a un país que en mi mente es Colombia, aunque en el libro yo no lo diga. Muchos judíos llegaron en esos años, antes de la guerra; abrieron pequeños negocios, trabajaron con tesón y con juicio, y algunos de ellos llegaron a hacer fortunas importantes. Lo que contaron mis padres sobre esa época es quizás lo que relatan muchos abuelos colombianos a sus nietos. Ellos encontraron un país que hoy casi nadie recuerda. En Bogotá las personas andaban con ruanas y alpargatas. La ciudad era muy pequeña, tendría unos 200.000 habitantes. Se vivía la continuación de la colonia y había muchísimas oportunidades de trabajar y progresar, porque el país prácticamente no producía artículos. Había necesidad de muchos bienes. Era una Colombia que yo no alcancé a conocer, y ya tengo más de 80 años. 

SEMANA: La “Colonia” que Fue es la continuación de esa historia. ¿Por qué hacer esa segunda parte? 

J.M: Primero, porque sentí la necesidad de seguir escribiendo. Pero también porque varias personas me dijeron que después de leer La Descendencia habían quedado con un deseo de saber qué había pasado más adelante. Entonces decidí escribir esa continuación.

SEMANA: En su libro usted dice que la definición de comunidad se refiere a un sentimiento de pertenecer a un mismo pueblo. ¿Cómo se aplica esto en la comunidad judía? 

J.M: En la comunidad judía existe una gran solidaridad, que se refleja en el relato de mis libros. Eso sucede cuando se vive como minoría en países donde más del 90 por ciento de la población es homogénea porque comparte los mismos orígenes, la misma cultura y la misma religión. Quienes viven en minoría, por lo general, se agrupan y forman comunidades. Terminan ayudándose los unos a los otros. A Colombia, los primeros inmigrantes llegaron prácticamente sin nada más que la ropa que llevaban puesta. Quienes ya habían pasado por esos duros momentos les ayudaban a los recién llegados a construir sus vidas. 

SEMANA: ¿Dónde está su historia en estos dos relatos?

J.M: Yo viví muchos años en Colombia. Mi niñez, en Bogotá, y en Cali, casi 20 años, desde los 20 a los 40 años de edad. La comunidad de Lárida, la ciudad fictiva que menciono en los libros, en mi mente es Cali, aunque también tomé elementos de otras comunidades que conocí. 

SEMANA: ¿Qué recuerda de Cali? 

J.M: De Cali recuerdo una ciudad amable, con gente muy querida, un clima delicioso, con brisa por las tardes, frutas exquisitas, mujeres muy bellas, alegría... Tengo permanentemente los recuerdos más gratos de esa ciudad.  

SEMANA: ¿Por qué llegaban los judíos a Cali? 

J.M: En realidad, ellos llegaban a cualquier lugar, les daba igual. Los inmigrantes salían de pueblitos de Europa muy pobres. De América habían oído que era un continente bendito. Muchos querían ir a Estados Unidos, y efectivamente, la gran mayoría terminó asentándose allá. Algunos querían ir al Perú. Pero por circunstancias de la vida, unos se montaban en barcos creyendo que iban a un lado y terminaban en otro. Los países latinoamericanos que tuvieron la mayor inmigración de judíos fueron Argentina, Brasil y México. Las naciones bolivarianas son las que menos inmigración judía tuvieron. 

SEMANA: ¿Cómo se dio entonces esa migración?

J.M: A los judíos les daba lo mismo llegar a Venezuela, a Colombia o a Ecuador. Al final, las circunstancias los hacían resolver por un país o por otro. Muchas veces, los que ya se habían instalado les escribían a sus parientes, quienes buscaban simplemente encontrarse con ellos. En los años treinta, mucho antes de que estallara la Segunda Guerra Mundial, había en Europa un antisemitismo virulento. Los judíos que pudieron salir huyeron a los Estados Unidos o a Latinoamérica, y ese momento histórico es el que yo retrato en La Descendencia. 

SEMANA: ¿Qué cambió con la guerra en esa migración? 

J.M: Dos cosas fundamentalmente. Por un lado, unos años antes de la guerra, casi todos los países comenzaron a no dar visas ni permisos de entrada, y eso redujo mucho la migración a América Latina. Por el otro, una vez estalló la guerra, y por el tiempo que duró, la inmigración de judíos a Latinoamérica prácticamente se suspendió del todo porque era imposible salir de Europa. Quienes sobrevivieron al holocausto, cuando la guerra terminó, intentaron de nuevo llegar a América. Hubo una ola de inmigración grande entre 1946 y 1950. 

“Existe la creencia de que siempre habrá judíos por los miles de años que la comunidad vivió en la diáspora”

SEMANA: La “Colonia” que Fue se ubica justo en ese momento de la posguerra.  Usted comienza su relato con una escena muy shakesperiana de amor prohibido entre una joven judía y uno no judío. ¿Por qué? 

J.M: Entre los judíos era muy importante que sus hijos se casaran con otros judíos para no perder así su religión. Cuando la sociedad es mayoritariamente no judía, en los matrimonios mixtos, casi siempre los hijos dejan de ser judíos porque se asimilan a la cultura que predomina en el país. En la generación de mis padres había una gran oposición a que los hijos se casaran con no judíos. El libro comienza así porque era la mejor forma de encarrilar la trama de lo que sigue. Esas situaciones de “amores prohibidos” se daban todo el tiempo y causaban intrigas y problemas familiares. 

SEMANA: ¿Cómo ve hoy a la comunidad judía en América Latina?  

J.M: La comunidad ha cambiado muchísimo. Precisamente, el llamado que quiero hacer con mis dos libros se relaciona con ese cambio. Las comunidades judías están desapareciendo en América Latina. La vieja generación que llegó de Europa hablaba su propio idioma, el yidis (ídish). Además, tenía muchos conocimientos de religión y era muy tradicionalista. Los hijos de esos inmigrantes eran mucho más ignorantes que sus padres en cuestiones de religión y no hablaban el yidis. Se consideraban judíos por una especie de inercia que había en la comunidad. Ahora, la tercera generación prácticamente no sabe cómo ser judía y no le interesa serlo. Los matrimonios entre jóvenes de ascendencia judía y jóvenes cristianos aumentaron considerablemente. Las comunidades hoy son la mitad de grandes de lo que eran a principios de la década de los sesenta. En esa época había unos 12.000 judíos en Colombia, y hoy hay escasamente la mitad. La tesis de mis dos libros es que las comunidades judías de Latinoamérica van a desaparecer porque no tienen un núcleo lo suficientemente grande para mantener vida propia. Se irán diluyendo hasta que desaparezcan del todo. 

SEMANA: Usted lleva muchos años viviendo en Israel. ¿Por qué hacer este llamado? 

J.M: Creo que solo quedarán judíos donde haya una cantidad de correligionarios que constituya una masa crítica lo suficientemente grande para que los judíos puedan mantenerse a sí mismos, social y culturalmente, como ocurre en los Estados Unidos. En la única parte del mundo donde con seguridad será preservado el pueblo judío es en Israel. Esa es mi opinión. Hay muchas personas -judías y no- que no comparten mi modo de pensar. Existe la creencia de que siempre habrá judíos, hasta el fin de los días. Si se mantuvieron miles de años en la diáspora, sin tener un país propio, podrán perdurar así miles de años más.

Si usted vive en Bogotá y quiere un ejemplar de los dos libros del autor, puede escribir a dmedinaa@semana.com*. También puede descargarlo en Amazon en este link para La Desecendencia y en este otro para La Colonia que Fue. 

*Existencias limitadas.