Cine
‘La Crónica Francesa’: la revista inolvidable de Wes Anderson marca un regreso imperdible del director
Irreverente, único, en ‘The French Dispatch’ el texano le ofrece a su audiencia un estimulante homenaje al periodismo enmarcado en su amor por Francia y su cultura. El arte, la música y el reparto estelar, cohesionado por Bill Murray, suman a una experiencia mágica.
“No llorar”, ese lema se lee dentro de la oficina de Arthur Howitzer Jr., y está ahí, encima de la puerta del editor y fundador de The French Dispatch, por algo. Como sabe cualquiera que ha vivido el espacio de un editor, el mensaje no puede ser más adecuado. Allá suceden los intercambios inolvidables que derivan en las historias publicadas, allá se discute y se argumenta, pero no se llora, sea cual sea el desenlace. La frase también parece hablarle a la audiencia general: subrepticiamente le pide que disfrute de la experiencia mientras dura, y muy divertida sí resulta.
La película cuenta que, a mediados del siglo pasado, desde la población (ficticia) de Ennui, Francia, la revista (ficticia) La crónica francesa lanzaba reportajes periodísticos de largo aliento sobre política, artes, gastronomía, sociedad y temas varios a esa población, a ese país y a su país de origen. Esta publicación, confiesa el director Wes Anderson, se inspiró en otras aún vigentes que a mediados del siglo pasado jugaban en su propia liga, como The New Yorker y The Paris Review, así como en una gama de voces vibrantes que escribieron en ellas y otras más.
La peculiar publicación tiene raíces en Liberty, Kansas, la ciudad en Estados Unidos donde el padre de Howitzer Jr. armó el emporio mediático que le permitió a él vivir su aventura periodística en Francia. Esa aventura es la que Anderson cuenta maravillosamente. El director fragmenta su película en una introducción, y luego en las cuatro historias publicadas en la revista, mostrando al periodista en su proceso de seguir a los protagonistas y contar lo ocurrido. Cada historia se remata con el periodista visitando la oficina de Howitzer para editarla. The French Dispatch acaba de estrenarse en cines de Colombia.
Quizá sea una verdad de Perogrullo, se trata del creador de clásicos del siglo como The Royal Tenenbaums (2001), Life Aquatic (2004), Fantastic Mr. Fox (2009) y The Grand Budapest Hotel (2014), no obstante vale recalcar que The French Dispatch (La crónica francesa) es un viaje cinematográfico mágico. En sus dos horas se sirve de maestría visual, narrativa, inventiva y un guion cargado de inteligencia, humor, curiosidad y observaciones sagaces y humanas para entretener.
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Además de su increíble dirección de arte, de la música de Alexandre Desplat, que le imprime los tonos perfectamente, y de decisiones muy propias de Anderson como fluctuar del color al blanco y negro a la animación, la película reúne un reparto increíble. Lo lideran talentos ganadores de premios Óscar de la talla de Frances McDormand, Tilda Swinton, Adrien Brody, enormes como Benicio del Toro, Léa Seydoux, Owen Wilson y un genial Jeffrey Wright (quizá no tan conocido, pero que cierra la faena en la nota emocional perfecta). Se suman también actores y actrices recurrentes en la filmografía de Anderson como Edward Norton y talentos jóvenes como Timothée Chalamet y Lyna Khoudri (quien lanza sus frases en francés a la velocidad de un F1, muy a tono con el brío de la juventud en protesta). Hasta los roles más pequeños en las cintas del texano son interpretados por talentos reconocidos. En este caso, ver a Willem Dafoe, Saoirse Ronan o Christoph Waltz en roles cortos hace más emocionante la experiencia.
Las costuras
A La crónica francesa la conocemos desde los ojos de Howitzer Jr. (Bill Murray), quien la fundó y se despide. La cinta es prácticamente su obituario en acción. Es él quien hilvana las miradas de los periodistas que, poniendo a prueba los límites de ‘la integridad periodística’, escribieron las últimas cuatro historias que se publicarán bajo su supervisión. La cinta rinde un tremendo homenaje al editor dándole pista a su última creación, a los fascinantes reporteros (interpretados por Owen Wilson, Tilda Swinton, Frances McDormand y Jeffrey Wright) y a los varios protagonistas de sus historias.
Desde pequeñas, pero importantes menciones, la cinta retrata con detalles bonitos el combate por páginas y la puja por párrafos de los periodistas (que en parte explica el mencionado “no llorar”). Además de este talento más notable, es fantástico ver cómo Anderson les da un lugar a los otros seres humanos esenciales para la prensa impresa, el diseñador e ilustrador trabajado en sus garabatos (y reflejado en sus portadas muy ‘new yorkerescas’), al departamento de corrección conduciendo su riguroso trabajo, al encargado del quiosco que vende la publicación...
‘The French Dispatch’, su carta de amor a Francia y a su cultura, demuestra que Anderson no pierde su capacidad de asombrar a su manera aparentemente ligera, pero altamente artística y elaborada.
En últimas, para el público que vive las dinámicas de la reportería periodística, que lucha por páginas para su historia, que acepta unas correcciones y pelea otras, y que reconoce entrañable el tiempo junto con un texto y un editor, esta cinta es irresistible. Pero su alcance es mucho mayor. El público general sabrá apreciar en esta inequívoca carta de amor al periodismo de largo aliento un absoluto gozo de principio a fin que funciona por elevados niveles de composición que parecen nacer de la diversión y una narrativa. Desde una revista sería fácil destrozarla si fuera terrible. Esta película es todo lo contrario.
Monsieur Wes
Si se ha visto una o más películas de Anderson (el servicio Star+ tiene varias), su estilo característico se reconoce en segundos, así él se empeñe en decir que ni busca tener un estilo ni lo reconoce. Si no conoce su cine, esta cinta servirá de gran introducción al trabajo de un único. El contrato de Anderson tiene condiciones: hay que elevar los pies un poco de la tierra, no tomarse nada tan en serio (hay luces y sombras, pero se suelen tomar con gracia), dejarse llevar por la realidad descabellada de sus personajes y situaciones, y sumergirse en el entorno que evoca marcado por colores o atmósferas. El humor sutil aparece por la mayoría de sus esquinas, de maneras muy distintas, y a través de él se permite rendir homenajes y exorcizar demonios.
Anderson es un genio de la motion picture, de la foto en movimiento, y a sus composiciones visuales rigurosamente rítmicas añade magistrales movimientos de cámara. Y aprovecha letreros o vestimentas para hacer guiños constantes al público, recordarle que este es su mundo, que esta no es Francia, es “su Francia”. El director admite que en un feliz accidente, cuando era joven, se topó en un videoclub de Houston con Les 400 coups, de François Truffaut y así nació su relación con Francia. Allá tiene una casa que visita la familia, y en la población de Angoulême, famosa también por su festival mundial de caricaturas, encontró el lugar perfecto para basar su, ahora canónico, pueblo de Ennui.Su cine es una obra y una coreografía de la que el espectador debe ser cómplice, y suele serlo porque reconoce el esmero del creador. The French Dispatch, su carta de amor a Francia y a su cultura, demuestra que Anderson no pierde su capacidad de asombrar a su manera aparentemente ligera, pero altamente artística y elaborada.
El humor sutil aparece por la mayoría de sus esquinas, de maneras muy distintas, y a través de él se permite rendir homenajes y exorcizar demonios.