CINE

La era dorada del cine coreano

Corea se ha convertido en una potencia del séptimo arte. Su poderosa industria cinematográfica ya superó las fronteras asiáticas y está conquistando al resto del mundo.

3 de noviembre de 2012
Una nueva generación de brillantes directores coreanos se ha encargado de diversificar el cine que se produce en su país.

En 2012 se confirmó el buen momento del cine de Corea del Sur dentro y fuera de sus fronteras. En el país ya dos películas superaron los 10 millones de espectadores —una cifra asombrosa en un país de 50 millones de habitantes— y en el exterior se estrenaron varias cintas que han logrado cifras de taquilla sorprendentes. Además, Kim Ki-duk, uno de los directores más reconocidos del país, ganó el León de Oro, máximo galardón del Festival de Venecia.

Estos logros no son nuevos ni sorprendentes. Son fruto de una pujante industria cultural conocida como Hallyu que va más allá del séptimo arte e incluye desde telenovelas con héroes y heroínas sufridos pero de buena moral, hasta grupos de música juvenil optimista y soleada que tienen millones de seguidores en el planeta atentos a cada novedad que publican en YouTube. De hecho, la música pop coreana es una de las que más ganancias produce a nivel mundial.

Aunque podría esperarse que la esfera de influencia del cine coreano se limitara a otros países asiáticos, va mucho más allá, y desde Japón y China hasta Egipto y Turquía el público ha caído seducido por sus películas, telenovelas y coloridos himnos juveniles. La revista Foreign Policy explicaba hace poco que las películas coreanas ofrecían una alternativa a los productos de Hollywood. "La cultura pop estadounidense contemporánea resulta cínica y áspera para buena parte del mundo; en contraste, la de Corea muestra familias, fuertes conexiones sociales y amoríos inocentes, todo con un empaque aspiracional y moderno".

Eso puede explicar parte de su éxito internacional, pero su gran poderío reside en su mercado interno. Para contrastar, basta comparar las dos películas que alcanzaron los 10 millones de espectadores este año, Los ladrones de Dong-Hoon Choi y Gwanghae de Choo Chang-min. En Colombia, la cinta más taquillera en lo que va corrido del año es La Era del Hielo 4, que casi alcanza los 3 millones de espectadores. El éxito del cine nacional coreano, a su vez, fue apoyado por un sistema de cuotas de pantalla que comenzó en 1967 y que apenas se suavizó en 2007 en respuesta a la presión de Estados Unidos para firmar un tratado de libre comercio. Pero la industria ya había madurado.

"La principal razón del éxito del cine coreano en Corea es que la gente quiere ver estas películas. No es porque el proteccionismo le ordene a estos teatros qué películas mostrar", explicó en 2007 el crítico inglés Tony Rayns, uno de los grandes expertos mundiales en cine asiático. Otro factor clave es el nivel de cinefilia de la gente, que permite existir a la clase de revistas y libros que en otras partes del mundo están desapareciendo.

Es una cinefilia que tiene el privilegio de disfrutar de una gran variedad de géneros de su industria local. En el cine coreano hay toda una gama que va desde romances rosa hasta melodramas, pasando por películas de acción y de terror o cine de autor, que ofrecen algo que resulta al mismo tiempo diferente y familiar para las audiencias acostumbradas a Hollywood.

En cuanto a películas de acción, Corea se ha beneficiado de un cambio global que se dio en dos movimientos: de un lado, el número de espectadores en Hong Kong colapsó y obligó a la industria cinematográfica a buscar mercados más conservadores en China. Del otro, los regímenes represivos en Corea del Sur llegaron a su fin y con ellos la censura. Ahí se abrió todo un abanico de temas posibles. Así, mientras las películas de Hong Kong con las que se habían criado los directores se hacían menos arriesgadas, el cine coreano encontraba un espacio de experimentación con un público curioso y dispuesto a apoyarlo.

El resultado, contrario a las conclusiones de Foreign Policy, son películas variadas que en ocasiones pueden ser de una crueldad extrema, nada aptas para una audiencia familiar. Old Boy (2003), una oscura y violenta historia de venganza con escenas terriblemente explícitas, se estrenó en Italia y Estados Unidos, demostrando que los temas escabrosos con escenas horripilantes podían ser bien recibidos en otras latitudes.

Esa crueldad, considerada un elemento común en varias películas, refleja, según Rayns, la complicada historia de Corea del Sur que pasó de ser colonia japonesa entre 1910 y 1945, a vivir una cruenta guerra civil entre 1950 y 1953 y luego varios regímenes represivos que terminaron en 1987 con la primera elección presidencial abierta. Durante ese periodo, el país pasó de ser uno de los más pobres en Asia a ser una potencia mundial que distribuye automóviles, electrodomésticos y, ahora, su cultura por el planeta.

De hecho, quizás esta ola de películas, telenovelas y canciones juveniles deba ser entendida como un complemento a todos esos aparatos que salen de sus fábricas, una forma de darles contexto y de hacerlos más atractivos. Es algo que el Ministerio de Asuntos Exteriores de Corea del Sur tiene claro. En una página web explica con

preocupación que "aunque Corea es el número 11 entre los países más ricos, estamos más allá del número 60 en relevancia cultural". Luego continúa: "Durante el siglo XXI esta disparidad puede ser un factor negativo en negocios globales".

En cualquier caso, si la industria del cine coreano sigue creciendo a ese ritmo y sigue manteniendo su variedad de temas y géneros, es muy posible que en unos años sobrepase a países como India y México, y se acerque sigilosamente a Hollywood.