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Aguaauragrafía en el Humedal La Conejera.
Fotografía de una 'Aguaauragrafía' hecha en el Humedal La Conejera. Es una de las piezas creadas en el terreno, con las comunidades, con las aguas del río Bogotá, que se exhibe en Galería Sextante en esta importantísima muestra. | Foto: Laura Giraldo-Martínez / entre—ríos

ARTE

La exhibición ‘Pulsos del río Bogotá’ prueba que el arte tiene todo que ver con conflictos y sanaciones socioambientales

La muestra (en Galería Sextante hasta finales de julio) pone el foco en el cuerpo de agua más importante de la ciudad y en su futuro, por décadas oscuro, para proyectarlo distinto desde una acción y comunión consciente de generaciones.

Alejandro Pérez Echeverry
22 de junio de 2024

El documental Pulsos del río Bogotá, uno de los elementos que integran la muestra artística del mismo nombre que Galería Sextante presenta hasta el 25 de julio, integra varias de las voces claves en torno al cuidado del río más importante de la ciudad. Una es la de Paula Caucalí, una joven activista de la Escuela de Pensamiento Ambiental y de Paz Humedal El Charquito, a quien pensar en el río le genera a la vez escepticismo y esperanza. Caucalí sabe que hace falta mucha más voluntad política y acción para darle al río y a su cuenca la vida que merecen, y, a la vez, sueña con ver y vivir el río como lo hacía su abuela, quien se podía bañar en sus aguas. Y por ese sueño jamás dejará de luchar.

En días de racionamiento de agua y calentamiento global, cuando se habla de construir una autopista entre una reserva natural, se hace más pertinente que nunca anotar que, con respecto al río Bogotá, se habla mucho pero se hace poco. Aun así, se ha avanzado. Gracias a líderes y comunidades que habitan su cuenca y de ingenieros dedicados, ya no se denigra del río como un cuerpo de agua condenado a su suerte negra, descuidada, tóxica y altamente contaminada, incapaz de albergar vida.

En muchos tramos de su recorrido de casi 380 kilómetros, desde su nacimiento en el páramo de Guacheneque, en Villapinzón, hasta desembocar en el río Magdalena, en Girardot, esa es la triste realidad, pero ya no lo define. Dejar de verlo y hablarlo como un botadero irrecuperable es necesario. El río no solo no tiene la culpa de haber sido abandonado a su suerte por décadas, es capaz de limpiarse si se le ayuda en serio.

Esa causa será desde ahora y hasta siempre, para esta y futuras generaciones, porque apunta a revertir pesadillas ambientales que se han normalizado debido a la acción de compañías desreguladas, despreocupadas y contaminantes; la omisión de gobiernos miopes y el daño causado por ciudadanías inconscientes ante el impacto de sus acciones en el río más importante de su ciudad (sumando basuras, aceites y jabones).

Los participantes crearon imágenes del río desde sus riberas, colinas, humedales y nacederos, inspirándose en estos ecosistemas y las emociones que les despierta la cuenca.
Cruz les llama “aguaauragrafías” y en su proceso toman parte el autor y su intención, el lugar, su clima, químicos del cianotipo utilizados en distintos tiempos y orden, el tiempo, el agua y sus contenidos naturales. | Foto: cortesía Galería Sextante

Se habla hace años de plantas de tratamiento y recientemente de su navegabilidad. Pero mientras esa charla se materializa, las comunidades no se quedan quietas. Unen su voz a la de otras disciplinas, que se espabilan para dar lugar a otra conciencia. Y ahí entra a jugar el arte, uniendo simbólicamente estas voces, conjugándose con la ciencia y con la comunidad para producir obras. Si algo puede mover acciones y políticas, es la acción unificada de aquellos afectados por un statu quo nocivo. Es el sueño en común de decenas de iniciativas valiosas y valientes de protección del río y su cuenca, que comienzan a conectarse para amplificar juntas la causa.

La muestra despliega el arte y revela mucho del trabajo hecho por el colectivo entre—ríos, articulando comunidad, ciencia y arte.
La muestra despliega un arte irrepetible que nace del agua del río en encuentro con los pobladores de su cuenca, pero también suma una serie de hermosas piezas comunicativas y un mapa de las muchas acciones del colectivo entre—ríos a lo largo del río Bogotá. Además, presenta un corto documental lleno de alma, voces y un mensaje clave. Articulando comunidad, ciencia y arte se puede salvar a un río, porque cada persona suma. | Foto: Alejandro Pérez Echeverry

El aura y los pulsos

Curada por la profesora Lisa Blackmore, profesora asociada de Historia de Arte y Estudios Interdisciplinarios en la University of Essex, Reino Unido, Juliana Steiner, Laura Giraldo y Diego Piñeros, la muestra ‘Pulsos del río Bogotá’ es una de las muchas aristas del proyecto entre—ríos, que Blackmore lidera desde 2019 y que financia gracias a estímulos otorgados por la universidad británica. El proyecto, que junta arte, ciencia y comunidad, comenzó a tomar forma con una primera acción en Santander en 2019 y, desde ese año, también se fijó en el río Bogotá, que navegó y, según nos dice, “presenta síntomas de muchos ríos urbanos de América Latina”.

La muestra revela una creación conjunta entre artistas y pobladores, que simboliza los esfuerzos para articular la acción de varios protectores del río y consolidarlos como una fuerza unificada. Las obras irrepetibles, imágenes en tela y en papel, fueron producidas durante un ciclo de talleres y procesos colaborativos en 2023 por el colectivo entre—ríos, las comunidades de la cuenca del río Bogotá, el artista Fernando Cruz y el ingeniero ambiental Luis Alejandro Camacho. Estos pusieron en diálogo la medición de calidad del río y la creación de imágenes con sus aguas. En palabras de Cruz y Camacho, la muestra propone una conexión con “el alma” y “los pulsos” del río, que manifiestan su vitalidad y habilitan otros futuros para él.

No son imágenes cualesquiera. Cruz les llama “aguaauragrafías” y en su proceso toman parte el autor y su intención, el lugar, su clima, químicos del cianotipo utilizados en distintos tiempos y orden, el tiempo, el agua y sus contenidos naturales. Cruz compartió la técnica con las comunidades de la cuenca, y así realizaron retratos físicos y literales del río, usando aguas tomadas de varios puntos de la cuenca y sus diversos ecosistemas. Los participantes crearon imágenes del río desde sus riberas, colinas, humedales y nacederos, inspirándose en estos ecosistemas y las emociones que les despierta la cuenca. Mezclando su agua con químicos y aplicando el resultado en papel artesanal, el río se retrata de manera abstracta y colorida, y evoca sus formas y flujos diversos.

Los participantes crearon imágenes del río desde sus riberas, colinas, humedales y nacederos, inspirándose en estos ecosistemas y las emociones que les despierta la cuenca. | Foto: Alejandro Pérez Echeverry

En paralelo con este proceso artístico, en los talleres se realizaron análisis de la calidad de las aguas usadas guiados por Luis Alejandro Camacho, profesor del Departamento de Ingeniería de la Universidad de los Andes y estudioso del río por más de 20 años. Estas, junto a los saberes de las comunidades, pintan la salud del río a lo largo de la cuenca y demuestran cómo diversas acciones humanas y fuerzas ambientales afectan la vida del afluente.

A la par del arte, con el apoyo de la gente, el ingeniero Luis Alejandro Camacho realizó análisis para medirle los pulsos al río. | Foto: Lisa Blackmore

La exposición también integra el lado informativo y educativo de la acción, la publicación desplegable Cómo cuidar un río (2023), creada con habitantes y organizaciones de Villapinzón, Suesca, Sesquilé, Suba, El Charquito y salto del Tequendama. Se trata de un mapa afectivo de la cuenca (se puede bajar por internet), que compila y refleja historias y acciones que le dan vida a los bosques, humedales, nacederos y comunidades en la cuenca.

El artista Fernando Cruz compartió su técnica con los pobladores y cuidadores del río. Él y la comunidad produjeron imágenes irrepetibles. | Foto: Lisa Blackmore

Además de las aguaauragrafías (las hay enormes, de Cruz, y más chicas, e la población), de las piezas educativas y de un mapa que consigna el trayecto de entre—ríos en varios puntos de la cuenca del río, la muestra presenta el mencionado corto documental Pulsos del río Bogotá (2023), dirigido por Diego Piñeros, que retrata paisajes del río desde su nacimiento hasta el salto del Tequendama, además de testimonios conmovedores acerca de los retos que enfrenta la descontaminación del río, y los sueños y las resistencias que viven sus cuidadores. Por último, vale anotar que en su plataforma digital, entre-ríos.net, la iniciativa compila con genial factura los pasos y materiales de los procesos colaborativos, registrando las visitas, los talleres y los encuentros entre arte, ciencia y comunidad en pro de la salud del río.

Sobre las expectativas que tenían al iniciar el proyecto y lo que se encontraron, Blackmore dijo a esta revista: “Nos sorprendió la forma en la que este río y su historia conmovieron a las personas. Nosotros teníamos una convicción total de que el arte tiene todo que ver con los conflictos socioambientales, pero fue bonito ponerla a prueba. Y la potencia del arte es poder cautivar, seducir, reconectarnos desde una experiencia estética de lo hermoso, pero también de lo político, de manera que este mensaje de cuidado por el río y de la necesidad de una movilización ciudadana por el río Bogotá sea cada vez más contundente y amplio. Esa es nuestra expectativa, y la hemos superado. Y esa es la esperanza que tenemos de cara al futuro”.

Sobre entre—ríos y los pulsos del río, una charla con Lisa Blackmore

Cuéntenos sobre el proyecto entre—ríos…

Comienza en 2019, con un proyecto inaugural en Santander, en alianza con la curadora e investigadora colombiana María Fernanda Domínguez. El propósito era realizar una serie de recorridos desde el Páramo de Berlín en compañía de académicos de distintas ramas, de las ciencias sociales, las ciencias naturales y también las humanidades. Y también se unió la UIS, con una cohorte de estudiantes de artes plásticas.

Se llamó entre—ríos, y fue nuestro primer proyecto aquí. Consistió también en una exposición, en varias charlas interdisciplinarias, y en la entrega de proyectos finales, que luego compilamos en nuestro primer libro.

Este proyecto siempre ha sido financiado a partir de fondos de investigación de la Universidad de Essex, donde soy profesora de planta; hemos ido articulando proyectos en la medida en la que nos postulamos, para participar en esos concursos que otorgan fondos. Nuestra intención después de esa primera experiencia fue la de seguir realizando trabajos in situ. Teníamos un proyecto para el 2020 en México, y otro en Perú, donde también íbamos invitando a artistas de distintos países a realizar trabajos en campo e investigación colaborativa interdisciplinaria en torno de las presiones y estreses hídricos que enfrentan los cuerpos de agua en América Latina.

Pero, como se pueden imaginar, se atravesó la covid y nuestro trabajo empezó a articularse en línea. Por eso pudimos crear la plataforma digital y empezar a comisionar artistas, un grupo grande de tres países, a realizar investigación-creación en tres países, sobre tres ríos, en México, Perú y Colombia.

Cómo cuidar un río es una invitación a navegar por aguas, bosques, montañas, humedales, alimentos, memorias y sueños que componen y ensamblan la gran cuenca del río Bogotá. La publicación despliega encuentros con el río a través de las acciones de diversas iniciativas que lo cuidan, desde Villapinzón hasta el Salto del Tequendama. En su conjunto, muestra rutas para vivir y convivir con la cuenca desde la consciencia de que el río está vivo.
'Cómo cuidar un río' (descargable en entre-rios.net) es una invitación a navegar por aguas, bosques, montañas, humedales, alimentos, memorias y sueños que componen y ensamblan la gran cuenca del río Bogotá. La publicación despliega encuentros con el río a través de las acciones de diversas iniciativas que lo cuidan, desde Villapinzón hasta el Salto del Tequendama. En su conjunto, muestra rutas para vivir y convivir con la cuenca desde la consciencia de que el río está vivo. | Foto: Alejandro Pérez Echeverry

Sobre el interés en el río Bogotá…

El interés específico en el río Bogotá venía desde ese tiempo. Porque en 2019 hice un viaje por el río para mirar esas relaciones de la hidroeléctrica de El Charquito en relación con la modernización e industrialización de Bogotá (sabiendo que, para ese momento y desde muchos años atrás) es un río muy contaminado, que presenta síntomas de muchos ríos urbanos de América latina.

Ahí empezamos nuestra alianza con la Escuela de Pensamiento Ambiental y de Paz Humedal el Charquito, y durante la pandemia pudimos comisionar un documental sobre la vereda, sobre los abuelos de la vereda (de los primeros pobladores, los primeros en realizar acueducto veredal hace muchos años). Esa fue una primera iniciativa.

El artista Fernando Cruz compartió su técnica, y él y la comunidad produjeron imágenes irrepetibles. El ingeniero Luis Alejandro Camacho realizó análisis, todo para medir los pulsos del río Bogotá.
Fotograma del sensible documental que acompaña la muestra, dirigido por Diego Piñeros. | Foto: PULSOS DEL RÍO

Luego, a partir de agosto de 2022 pude volver, y hacer más visitas a campo, al Charquito, al Salto del Tequendama. Yo venía trabajando con Diego Piñeros García desde 2019, y se unieron en ese punto la curadora Juliana Steiner, que tiene proyectos en la reserva Van der Hammen (y colaboraciones con otros puntos en la ciudad y en Sesquilé), y con Laura Giraldo-Martínez, que está haciendo su doctorado en un proyecto de investigación en los Países Bajos, en relación a la justicia hídrica y los ríos. Laura hace su trabajo en la cuenca alta... Entonces dijimos, “si nuestro interés desde lo curatorial es formar una red de estas iniciativas, y ya tenemos contacto con ellas, desde el Páramo de Guacheneque hasta el Salto del Tequendama, unamos fuerzas y redes para poder articular el proyecto en conjunto”.

Taller de aguaauragrafías en el Cabildo-Mhyusca de Sesquilé.
Taller de aguaauragrafías en el Cabildo-Mhyusca de Sesquilé. | Foto: Laura Giraldo-Martínez

Ese proceso se intensificó a principios del año pasado, con visitas de campo, con “el Piquete de río” (consultable en nuestra plataforma digital), el primer encuentro de cuidadores de río que habíamos identificado. Por supuesto, hay muchísimos más, pero las dimensiones del proyecto nos movilizaron a hacer una invitación específica a ciertos grupos.

Háblenos de la muestra artística Pulsos del río Bogotá, que recoge todo esto y lo lleva a otra dimensión…

Pulsos del río Bogotá es una propuesta curatorial que hice a partir de mis amistad y colaboración con Luis Alejandro Camacho, que viene desde 2020, y con Fernando Cruz, amigo y cómplice desde 2018. Apliqué a un fondo en Essex, e integramos estos talleres de arte-ciencia en los procesos que veníamos realizando en la cuenca. Sí, es un proyecto con muchas aristas y olas, y nosotros vamos articulando sobre estas fases del trabajo que están concatenadas.

Se dio la oportunidad de presentar la muestra en Sextante, quienes también son amigos de muchos años y han sido muy generosos en apoyar este proyecto.

Y entre—ríos es también un proceso pedagógico que sigue. Como equipo, somos Emilio Chapela, artista e investigador de México; Alejandro Ponce de León, editor e investigador colombiano. Y damos clases en América latina, en relación a las artes, los estudios interdisciplinarios y los cuerpos de agua...

Ahora viene una muestra en el Perú, con otra colega que trabaja desde el tejido contemporáneo y los humedales del valle desértico de Lima. El río Bogotá es un proyecto de esta gran familia de entre—ríos.

Aguaauragrafía en el Humedal La Conejera.
Aguaauragrafía en el Humedal La Conejera. | Foto: Laura Giraldo-Martínez / entre—ríos

En cuanto a entre—ríos y Pulsos de río Bogotá, cuéntenos de las expectativas y de lo que se encontró…

En relación a las expectativas, con el proyecto del río Bogotá sabíamos que había una fuerza de impulso colectivo, comunitario, en el río, y sabíamos que era muy potente. Pero nos ha sorprendido la forma en la que nos ha permitido conectar con muchísimas otras iniciativas volcadas hacia el cuidado del río, de la cuenca, pero también de otros ríos en Colombia y en América Latina. Veníamos observando esa tendencia hacia muchas acciones colectivas, que cruzan artes, ciencias y organización comunitaria. Eso ha superado todas nuestras expectativas.

En relación a Pulsos del río Bogotá, te contaré de la experiencia que tuvimos en la inauguración. Justo coincidió con un congreso internacional, así que pude invitar a muchos colegas que trabajan con aguas en Latinoamérica y el Caribe. Y me sorprendió la forma en la que este río y su historia conmovieron a las personas. Nosotros teníamos una convicción total, pero fue bonito poner a prueba que el arte tiene todo que ver con los conflictos socioambientales.

La potencia del arte es poder cautivar, seducir, reconectarnos desde una experiencia estética de lo hermoso pero también de lo político, de manera que este mensaje de cuidado por el río, de la necesidad de una movilización ciudadana por el río Bogotá, sea cada vez más contundente y más amplio. Y esa es la expectativa y la esperanza que tenemos de cara al futuro.

En el documental nos quedó sonando la voz de una joven de Soacha que habla de vivir entre el escepticismo y el sueño de ver al río como lo vivió su abuela…

Es muy atinada esa observación, de Paula Caucalí, una de las personas activas en El Charquito. Esa ambivalencia, ese doble sentimiento entre lo escéptico y lo esperanzador, se repite a lo largo de la cuenca. Por eso, es imprescindible que haya respuestas y soluciones para el río en diferentes escalas, desde las plantas y la regulación contra los vertimientos, como también los aportes socioculturales. como desde la educación ambiental y cultivar una cultura de Río donde ya el río Bogotá vuelva a ser parte de la vida de la cuenca, conectando a sus habitantes.

*’Pulsos del río Bogotá / arte-ciencia-comunidad’, una exposición de entre—ríos, comunidades de la cuenca, el artista Fernando Cruz y el ingeniero civil Luis Alejandro Camacho se presenta en Galería Sextante, Cra. 14 #75-29, Bogotá.