Cuando uno lee que el joven gaitero José Angel Hevia lleva en España 500.0000 copias vendidas de su álbum, y que ese álbum es una colección de piezas tradicionales (algunas de ellas con varios siglos de edad), o inspiradas en la tradición, puede pensar que se trata de uno de esos retrocesos con que sale a veces la moda. Después de todo la primera impresión es la de una música tradicional a la que se han agregado guitarras o teclados eléctricos para hacerla más acorde a oídos contemporáneos. Sin embargo el disco Tierra de nadie es más que eso, mucho más. Aquellos que han reseñado esta música como exponente tardío del new age no se equivocan, pero su juicio es insuficiente. Desconocen que detrás de la gaita de Hevia está la lucha de un pueblo por salir a la superficie. José Angel Hevia viene de Asturias, en el norte de España, donde se conservan muchos rasgos de la cultura celta. Lo que sucede es que tales rasgos (la música, por ejemplo) han sido víctimas de sistemáticas anulaciones y sólo es hasta ahora que los descendientes de los celtas vuelven a hacer emerger sus costumbres y su arte. Hace 15 siglos San Patricio llegó a Irlanda con el ánimo de civilizar sus costumbres salvajes. Lo que hizo, en cambio, fue más salvaje: los privó de sus ritos, de sus cantos, redujo su religión a la categoría de mito y anuló buena parte de la riqueza cultural celta. Hace cinco décadas los celtas sobrevivientes eran todavía objeto de represión: en España el régimen de Franco, en su afán de homogenizar la identidad nacional, prohibió manifestaciones minoritarias como la música de Asturias. José Angel Hevia nació cuando todavía la música para gaita en el norte de España era una expresión menor. El, junto con otros de su generación, vio acabarse el terror tras la muerte de Franco y se encargó, en los 80, de revivir el entusiasmo por este arte. De 25 gaiteros profesionales que se contaban entonces en toda Asturias se ha pasado hoy a 3.500 gracias a su actividad docente. Y esa visión contundente de Hevia es la que ha llevado a su música a sonar como lo hace. Volver a la tradición intacta, a tocar estas piezas musicales, utilizando tan sólo gaitas y rústicos tambores, sería para él aceptar con sumisión el retroceso en que los regímenes sumieron a la cultura celta. En cambio añade a estos sonidos los de otros instrumentos más modernos y asume entonces la evolución que debió haber sido natural en esta música. Hay, desde luego, puristas que han rechazado su propuesta por sonar demasiado actual y poco tradicional. A ellos les contestó Hevia en una reciente entrevista expresando que "yo también amo la tradición; si no la amara no estaría haciendo esto. Pero para mí la música es algo vivo". Con esto ha querido decir que quien se empeñe en tocar una pieza tal como sonaba hace siglos está negando la lógica evolución, matando la música de algún modo. Las 500.000 copias son lo de menos. Hay discos peores que han vendido más y discos mejores que fueron comprados apenas por un puñado de melómanos. Lo realmente valioso de esta grabación es que Hevia ha asumido la vocería de muchas generaciones que murieron con la voz apagada. La Tierra de nadie que proclama el título del disco es la suya propia, pero al mismo tiempo hace todos los esfuerzos porque vuelva a ser reconocida y se recompense con creces el silencio de tantos años. La gaita de Hevia no suena para vender 500.000 copias sino para volver a colocar a Asturias en el mapa de la música del mundo.A propósito de sonidos celtas... Carlos Núñez A Irmandade das Estrelas Ariola Varios Dublin to Dakar Putumayo La idea de que los celtas y sus tradiciones solamente tuvieron a Irlanda como escenario es incompleta. Hay rasgos muy claros de la cultura celta que se han encontrado en Francia, España, Portugal, los Balcanes e incluso en una franja en el oriente de Canadá. Por eso no es de extrañar que últimamente hayan aparecido discos de todos esos rincones con una sonoridad común. Tal vez el primero que hizo de la música celta para gaita un fenómeno de interés mundial fue el español Carlos Núñez. Su disco A Irmandade das Estrelas (La hermandad de las estrellas) fue éxito en ventas y lo que en principio era una música que sólo se escuchaba en los rincones de Galicia pasó a ser apreciada en diversos países. La música de Núñez, sin embargo, no puede ser comparada con la que actualmente graba y ejecuta José Angel Hevia. El joven de Asturias ha dicho que "aunque él es un pionero de la expansión de estos sonidos hay diferencia en nuestros discursos musicales. El de él es un discurso más acústico, el mío no". Con esto Hevia ha dejado en claro que son múltiples las maneras de acercarse a la música celta, y que todas son válidas. Tal vez uno de los documentos que mejor muestra aquella gama de sonidos es el recientemente publicado Dublin to Dakar, una selección de piezas de 11 artistas que se anuncia con el subtítulo de "A celtic odissey" (una odisea celta). Aquí puede uno encontrarse con manifestaciones de clara influencia celta que provienen de naciones tan disímiles como Italia, España, Argelia y, por supuesto, Irlanda. La diferencia entre los sonidos de unos y otros artistas es la que mejor habla de una riqueza cultural celta. Hay en este disco expresiones desde sencillas piezas acústicas hasta elaboradas fusiones con ritmos africanos y con el rock. De fondo, sin embargo, el espíritu es el mismo. La fuerza de esta música es la misma de un pueblo que se ha resistido a la extinción y que ahora, en cambio, resurge desde múltiples rincones del mundo.