Mundo y Patrimonio
La historia de como un hindú terminó convirtiéndose en el ángel de la guarda de la iglesia armenia de Bangladés
No tiene sacerdote ni fieles. La iglesia armenia de Daca, en Bangladés, solo acoge a su ángel de la guardia, un hindú que desde hace décadas se santigua para abrir las puertas, cumpliendo con el deber de preservar una reliquia de la antigua élite comercial de la ciudad.
La Iglesia de la Santa Resurrección fue construida en 1781 en Daca, la capital de este país del sur de Asia con una población mayoritariamente musulmana.
Una comunidad de armenios se asentó en Daca en el siglo XVI. Como comerciantes, abogados o funcionarios forjaron estrechos vínculos con la comunidad a lo largo de las generaciones.
En los años 80, Ghosh, quien trabajaba como obrero en una fábrica de yute, entabló amistad con una familia de armenios a través de la cual conoció al guardián de la iglesia, Michael Joseph Martin, del que se hizo amigo. Fue él quien le propuso que le ayudara. Ghosh aceptó, y en 1985 se instaló en el recinto de la iglesia.
“Era la casa de Dios y sabía que ningún otro trabajo me vendría mejor”, explica a la AFP este ferviente hindú de 61 años.
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En 2014 Martin, el último armenio conocido residente en Bangladés, se fue a vivir a Canadá, pero antes confió las llaves de la iglesia a su protegido.
Ghosh se convirtió en su guardián oficial en 2020, tras la muerte a los 89 años de su antiguo mentor.
“Un deber sagrado”
“Me encanta este trabajo. Para mí es un deber sagrado”, dice Ghosh. “Tanto si es una iglesia, como un templo o una mezquita, creo que servimos a un único Dios”.
La iglesia, situada en el barrio de Armanitola donde otrora vivió la comunidad armenia, se financia con los fondos de un grupo de armenios del extranjero, liderado por Armen Arslanian, un empresario de Los Angeles. “La familia Ghosh ocupa un lugar especial en nuestra iglesia”, declaró a la AFP.
Rodeada de calles estrechas bordeadas de pequeños edificios residenciales y mercados, el recinto de la iglesia, con su jardín arbolado, es un remanso de paz, al abrigo del estruendo de las bocinas y del bullicio de la ciudad.
No hay oficios religiosos desde hace décadas por falta de fieles, excepto en Semana Santa y Navidad, cuando cada año un sacerdote católico celebra una misa.
Pero eso no impide que cada mañana Ghosh salga de la propiedad donde vive con su esposa, su hijo y su hija para abrir las puertas de la iglesia.
Enciende velas en el altar y reza por los 400 armenios enterrados en el pequeño cementerio que bordea el edificio. Le gusta caminar entre las tumbas. La más antigua data de 1714.
El guardián hindú cuenta con ayudantes para mantener el lugar en buenas condiciones.
También coloca flores en la tumba de Veronica, la esposa de Michael Joseph Martin, quien murió en Daca en 2005. Fue la última de la comunidad armenia en ser enterrada en este cementerio.
Ghosh espera que algún día los restos de su viejo amigo se unan a los de su esposa. “Su lugar está aquí, en este sitio magnífico”, afirma.
A él también le gustaría ser enterrado allí cuando se muera. “Sólo rezo para que me den el mismo trato que les di a todos estos” difuntos.