CULTURA
La historia real del joven poseído que inspiró la película ‘El exorcista’
Se cumplen 50 años desde que William Peter Blatty publicó la novela que por años le dio vueltas en la cabeza y cuya historia fue adaptada al cine en 1973 convirtiéndola en uno de los mejores filmes de terror de todos los tiempos.
Las películas de terror sobre exorcismos son tal vez las ganadoras a la hora de adentrarse en lo más profundo de los espectadores y tocar las fibras más nerviosas de aquellos que vibran y se sacuden mientras las ven.
La ganadora en este género, sin duda, es la película El Exorcista, que 48 años después de su lanzamiento sigue siendo recordada por adultos y niños, por la imagen de la pequeña de 12 años con cara demoníaca y que gira la cabeza 360 grados.
La cinta, que logró convertirse en un clásico de la cinematografía mundial y en un fenómeno cultural, relata la fatal historia de la posesión diabólica de Regan MacNeil, una niña de 12 años de edad, y del exorcismo al que más tarde fue sometida.
Sin embargo, la película norteamericana de 1973 fue dirigida por el realizador William Friedkin, sobre un guion escrito por William Peter Blatty basado en la novela homónima de Blatty, publicada en 1971 y que sólo en Estados Unidos llegó a vender cerca de 13 millones de ejemplares.
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¿Quién fue el verdadero protagonista de la historia?
El 20 de agosto de 1949 William Peter Blatty, siendo apenas un joven estudiante en la Universidad jesuita de Georgetown, leyó un articulo publicado en The Washington Post, uno de los diarios más prestigiosos de todos los tiempos.
En primera plana se encontró la historia titulada: “Un sacerdote libra a un joven de las garras del demonio”; según la publicación, era tal vez una de las experiencias más destacables de su género en la reciente historia religiosa, un niño de 14 años (de los suburbios de Washington) fue liberado por un cura católico de la posesión por el demonio, según informaron fuentes católicas”.
En 1971, veintidós años después de la publicación de The Washington Post y convertido ya en escritor, Blatty escribió la historia de ese joven en cuyo exorcismo había participado uno de los curas católicos conocido en la universidad a la que asistió el autor y a quien durante años trató de ubicar buscando información y tratando de documentar lo que luego sería un éxito en las librerías.
Pese a que Blatty tenía muchos conocimientos sobre el catolicismo y sus prácticas, se obsesionó con escribir detalladamente la historia, por eso escribió una carta al cura William Bowdern para tratar de escuchar la historia por su propia boca.
Según El País de España, Bowdern le respondió a Blatty con una carta en la que le expresó: “Nosotros (otro cura y yo) mantuvimos un recuento al minuto, cada día, sobre los sucesos acaecidos el día y la noche anteriores”, de ese modo, Blatty supo que había, un diario, escrito a mano, donde se narraba el exorcismo. Blatty lo consiguió y leyó partes de él.
Según ese diario, con el cual Blatty pudo apoyarse para escribir su libro, el exorcismo fue practicado realmente a un niño a quien los investigadores e historiadores llamaron, simplemente, Robbie, y al que le sucedieron cosas extraordinarias y para los curas que le custodiaron, incomprensibles. Tanto como para que las autoridades católicas de Washington aceptaran que se le sometiera a un exorcismo.
Según la historia, Robbie era un niño afroamericano que fue víctima de arrebatos de ira y centro permanente de sucesos inexplicados. Según lo descrito por los curas que lo trataron en los cuadernos donde documentaron toda la experiencia, hablaba en latín y en su cuerpo aparecían marcadas palabras malditas. Asimismo se comenzaron a oír en su casa arañazos persistentes bajo el suelo, seguidos por un extraño chirrido que parecía provenir del interior de su cama. El grupo de jesuitas norteamericanos creyó que el niño era víctima del demonio y lo sometieron a un duro y tortuoso exorcismo.
De acuerdo con lo que se ha narrado sobre lo encontrado en los diarios, Robbie era hijo de una familia protestante, sin embargo, empezó a ser tratado por los curas jesuitas. El niño le habría hablado en latín a Albert Hughes, párroco de la iglesia de Saint James, “cura de Cristo, sabes que soy el Demonio. ¿Por qué me molestas?”. Fue así como Hughes optó por ingresarlo en el hospital de Georgetown y trató de exorcizarlo, con la autorización expresa del arzobispo de Washington.
Durante la estadía en el hospital ocurrió el hecho que inspiró la novela de Blatty. En pleno ritual, el adolescente se liberó de las ataduras de su cama y atacó al reverendo con un muelle, provocándole una profunda herida en el brazo y el hombro, que requirió un centenar de puntos. Herido de gravedad, el padre abandonó el exorcismo, después de sufrir un ataque de nervios. Según se dice esa agresión es demostrable ya que quedaron algunos registros médicos del suceso.
Luego de esto, el menor regresó a la casa al ser expulsado del hospital por herir al sacerdote. Días después sus padres decidieron bautizarlo. Ante el escándalo que el niño había armado en el vecindario, decidieron marcharse a casa de unos familiares en San Luis, en el Estado de Misuri donde continuaron los eventos paranormales, por lo que llamaron al padre Bowdern, quien al observar que el niño definitivamente estaba poseído por un demonio, solicitó el permiso del arzobispado para expulsar aquello del muchacho.
La autorización fue concedida con la exigencia de que Bowdern estuviera a cargo, no revelara el lugar donde se harían los exorcismos y que llevara un diario detallado de los hechos paso a paso. Fue así como según la historia, al pequeño Robbie le practicaron aproximadamente 30 exorcismos durante varias semanas.
Bowden practicó las últimas fases del exorcismo en la planta psiquiátrica del hospital de los Alexianos. El lunes de Pascua hubo una conversación en la que el niño decía hacer de portavoz del diablo. “Yo siempre estoy dentro de él”, dijo, cuando le intentaron dar la comunión. Horas después, el niño, en pleno ataque, dijo tener la visión del arcángel san Miguel venciendo al diablo. Con una voz impostada, dijo: “Te obligo a ti, Satán, y a otros espíritus diabólicos a que abandonéis este cuerpo en el nombre de Dios, ahora”. El drama, según las notas del jesuita, acabó en aquel momento.
A pesar de las dudas médicas y científicas sobre la veracidad de los hechos descritos en el diario, el padre Bowdern siempre los dio por ciertos. Así lo creyó hasta su muerte en 1993. “Fue real”, le dijo a Blatty en su carta.
Según explicó El País de España, al pequeño Robbie, en 1949, se le practicaron todo tipo de pruebas médicas en el hospital de Georgetown. Los médicos temieron de forma razonable que sufriera un trastorno psiquiátrico. Los psiquiatras no se pusieron de acuerdo en un diagnóstico. Fueron su familia y los jesuitas los que creyeron que estaba poseído.