CINE

La isla siniestra

Ver esta nueva pesadilla del genial Martin Scorsese es una experiencia sobrecogedora.

??Ricardo Silva Romero
20 de marzo de 2010, 12:00 a. m.
Teddy Daniels (Leonardo DiCaprio) investiga la desaparición de una de las reclusas más peligrosas del sanatorio de Ashecliffe

Título original: Shutter Island.
Año de estreno: 2010.
Género: Drama.
Dirección: Martin Scorsese.
Guión: Laeta Kalogridis. Basado en la novela de Dennis Lehane.
Actores: Leonardo DiCaprio, Mark Ruffalo, Ben Kingsley, Max von Sydow, Michelle Williams, Emily Mortimer, Patricia Clarkson.

Un barco aparece entre la niebla, a unas pocas millas de la costa de Massachusetts, en los días más paranoicos de 1954. A bordo va el angustiado detective Teddy Daniels. Se dirige a un inexpugnable sanatorio "para los criminales dementes", un lugar llamado Ashecliffe, que queda en una isla de la que en teoría es imposible huir: Shutter Island. Su propósito es seguir el rastro de una peligrosa paciente que se ha escapado de su celda. Pero piensa más de la cuenta en la esposa que perdió. Y recuerda las peores imágenes del campo de concentración, en Dachau, que tuvo que atravesar cuando era apenas un cazador de nazis. Y los sonidos ominosos del cuarto movimiento de la sinfonía número tres de Krysztof Penderecki, que producen escalofríos, subrayan la pesadilla que está a punto de empezar.

Martin Scorsese, uno de los grandes directores de la historia del cine, ha dedicado su carrera a filmar vidas que son pesadillas sin salida: personajes autodestructivos, miembros de alguna de las sectas de este mundo, que un día terminan atrapados en ficciones sin moralejas a la vista. El taxista Travis Bickle se pierde en la noche, en Taxi Driver (1976), hasta creerse un redentor a punto de ser crucificado. El boxeador Jake LaMotta se ahoga en su obesidad, en Toro salvaje (1980), hasta convencerse de que todos los demás tienen la culpa. El criminal Henry Hill se refunde en la mafia, en Buenos muchachos (1990), hasta comerse el cuento del glamour del hampa. El paramédico Frank Pierce cede a sus alucinaciones, en Vidas al límite (1999), hasta quedarse sin conciencia de sí mismo. Y el policía Teddy Daniels investiga e investiga, en La isla siniestra, hasta extraviarse en la inagotable espiral de la locura.

Conviene saber que La isla siniestra no es, de ninguna manera, una película de horror convencional. Sí, plantea una trama más o menos de miedo, más o menos policíaca, para que tengamos algo que seguir hasta el final. Cumple con regar pistas por ahí para que podamos imaginar el gran giro que vendrá. Pero lo que importa, como en todas las películas de Scorsese, es retratar a un hombre que se engaña para sobrevivir a sí mismo: todos los elementos de la narración, desde esa atmósfera de película de suspenso de serie B (sacada de clásicos como Shock Corridor, Vértigo o Laura) hasta esas piezas de música clásica contemporánea cuidadosamente elegidas, están ahí para describir lo que sucede dentro de la cabeza de alguien que ha perdido la cordura: esa mentira sin fin.

La isla siniestra está llena de homenajes a aquel cine de los 50 que halló metáforas hábiles para denunciar el totalitarismo, sí, y es un entretenido rompecabezas para discutir con los amigos, pero es, sobre todas las cosas, una obra de arte triste, dura, compasiva, que nos pone los pies en la tierra. Y nos obliga a apretar los dientes hasta rendirnos a esta realidad en la que hay tanta miseria.