Entrevista
“La literatura es una segunda vida que uno le arranca a la vida”: Guillermo Martínez
Martínez es uno de los escritores argentinos más traducidos en el mundo. Ha ganado varios premios, entre ellos, el Primer Premio del certamen Nacional de cuentos, el Planeta, el Hispanoamericano Gabriel García Márquez y el prestigioso Nadal de España. SEMANA habló con él sobre literatura y sobre la vida.
Martínez ha publicado novelas, cuentos, ensayos, artículos periodísticos y reseñas. Es matemático y escritor, y uno de los autores argentinos más conocidos en Colombia.
Con su novela Los crímenes de Alicia ganó el Premio Nadal de España, y el cineasta Alex de la Iglesia llevó al cine su libro Los crímenes de Oxford.
¿Qué busca con sus novelas?
No busco algo a priori. Para mí la parte más misteriosa de la literatura es cómo surgen los temas. Me atraen temas recurrentes con un costado vital, algo que viví, que escuché o que me resuena.
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Pero tengo que ver la posibilidad dramática de ese tema, y debe tener una cuestión de tradición literaria o de ciencia. También es importante su potencial literario para un lector no iniciado. En La muerte lenta de Luciana B, por ejemplo, está el azar, cómo los seres humanos ven figuras y dan sentido a cosas que quizá sean puramente azarosas. En Crímenes imperceptibles jugué con los diferentes tipos de detectives y con los detalles psicológicos, como ocurre en las novelas policiacas de Sherlock Holmes y de Agatha Christie. Traté de imaginarme un detective de esta época que está al tanto de la estética del razonamiento.
Dicen que cada escritor tiene sus obsesiones ¿cuáles son las suyas?
No sé si sean obsesiones. Prefiero llamarlas variaciones de temas que siempre me han interesado: la tensión entre religión y ciencia, el contexto político, los juegos del lenguaje, la literatura como tradición. Quizá son cosas que me preocupan...
Pero defiendo mucho la idea de originalidad, más allá del resultado final que cada uno podrá juzgar. Hay que mantener una actitud de originalidad, acopiar todos los ejemplos posibles de lo que ya fue escrito y crear algo que en algún sentido sea diferente, y que le de cierta profundidad a lo que uno hace. Ahí está el verdadero sentido.
En ese ejercicio de creación, ¿cuáles imágenes recurrentes surgen en sus novelas?
Surgen mis hobbies, el ajedrez, el tenis, el pool. Aparece la matemática, la lógica, la filosofía, la relación entre profesor y alumno, el campus universitario y, por supuesto, Oxford, donde viví diez años.
Pienso que hay una biografía oculta en mis novelas, pero que también pueden aparecer cosas lejanas como los autos. Nunca manejé pero lo investigué. Y se trata también de encontrar la manera de investigar lo mínimo, de indagar y de encontrar detalles interesantes. En Los crímenes de Alicia, mi última novela, estudié la vida de Lewis Carroll a partir de su diario íntimo.
¿Qué es lo que más le interesa de un crimen?
No me interesa el crimen en sí, sino las conjeturas que surgen alrededor. Eso lo explotó uno de mis escritores favoritos, Henry James.
En ese estilo de libros no hay tantos hechos, pero sí una trama. Lo importante es el orden de lo que ocurre en la mente de los personajes, lo que se imaginan que va a pasar si el otro personaje hace determinada acción. Son puntos de vista, es decir, no es introspección sino la relación con los demás, y en esa relación con los demás, se deforman.
Cae la máscara social
Exacto, un cambio dentro de un conjunto de roles, de situaciones sociales. Y a mí también me gustan esos roles. En mis novelas esta siempre el suspenso y la trama, pero también esas tensiones entre los personajes, sus ironías y sus sarcasmos. Las personas tienen muchas aristas y complejidades.
Aparte del policial, ¿siente que ha jugado con otros temas?
En Los crímenes de Alicia el fantasma de Carroll sobrevuela la novela. Pero no lo planeo deliberadamente antes de escribir, no tengo una idea programática de la literatura.
Me interesan los temas misteriosos en consonancia con mi vida; siempre he pensado que la literatura es una segunda vida que uno le arranca a la vida. Por el camino de la escritura se va armando una cierta figura que no conozco del todo, pero que se logra percibir por debajo.
Me gusta explorar cómo dar sentido desde lo sintáctico, cómo dar vida y llenar de musicalidad e imágenes esa sintaxis. A la vez tiene que haber cierta naturalidad sin forzar las cosas. Esa tensión entre lo sintáctico y las interpretaciones está en Los crímenes de Alicia y en mis otras novelas.
Borges decía que todos sus personajes eran él, defendía lo íntimo como fuerza estética. ¿Cómo son sus personajes y cómo los elige?
El narrador, un joven de Oxford, tiene algo de mí. Los demás personajes tienen que mostrar un lado dramático. Son ambiciosos e intelectuales, tienen búsquedas existenciales intensas, están inmersos en una exploración interior. Por eso me gusta la novela policiaca de intriga: puedo ver cómo personajes con un gran nivel de cultura pueden planear un crimen.
¿Pudo escribir en el encierro de las cuarentenas?
Estuve más concentrado que nunca en la cuarentena, así que pude escribir otra novela en un año y dos meses. No tuve viajes ni mayores distracciones. Se llama La última vez, y es un enigma literario sobre un escritor argentino que está a punto de morirse y quiere que este crítico sea su último lector. Transcurre en la Barcelona del post boom; es una novela literaria enmarcada en la ciudad catalana de aquellos años.
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