LA MAGIA DE WENDY
Una fotógrafa norteamericana se convierte en hada madrina de los niños de Ráquira
Los cientos de personas que vienen observando la exposición de 40 fotografías que bajo el nombre de "Retrato de un pueblo" viene exhibiéndose en el Museo de Arte Moderno de Bogotá (próximamente se trasladará a Manizales, Cali, Medellín, Bucaramanga y Barranquilla), experimentan una sensación refrescante y novedosa ante unas fotografías que reflejan un ambiente que parece sacado de una novela costumbrista.
Esta exposición ha sido registrada por los diferentes medios de comunicación con especial interés por la singularidad del tema y los personajes que incluye.
Los protagonistas de esta muestra son la fotógrafa norteamericana Wendy Ewald, los niños de quinto de primaria de la Escuela de Ráquira y el pueblo mismo con sus utensilios domésticos, los habitantes y su entorno geográfico.
Los niños han sido el tema principal de la obra de Wendy, ya que durante cuatro años trabajó con niños indígenas del Canadá en fotografía, y en Kentucky enseñó también este arte y cine a niños de varias escuelas rurales.
Llegó a Colombia Wendy en 1981 con una beca de la Comisión Fulbright y al terminarla con el apoyo de Colcultura se fue a vivir a Ráquira, donde obtuvo el permiso de la escuela y de la Secretaría de Educación de Tunja para incluir, dentro del programa de estudios de los niños, la asignatura de fotografía.
El comienzo de este nuevo trabajo no era fácil, primero por la barrera idiomática y segundo por las características propias del medio, ya que aunque la convivencia con sus gentes fue fácil, la mayoría de los niños deben trabajar como jornaleros; en un comienzo los alumnos no lograban encuadrar bien las imágenes (cabezas y pies cortados), por lo que usaron inicialmente cámaras Polaroid que brindan la posibilidad de tener de inmediato el resultado de lo que se fotografía y por consiguiente constituyen un valioso recurso didáctico.
En el transcurso del año escolar se utilizaron 400 rollos y 18 cámaras.
Los niños de menor edad aprendían con mayor facilidad, afirma Wendy, aunque en términos generales el aprendizaje fue fácil para todo el grupo y se convirtió en la materialización de una "práctica mágica", en la cual ellos eran los magos o hacedores de imágenes.
La mayoría de fotografías hechas por los niños fueron tomadas sobre sus objetos más próximos: los colchones, los butacos, el vestido de primera comunión; luego sobre su familia: sus padres, sus hermanos, sus amigos y, por último, el paisaje campestre.
El aporte principal de esta exposición, en lo que respecta a los niños, es la posibilidad que brindan de apreciar el ambiente raquireño que los rodea, a través de la lente de sus propios ojos.
Es su auténtica idiosincrasia plasmada en cada fotografía. Es el encanto de su mundo cotidiano el que inspira sus creaciones gráficas.
En cuanto a Wendy Ewald, su principal logro consiste en que sus alumnos rompieron la barrera técnica y conquistaron un buen nivel de lenguaje creativo.
PITU MENTIRAS
Viene exhibiéndose bajo el nombre de "Los pitufos" una película en la que los enanos azules escasamente aparecen.
Primera decepción, las sillas del teatro Cinelandia. Totalmente destrozados los forros y en algunas hay que tener cuidado al sentarse.
Segunda decepción, comienza la película, avanza, sigue desarrollando su argumento y no aparecen por ninguna parte los pitufos ni se ve por dónde puedan entrar en la trama. Los niños empiezan a preguntar: ¿Cuándo salen los pitufos? Transcurre por lo menos media hora y nada que aparecen los pequeños seres azules. Sin embargo, la película se llama "Los Pitufos". En estos casos es bueno sospechar en un cambio de título. Efectivamente, en los afiches originales colocados a la entrada del teatro está el verdadero título que se refiere a la flauta de los seis pitufos. Es más diciente porque lo central en la película es la flauta y no los pitufos. Cuando éstos finalmente aparecen, tienen una escena simpática y vuelven a desaparecer prácticamente hasta el final. Los niños, atraídos por el lanzamiento de la película bajo el título de "Los Pitufos" habían ido a verlos a ellos, no a una flauta.
Tercera decepción, la película no tiene la forma narrativa de los cuentos modernos. Por el contrario, repite lo tradicional: presentación lenta de los personajes, del ambiente. Preámbulos interminables. Los niños no reaccionan. Es más literaria que cinematográfica. Entonces se echa de menos la originalidad y vitalidad de los episodios de la serie televisiva. Hasta el malo es tradicional, el que se aprovecha de poderes mágicos (la flauta) para robar a los demás. No es el Gárgamel tan ingenioso de la televisión.
Por estas razones se pierde todo interés en comentar algo sobre la película.
Hernando Martínez Pardo