ENTREVISTA
'La mujer del animal', la película más polémica y oscura de Víctor Gaviria
El director de Rodrigo D vuelve con la historia de una mujer que fue violentada por un criminal durante siete años. La película estará en el Festival de Toronto
Cuando leyó Verdugo de verdugos, un libro de Fabio Restrepo, se propuso narrar la historia de su protagonista: un hombre que iba de barrio en barrio en Medellín haciendo justicia por su propia mano. Para llenarse de razones y de ideas durante un buen tiempo, en 2006, se dedicó a investigar, a oír viejos relatos en las comunas de tipos que no habían tenido miedo a la hora de disparar.
Pero este proyecto murió cuando repentinamente apareció una mujer que durante 20 minutos le contó que, en 1975, un hombre la raptó luego de darle burundanga, la llevó a una finca donde la violó y después la regresó a su casa, donde la mantuvo cautiva casi siete años.
La mujer –recuerda Víctor Gaviria- le dijo que no le deseaba aquel sombrío episodio ni al peor de sus enemigos. Pero quería insistir en que en medio de tanta barbaridad lo que más le dolió fue haber estado sometida tanto tiempo sin que nadie la ayudara: ni su hermana, ni sus hijos (tuvo tres con su raptor), ni la familia de aquel hombre, un criminal al que todos llamaban el Animal. Y, lo peor, lo de no creer, que la juzgaban y no le perdonaban que ella hubiera tomado la ‘decisión’ de involucrarse con un tipo así.
Este relato le dio pie al director de Rodrigo D (1990), La vendedora de rosas (1998) y Sumas y restas (2004) a hacer su cuarta película, La mujer del animal, seleccionada para participar en el Festival de Toronto, en Canadá, que comienza el próximo jueves.
Semana: Era difícil no ceder ante semejante historia…
Víctor Gaviria: Al principio tuve dudas, pero volví a buscar a la mujer y me convencí. Ella representa a todas las mujeres violadas y también a las que, reprimidas por un hombre, perdieron su libertad y su dignidad. Esta película es un homenaje a las mujeres que así murieron en silencio. Y, a la vez, quería mostrar cómo nace y crece una familia alrededor de un abuso infame. Sí, una historia muy difícil de contar, pero es que del maltrato de género no surge un relato placentero.
Semana: Su cine es casi documental, reconocido por la presencia de actores naturales. ‘La mujer del animal’ sigue en la misma línea. ¿Consideró otra forma?
V.G.: No. A mí me gusta estar inmerso en la realidad. Yo quiero que el actor, más allá de virtuosismo, refleje la verdad, busco traducir la realidad al lenguaje del cine. Sin duda, hago películas donde se arriesgan muchísimas cosas: que no se pueda hacer, que se vaya para otro lado o que fracase. Pero yo insisto porque, además, tengo un compromiso de contar lo que realmente pasa en Medellín y en Colombia.
Semana: ¿Qué ha cambiado en estos barrios desde que rodó ‘Rodrigo D’ hasta ‘La mujer del animal’?
V.G.: La delincuencia es distinta. La de Rodrigo D era la del cartel de Medellín, que quería, de alguna manera, vencer al Estado sin reemplazarlo. Muy diferente a la de las bacrim: una delincuencia muy organizada que sí quiere reemplazarlo.
Semana: Parece que ‘La mujer del animal’ es incluso más dura y polémica que sus otras películas. ¿Es así?
V.G.: Es una película más dura porque no había forma de evadir el tema. No quise ser muy elíptico, como algunas personas me lo sugirieron. No sé si me equivoqué. El Animal no tenía ningún rango de redención, era el mal encarnado. El odio a la mujer por ser mujer.
Semana: ¿En qué época ubica la historia de esta película?
V.G.: Transcurre entre 1975 y 1980, una época en la que nadie hablaba por las mujeres, nadie las protegía. No existía refugio para ellas. La película refleja cómo a una mujer le pueden robar su destino, pero también su defensa.
Semana: ¿Su filme será reconocido como una película de género?
V.G.: Sí. Algunas activistas dicen que la violencia de género es la matriz de todas las violencias. Y las que han visto la película me han quitado un temor: que se vea como una oda por el Animal. Pude escapar a eso y la película está contada desde la mujer, desde la víctima.
Semana: A usted se le critica por recurrir a niños y jóvenes vulnerables en sus películas…
V.G.: Rodrigo D mostró a una juventud que veía una salida en el narcotráfico y en la delincuencia. Cuando rodamos la película sentí una impotencia extraña al no poder solucionar sus problemas, que no son personales, sino sociales. Pero sin sus testimonios nadie sabría de lo que ocurre en las ciudades. Cuando uno entra a sus territorios, donde la vida no está asegurada para nadie, no es solo la experiencia del cineasta con unos actores, sino la del colombiano con esa otra realidad.
Semana: ¿Cómo entender que haya tanta violencia en esta sociedad y que no haya reacción a ella?
V.G.: La violencia es el lenguaje de la exclusión. Desde los años cincuenta hubo crueldad en el campo, pero no se reparó ni se habló de ella como se debía. Después vinieron las migraciones a las ciudades. Nuestra violencia es la réplica de la violencia y de la infamia de aquella década.
Semana: A su cine le va bien con la crítica, pero no tanto con la taquilla. ¿Por qué?
V.G.: No solo es un fenómeno mío. El abrazo de la serpiente, en principio, tuvo apenas 80.000 espectadores, pero con la nominación al Óscar llegó a 400.000. La mayoría del público colombiano quiere ver producciones de Hollywood, no está educado para películas lentas, que hagan pensar. Increíble que el cine colombiano progrese en lenguaje, tenga directores extraordinarios y obras que se consolidan, pero que gusten las películas de Dago García, que resulta siendo televisión en el cine.
Semana: ¿No será porque usted muestra una realidad que nadie quiere ver?
V.G.: Es verdad. Creo que el periodismo no la muestra. La gente vive muy cerca de la necesidad, del dolor. Y uno de nuestros retos es estar comprometido con la realidad por abrupta e incierta que sea. Del cine colombiano se han desprendido muchos testimonios que nunca serían temas de los medios de comunicación.
Semana: Ahora que se viene el posconflicto. ¿Qué clase de cine debemos hacer?
V.G.: La verdad tiene que salir. Sí, el cine tendrá que recoger muchas cosas que no se contaron del conflicto, pero también nuestra tarea es relatar la reconstrucción del tejido social. O sea, mostrar que el país cambiará: hacer películas sobre el muchacho que se gradúa, que tiene un oficio, que se casa, que se enamora, que tiene un hijo. Hasta los bautizos y las fiestas serán importantes. Vamos a celebrar los vínculos sociales y la condición humana.
Semana: ¿Sigue obsesionado con hacer una película sobre Sangrenegra, el guerrillero y bandolero?
V.G.: La gente se fascinaba con el nombre del personaje cuando empezamos a mostrar el proyecto en Europa: era todo un hallazgo lingüístico verbal. Me interesa contar ese final de su vida, en la forma como es perseguido y cazado. El representa una herencia que también debemos contar.
Semana: ¿Qué pasó con la mujer, quién era el Animal?
V.G.: El Animal se llamaba Libardo y cometía toda clase de crímenes. La mujer se llama Margarita y actualmente tiene 60 años. Después de su experiencia con el Animal trabajó en una empresa de servicios generales. Hoy espera que le salga su pensión.